rabillo del ojo, veo una manta cayendo de sus hombros. Después de un rato, se levanta de la silla y se sienta en mi regazo, como entonces, en el apartamento.
Esta vez no quiero arriesgarme a que alguien nos interrumpa. La sostengo más fuerte y me levanto sin dejarla salir de mis brazos. Nos besamos más cuando volvemos a la casa, sólo por las escaleras me separo de ella y miro abajo para no tropezar. Dentro, la pongo en el suelo, pero no la dejo salir de mis brazos. Cierro la puerta corrediza.
Apoyo mi espalda contra ella.
—?Tienes frío?— Le pregunto. —Puedo encender la chimenea.
Ruby me mira con sus ojos verdes y finalmente sacude la cabeza lentamente. Da un paso hacia mí, y luego otro. Pone sus manos sobre mi estómago, se mueve más alto, sobre mi pecho hasta que de repente respiro.
—Extra?aba.— Me susurra con los dedos en el pecho. —Tu cercanía.
—Yo también…— respondo igual en voz baja.
Aunque han pasado casi seis meses desde nuestra última vez, ha habido muchas noches y días en los que no he pensado en nada más. Eso es lo que quería, con ella. Quería quitarle el pelo de la cara, mimarle la barbilla, besarla lo más profundamente posible.
Sólo que nunca hubo un buen momento para eso. Hasta ahora.
Nada puede detenernos ahora; hay una certeza en mis movimientos que también veo en ella. La intensidad de mis sentimientos me asustaría si no fuera tan maravilloso tenerla conmigo, en mi vida, en mis brazos.
Sus manos deambulan alrededor de mi cuerpo, mientras levanto el borde de su blusa. Acaricio suavemente la piel caliente. Ruby imita mis 256
gestos. Pone sus manos debajo de mi camiseta, mueve las puntas de sus dedos sobre mi vientre y caderas, y sigue llegando más alto. Estoy cubierto de piel de gallina, mi sangre está estallando en mis venas. Me zumba en los oídos, de modo que apenas puedo oír la respiración tranquila de Ruby, cada vez más rápida después de cada toque que realizo.
Con manos temblorosas, le quito la blusa. Hace lo mismo con la mía, y luego me abraza y pega su boca sobre mi pecho. Su sujetador de encaje beige me ara?a ligeramente y hace que el bulto de mis pantalones se haga más grande.
—Hueles como James.— Susurra Ruby con sus labios en mi clavícula. Me río sin aliento.
—Probablemente sea bueno. Es bueno.
Asiente con la cabeza y su pelo me hace cosquillas en la barbilla.
—Incluso es muy bueno. Es muy bueno.
Aliso su espalda, poniendo mis manos sobre sus hombros, bajando, a lo largo de su espina dorsal. Pongo una mano en un peque?o hueco y la atraigo hacia mí, ante el cual reacciona con un fuerte suspiro. Me mira de nuevo. Le quito el pelo de la cara y la vuelvo a besar. Muevo mis labios, deslizo mi lengua en su boca, disfruto de sus gemidos y me dejo llevar.
Mi cuerpo toma el control. No sé cuando empiezo a empujar a Ruby hacia la cama. Cuando hace contacto directo con sus rodillas, se pone nerviosa.
—?Está bien?— Pregunto por los escalofríos al ponerle la mano en la mejilla. Confirma con el movimiento de la cabeza. Sus ojos brillan febrilmente.
Me inclino hacia abajo, muevo mis labios a través de su mejilla, en la 257
esquina de su boca, a través de su barbilla, alrededor de su cuello. Beso su mejilla, siento que me toca la espalda. Ella me agarra de los hombros, se aferra a ellos cuando le muerdo suavemente la piel con los dientes y empieza a chupar. Puedo oírla conteniendo la respiración y al mismo tiempo aferrándose a mí con más fuerza.
—Genial.— Ella susurra.
No tengo prisa. Finalmente dejo su cuello y me ocupo de sus hombros y su clavícula. Examino su escote con mis labios, toco sus pechos, los presiono suavemente, muevo mis manos sobre su vientre, que también rocío con besos. Lentamente pongo mi mano en sus pantalones y levanto los ojos.
—?Esta bien?
Sus ojos parecen literalmente brillar cuando confirma con el movimiento de su cabeza.
No me detengo, primero desabrocho el botón, luego tiro de sus jeans, los deslizo hacia abajo. Lleva bragas negras, y mi corazón late más rápido. Me enderezo de inmediato, Ruby encuentra el cinturón de mis pantalones. Ella se levanta sobre sus pies y me besa, cada vez más, mientras intenta desabrochar la hebilla. Finalmente, ella tiene éxito y mis pantalones también caen al suelo.
Ruby cae de espaldas, en un suave edredón, y yo la sigo sin interrumpir el beso. En realidad, todavía tengo mucho que decir, pero ahora mismo todas las palabras se suprimen por el deseo que ahoga todo lo demás. Ruby envuelve su pierna en mis caderas y me atrae aún más cerca de ella.