No hay reacción. Se vuelve hacia el estacionamiento frente al peque?o restaurante. Me sorprende ver la luz amarilla que viene de adentro.
Quiero preguntarle dónde diablos estamos, pero me avisa. —Sr.
Beaufort, necesito hablar con usted.
El restaurante es peque?o. Está tan apretado entre las mesas que no puedo imaginar a los camareros pasando por aquí con las bandejas de
comida. Sólo hay dos hombres más dentro. Están sentados en un rincón y viendo un partido de fútbol en un peque?o televisor bajo el techo. Percy se?ala la mesa junto a la pared, en la que están colgados viejos carteles de cine.
Nos sentamos. El camarero nos da una tarjeta de menú. Ni Percy ni yo lo miramos.
—Con lo que haré ahora, probablemente termine perdiendo mi trabajo— Percy empieza después de unos minutos. Habla con calma, como si ya lo hubiera aceptado.
Lo miro con impaciencia.
Percy murmura y abre la boca, pero luego el camarero se acerca de nuevo a nuestra mesa y nos pregunta qué vamos a beber. Sin quitarle los ojos de encima al chofer, ordeno un gran agua mineral y pido dos vasos.
Finalmente nos quedamos solos otra vez.
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—A finales del a?o pasado…— empieza Percy. —Escuché una llamada telefónica de tu padre.
Quiero preguntarle algo, pero me advierte.
—El altavoz estaba encendido.— Hace una pausa. —Al principio, no presté ninguna atención. Tu padre a menudo hace todo tipo de llamadas en mi presencia. Pero no podía dejar de pensar en ello.
Apenas puedo tragar mi saliva. No le quito los ojos de encima.
Pone la mirada en la mesa, guarda silencio durante unos segundos y luego respira profundamente. —No podía dejar de pensar en ello porque él dijo : “Cordelia está muerta. Necesito tu ayuda”。
Se me erizan los pelos de la nuca justo encima del cuello. —?Qué más dijo?
—Dijo que estaría allí en veinte minutos, y le pidió al que llamó que estuviera solo.
Tengo una persecución de pensamientos en mi cabeza, mi corazón late como loco.
—?Adónde lo llevaste entonces?— Susurro.
—Clive Allen.
—?Por qué se reunió mi padre en secreto con nuestro abogado?
Percy abre la boca, pero el camarero le interrumpe. Vuelve con una botella de agua y vasos.
—?Cuándo fue eso?— Pregunto.
—La noche después de que tu madre muriera.
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Mi estómago de repente se me sube a la garganta y un pensamiento terrible aparece en mi cabeza: ?y si la muerte de mi madre no fue un accidente? ?Y si mi padre tuviese las manos en la masa? Pero luego recuerdo esa noche, cuando lo vi en el comedor, antes del retrato familiar.
Nunca te perdonaré por eso. ?Sólo estoy con ellos y estoy haciendo todo mal, y es, maldita sea, tu culpa!
No podía fingirlo. Actuó como si supiera que estaba cometiendo errores. Y lloró, delante de mis ojos. Creo que era capaz de muchas cosas, pero amaba a mi madre.
—Al principio estaba demasiado… ocupado para pensar en ello. Pero esta conversación fue un poco difícil. Y este fin de semana, después de hablar con Ofelia, pensé que tenía que decírtelo.
—?Qué has averiguado de Ofelia?
—Mencionó que ha habido algunos cambios inquietantes en Beaufort en los últimos meses. Tu padre despidió a parte de la junta.
—No los despidió. Se fueron por su propia voluntad. Hoy hablaron de ello en la reunión.— Corrijo, pero empiezo a preguntarme si no es sólo la versión oficial, y la verdad es completamente diferente. Me siento mal.
—Ofelia dice que aunque no estaba de acuerdo con la forma en que tu madre dirigía la empresa, al menos sentía que el espíritu Beaufort se conservaba y que la tradición familiar siempre está en primer lugar.
Ahora eso está cambiando.
Durante la reunión de la junta de hoy tuve una impresión similar. En el pasado, cuando Lydia y yo solíamos venir a Beaufort y ver a mi madre trabajar, siempre veía la pasión con la que ella y su equipo tomaban 324
decisiones. Beaufort tenía un corazón. Hoy la atmósfera era fresca y tensa, conversaciones sin emoción, banales.
—Sé lo que quiso decir.— Digo en voz baja.
—Según Ofelia, su madre no compartía la visión del Sr. Beaufort.