La yerba buena echó raíces.
Cuando sonó el timbre de la nueva casa de Emilie un mes después (la casa perfecta de Emilie, ubicada bajo el letrero de Hollywood con la hiedra creciendo por los lados), la planta había formado una suave y verde cubierta vegetal en una peque?a parcela de su jardín.
Emilie oyó el timbre desde su habitación, donde estaba leyendo. Dejó el libro y se dirigió a la puerta.
Ahí estaba ella. La curva de sus pómulos. Las puntas rubias de sus pesta?as. Las pecas en el puente de la nariz esparcidas como motas de polen. El pelo un poco más largo cayéndole sobre los ojos. Parada ante ella con un jersey y vaqueros, en la puerta de su casa.
Ahí estaba Sara.
—Has vendido la casa —comentó.
—Sí. ?Cómo me has encontrado aquí?
—Fui primero a tu antigua casa. Luego le pedí tu dirección a Colette.
—?Has llamado a Colette antes que a mí?
—Quería verte en persona.
—Ah, ?sí? —preguntó Emilie.
—Recibí tu mensaje —a?adió Sara.
Emilie asintió. Se le habían formado lágrimas en los ojos.
—Yo también recibí el tuyo.
—Quiero contártelo todo.
—Vale. —Pero ella ya lo sabía. Vio cómo Sara caminaba más recta. Vio su futuro, desplegándose a través de un claro cielo azul.
??Me dejas pasar??, preguntaría Sara, y Emilie le abriría la puerta y la dejaría entrar en su casa. Le mostraría los dos dormitorios, el estudio de invitados, el comedor con vistas a la ciudad. Hablarían. Se quitarían la ropa. Se despertarían juntas por la ma?ana con los dos meses perdidos tras ellas.
?Dime qué significa esto?, le diría Emilie, y abriría la foto en el móvil, la del fregadero de la cocina, las cortinas de cuadros y los árboles. Le diría a Sara lo que había entendido y le preguntaría si estaba en lo cierto.
?Sí?, respondería Sara.
Y luego Emilie preguntaría: ??Has visto el sitio que hay en la esquina, antes de subir la colina? Sigue libre?.
Y, sí, por supuesto, Sara lo habría visto.
El bar sería íntimo y encantador. Sin cocina. Latón y mármol, madera y espejos. Sara agitaría y removería, probaría peque?os lotes de whisky, prepararía sus propios bíteres y shrubs. Emilie ya podía verla mezclando bebidas y riendo, apoyándose en el mostrador bajo el gran candelabro de techo.
Se entenderían, se harían espacio una a la otra. Las dos emocionadas, las dos enamoradas.
Pero entonces, algo saldría mal. El dolor del interior de Sara volvería a resurgir. Emilie se quedaría en silencio en lugar de luchar. Se perderían durante un tiempo, y ?qué harían entonces? Sara se iría, buscaría a su hermano, atendería sus propias heridas. Emilie desearía algo para ella. Una casa nueva para reformar tal vez, para pasarse meses en ella. Comidas con Alice y con Pablo, o un viaje a San Francisco para ver a Colette, a Thom y a Josephine. Las manos en el yeso y la cabeza en los planos. Tiempo para sí misma, sin nadie a quien atender hasta que Sara regresara, Emilie la recogiera y continuaran el baile.
Sería bueno mientras durara. También dulce y amargo.
Emilie ya había sufrido bastante. Por supuesto, había decisiones más sabias. Por supuesto, se conocía lo bastante como para saberlo.
Pero ahora tenía a Sara ahí, ante su puerta, tal como Emilie había esperado.
Ahí estaba la mano de Sara alcanzando la suya. Era cálida, se sentía bien.
—?Me dejas pasar? —preguntó Sara.
Y Emilie le abrió la puerta.
AGRADECIMIENTOS
Gracias a mi amiga y agente Sara Crowe, porque libro tras libro y a?o tras a?o haces que mis sue?os se hagan realidad. Gracias a todos en Pippin Properties, sobre todo a Holly, a Elena, a Cameron, a Rakeem y a Ashley, por vuestra alegría y vuestra fuerza. También estoy inmensamente agradecida con mi agente de cine y televisión, Sara Spector, y con mis abogadas Diane Golden y Sarah Lerner.
Caroline Bleeke, aquí va una historia. Una noche, al principio del proceso del libro, un sentimiento se apoderó de mí. Sentí una sensación abrumadora, como si fuera de otro mundo, de que había alguien leyendo mi novela (justo en ese momento) y enamorándose de ella. A la ma?ana siguiente me desperté con el correo que le habías escrito a Sara, diciéndole tantas cosas bonitas sobre la historia. Ha sido un absoluto placer y un gran regalo trabajar contigo en cada paso del camino. Gracias por todo.
Gracias también a todo el equipo de Flatiron por vuestra pasión, profesionalidad, creatividad y tremendo cuidado. Si he aprendido algo sobre publicar a lo largo de los a?os, es que hay mucha gente trabajando incansablemente entre bastidores para que los libros lleguen a las manos de los lectores. Estoy muy agradecida con todos vosotros, sobre todo con Sudney Jeon, Megan Lynch, Malati Chavali, Bob Miller, Nancy Trypuc, Jordan Forney, Amelia Possanza, Keith Hayes, Kelly Gatesman, Erin Gordon, Donna Noetzel, Frances Sayers, Vincent Stanley, Callum Plews y Talia Sherer.
Gracias también a Joanne O’Neill, por haber capturado a la perfección la esencia de mi novela en el dise?o de la portada; a Julie Gutin, por tu impecable corrección de estilo, y a Dani Conejo, por tu maravilloso ojo editorial para FORESHADOW.
Me gustaría dar las gracias a todos los libreros, bibliotecarios, blogueros y lectores que han apoyado mi trabajo durante tantos a?os. Sois la razón por la que puedo dedicarme a esta profesión a la que amo.
Usé una gran cantidad de historia familiar real en las partes de la historia de Emilie, desde las casas en las que vivieron mis abuelos hasta las cartas de amor que mi abuelo le escribió a mi abuela durante la guerra. A mis primos, mi tía, mi tío y mi padre: espero que el amor que he puesto al contarla reluzca. También me gustaría reconocer que mi tía Joe fue quien cuidó a mis abuelos en sus últimos a?os, permitiendo que se quedaran en su casa de Cherry Avenue, en Long Island, hasta el final. No hay palabras que puedan expresar ese regalo.
Gracias a mis amigos Brandy Colbert, Eliot Schrefer, Nicole Kronzer, Mandy Harris y Jessica Jacobs, que leyeron esta novela en sus primeras etapas y me hicieron unos comentarios invalorables. ?Os lo agradezco muchísimo a todos! Gracias a ti, Jandy Nelson, por invitarnos a vivir en el Magic Circle; me encantó saber que estuviste escribiendo sobre mi cabeza todo el a?o. Gracias a mi grupo de escritura (Carly Anne West, Teresa Miller y Laura Davis), por leer fragmentos de este libro durante más de una década y media, y animarme y guiarme durante todo el proceso. Vuestro apoyo y vuestra amistad significan mucho para mí.
Y gracias a ti, Elana K. Arnold, por motivarme a escribir el primer borrador completo durante el verano de la pandemia, por pasar horas y horas hablando conmigo por teléfono sobre el argumento y las tramas, por leer más borradores de los que puedo contar, y por tu firme y exuberante fe en esta novela que me ayudó a superar muchos momentos de duda. Haces que mi escritura sea más valiente y atrevida. Estoy muy agradecida por tu devoción, tu generosidad y tu brillantez.