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God of Malice (Legacy of Gods #1)(151)

Author:Rina Kent

—?Qué?

—?No dijiste que querías dibujar? —Saca una gran pila de grandes papeles blancos del cajón, saca un lápiz y los arroja sobre la alfombra frente a un gran espejo—。 Bosqueja.

Me siento con las piernas cruzadas en el suelo y lo miro con los ojos entrecerrados.

—?Eso significa que esperarás hasta que termine?

—Sabes que no soy un hombre paciente. Al menos, no cuando se trata de ti. —Se arrodilla detrás de mí y se encuentra con mi mirada en el espejo, su mirada oscura y dura como la peor tormenta de la temporada de huracanes. Su dedo agarra el tirante de mi vestido y lo desliza por mi brazo—。 ?Qué tal si ambos hacemos lo nuestro?

—No voy a dibujar mientras me tocas. —Mi voz se vuelve baja, definitivamente mezclada con excitación.

—Eso no fue una petición, Glyndon. O hacemos esto mientras estás dibujando o no. Cualquiera de los dos funcionaría conmigo.

—Maldito dictador. —Lo miro a través del espejo—。 Voy a fingir que no estás allí.

Una risa baja llena la habitación.

—Adelante. Me encantaría verte intentarlo.

Suavizo una hoja, completamente decidida a ignorarlo mientras dejo que el lápiz se deslice sobre la página en trazos continuos y condensados.

En mi visión periférica, atrapo a Killian sonriéndome en el espejo mientras se quita la camisa por la cabeza y la arroja a un lado, luego lo sigue con sus pantalones y calzoncillos.

Mi mano se tambalea sobre el papel y su sonrisa se amplía mientras permanece a la vista junto a mi cuerpo frente al espejo.

—?Te gusta lo que ves, cari?o?

El bastardo sabe lo cruelmente hermoso que es y no duda en utilizar el hecho como arma.

Pero me niego a mirarlo o admirarlo en este momento. Por una vez, no se saldrá con la suya.

Lleva una mano a mi cabello y creo que me tirará hacia atrás porque no le gusta que lo ignoren, pero simplemente lo acaricia.

—?Sabías que la primera vez que te vi, quise agarrarte por este pelo mientras te ahogabas con mi polla?

Frunzo los labios y sigo dibujando, sin siquiera saber a dónde voy con esto.

Se arrodilla detrás de mí y desliza una mano a mi garganta.

—También quería agarrar este pulso delicado y sentirlo debajo de mis dedos, sabiendo que tengo el poder de debilitarlo y finalmente detenerlo… como ahora.

Mi corazón se detiene antes de resucitar mientras él aprieta. Encuentro sus ojos en el espejo, los míos saltones, los suyos oscuros.

—Oh, mira eso. Finalmente tengo tu atención. —Relaja su agarre lo suficiente para permitirme respirar mientras su otra mano desliza la otra correa sobre mi hombro—。 También pensé en arrancarte la ropa y reclamarte en ese momento.

Agarra un pu?ado de mi vestido en su mano desde atrás y tira con una fuerza salvaje que lo rasga, dejándolo caer en pedazos a nuestro alrededor.

—Así.

—K-Killian…

—Shh, concéntrate en dibujar.

Mis dedos tiemblan y dejo que el lápiz se mueva sobre el papel en una sinfonía de caos que coincide con mis entra?as.

Aprovecha la oportunidad para desabrochar mi sostén, dejando que mis pechos doloridos reboten libremente.

Me preparo para el pellizco de mi pezón sensible, pero él ahueca suavemente mi pecho, provocando un estremecimiento erótico desde lo más profundo de mi alma.

—No toqué tus tetas ese día, ?recuerdas? Pero estos pezones estaban duros, asomándose por debajo de esa camisa, rogando ser follados tan despiadadamente como tu boca.

Niego con la cabeza, pero él aprieta mi pezón y jadeo cuando el pinchazo de placer golpea directamente en mi centro.

—Mentiras. —Pellizca una y otra vez, hasta que estoy a punto de doblarme y las lágrimas se acumulan en mis ojos—。 Mírate gimiendo y llorando al mismo tiempo. Elige uno, mi peque?a zorra.

—Jódete.

Su erección apu?ala mi trasero cubierto de ropa interior y gime.

—Llegaremos a eso en un momento. Pero tenemos que resolver algo primero.

Continúa el ritmo de pellizcar mis pezones, alternando entre los dos hasta que mi visión se vuelve borrosa y estoy lista para rogarle que se detenga.

Por alguna razón, no lo hago.

Por alguna razón, esta parte de él cumple todos mis requisitos retorcidos.

—Ahora, mi conejito, puedes actuar como si odiaras esa noche y a mí todo lo que quieras, pero es un hecho que te excitaste cuando confiscaron tu voluntad. Lo vi en tus ojos brillantes y tus miembros temblorosos. Lo vi en tus pezones duros y mejillas sonrosadas. Apuesto a que no lo entendiste tú misma, pero por suerte para ti, yo sí.