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God of Malice (Legacy of Gods #1)(120)

Author:Rina Kent

Sacudo la cabeza una y otra vez.

Simplemente se encoge de hombros.

—Depende de ti si lo crees o no, y depende de mí follarme el co?o cuando quiera. ?Ves cómo me chorreas toda la mano, sucia zorra?

Me hace ver el entrar y salir de sus dedos y mi vergonzosa excitación. Me hace ver cada movimiento, cada depravación, agregando más filo al acto.

—Eso es, trágalos. —Agrega un cuarto dedo, metiéndolo contra los demás, y honestamente creo que me desgarrará o algo así—。 Relájate, tomaste mi polla, puedes manejar esto.

Me los mete al mismo tiempo, tijera, entrelazándolos, profundizándolos.

Mis ojos caen y por un momento, honestamente creo que me estoy volviendo loca por la avalancha de placer.

—?Crees que puedo meter todo mi pu?o allí? —susurra con oscura lujuria, y mis ojos se abren de golpe cuando giro la cabeza para sacudirla.

Simplemente se ríe.

—No te desmayes, conejito. Todavía tengo mucho por lo que castigarte. Mueve su pulgar contra mi clítoris, haciéndome ver estrellas al instante.

Es vergonzoso lo rápido que termino con la estimulación del clítoris.

—No te merecías ese orgasmo después de las cosas que hiciste hoy. —Me arranca los dedos y me niego a reconocer el vacío que se apodera de mí.

Me niego a reconocer la necesidad de más pulsaciones dentro de mí.

—Si gritas o pides ayuda, haré que tu hermano mire cómo te follan. ?Me escuchas?

Lágrimas amargas pican en mis ojos, pero me niego a soltarlas mientras él suelta mi boca pero aprieta mi cabello.

—Vete a la mierda —espeto.

—Esa boca sucia solo consigue que mi polla se ponga dura, cari?o. Entonces, si tienes más insultos que sacar de tu pecho, por todos los medios, adelante.

—Tú eres el primero que hizo cosas al publicar esa foto.

—El mundo necesitaba saber que eres mía. No me disculparé por eso. De hecho, lo haría de nuevo y antes para que nadie considerara la idea de tenerte.

—Déjame adivinar, ?porque solo tú puedes?

—Lo has adivinado correctamente.

—Nunca, nunca elegiré estar contigo.

—Noticia de última hora. Ya estás.

—No por elección.

—No me importa una mierda. —él tira de mi cabello—。 Y me estás presionando. Tu co?o pagará el precio por eso.

—Oh lo siento. ?No te gusta que te digan verdades duras?

—Es a ti a quien no le gusta. Estabas enojada incluso antes de que te enteraras de la imagen porque te conté hechos que tu peque?a brújula moral no aprueba. —Me empuja contra el mostrador y yo corcoveo, pero me inmoviliza por la nuca, así que no tengo más remedio que agarrarme al borde del mármol—。 Pero aquí está la cosa, no voy a mentir para proteger tus peque?as y frágiles emociones. ?Qué tienen de especial las emociones de todos modos? ?Crees que eres genial porque las tienes? Aquí está la cosa, me ves y seguirás viéndome, Glyndon. Caparazón vacío, lado diabólico y todo.

él está loco. No, probablemente enfadado.

Empecé a notar que solo me llama por mi nombre cuando está enojado.

El sonido de su cremallera resuena en el ba?o, seguido de una bofetada en mi trasero. Grito, pero es ahogado por un gemido cuando me penetra por detrás.

Se supone que debo estar adolorida, pero en el momento en que está completamente dentro de mí, dejo escapar un peque?o gemido.

—Joder, nunca me cansaré de esto —murmura con evidente lujuria, luego empuja dentro de mí con el ritmo de un loco.

Quiero que la tierra se abra y me trague en lugar de sentir la embestida del placer y el dolor.

De repente, tira de mi cabeza por el pelo y me hace mirar a la extra?a en el espejo.

Killian está detrás de mí, alto como un dios y siniestro como el diablo. Su rostro es duro, sus facciones oscurecidas por la lujuria y la dominación.

?Y yo?

Estoy inclinada, siendo usada y abusada y completamente dominada por él, pero en lugar de dolor, mis ojos brillan con placer erótico. Mis labios están entreabiertos y mis fosas nasales se dilatan.

Su agarre en mi cabello hace que la escena sea aún más inquietante. Mala.

Carnal.

—Mira cuánto quieres esto, cari?o. Estás a punto de llorar por ello. —Disminuye el ritmo pero lo profundiza hasta que el hueso de mi cadera golpea el borde del mostrador—。 La próxima vez, no cuestiones que eres mía, no te desaparezcas por eso, y seguro que no me alejes. ?Está claro?