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God of Malice (Legacy of Gods #1)(26)

Author:Rina Kent

—Exactamente —está de acuerdo Jeremy—。 No podemos bajar la guardia.

La chica que hizo una gira mundial desde el regazo de Jeremy hasta el de Nikolai avanza hacia mí a cuatro patas con la desesperación de una puma en celo.

Sus ojos brillan y probablemente esté borracha o drogada, o ambas cosas, considerando sus pupilas extremadamente dilatadas.

Deja caer su cabello oscuro sobre su rostro, una verdadera imitación de esa película de terror donde una ni?a sale de un pozo. Incluso sus movimientos coinciden con ese fantasma.

La agarro por el pelo y la arrastro entre mis piernas. Ella jadea, pero luego se ríe, resopla y libera todo tipo de ruidos molestos que deberían ser suficiente munición para prohibirle respirar.

Mis dedos se clavan en su cráneo, luego en su mandíbula.

—Abre.

Ella lo hace obedientemente, dejando al descubierto un piercing en la lengua.

No es la misma boca que estaba tan llena de mi semen que lo escupió sobre mis zapatos de dise?ador mientras me miraba y temblaba.

El temblor es importante, porque a pesar de que estaba claramente aterrorizada y completamente fuera de su elemento, todavía me fruncía el ce?o.

Todavía escupió mi semen como si no fuera digno de estar en su estómago.

Solo por esa razón, estoy tentado a llenar todos sus agujeros con ese semen.

Y ahora, estoy duro.

Mierda. ?Cuándo comencé a tener tan poco control sobre mi libido?

La respuesta es obviamente hace tres días.

Tres malditos días desde mi visita al acantilado donde pensé que podría encontrar algunas respuestas.

Encontré algo mucho mejor.

La respuesta detrás de la respuesta.

Glyndon King.

Tiro a la chica fantasma, apago el cigarrillo en su bolso Gucci y me pongo de pie.

Jeremy me mira.

—?No vas a quedarte y planear los últimos detalles de la próxima iniciación?

—Hazlo tú esta vez.

—?Kill, falso estratega! —Nikolai me se?ala con el dedo, sin importarle nada la chica que está teniendo un orgasmo en sus brazos—。 ?No dijiste que nadie puede superarte, porque tus planes son los mejores?

—Lo son.

—Entonces danos uno.

—Jeremy ya lo sabe todo, y no estoy interesado en repetirme. Llámame cuando suceda la verdadera diversión.

—?De verdad te vas, heredero de Satanás? La diversión recién comienza.

—Algunos de nosotros estudiamos, Niko. Estudiante de medicina, ?recuerdas?

—Mierda. Eres un genio.

—Todavía necesito hacer un poco de esfuerzo. —Realmente no, pero hace que la sociedad se sienta mejor al saber que todos son humanos y sufren como ellos.

Le doy una palmada en el hombro a Gareth.

—Sigue siendo aburrido, hermano mayor.

Me hace una mueca y sonrío mientras salgo de la fiesta principal y bajo las escaleras. El sótano está insonorizado, por lo que toda la música y el bullicio finalmente desaparecen cuando cierro la puerta detrás de mí.

La habitación roja se enfoca y me quedo en la entrada, mirando los intentos de obras maestras que he probado a lo largo de los a?os.

Mi primera foto de esos ratones fue tomada con una cámara Polaroid. Tenía que conmemorar el momento de ver las entra?as de un ser vivo.

Mi segunda foto fue Gareth cuando se golpeó la rodilla, sangró por todo el jardín y se esforzó mucho por no llorar.

La tercero fue Gareth siendo atacado por un perro. Desde entonces, nunca más se ha acercado a uno. Si racionalizaba el hecho de que el perro que lo mordió estaba enfermo y probablemente rabioso, ya no tendría que tener tanto cuidado con ellos. Pero pronto aprendí que las respuestas de otras personas a situaciones amenazantes y peligrosas son muy diferentes a las mías.

Donde me quedo en calma, entran en pánico.

Donde busco una solución, dejan que el miedo los abrume.

A lo largo de los a?os, he tomado muchas fotos. Algunas son sangrientas. Otras, no tanto. Pero suelen resaltar alguna forma de sufrimiento.

Alguna forma de… debilidad humana.

Al principio, las tomé para comprender cómo sus reacciones ante ciertas situaciones difieren de las mías. Luego disfruté el conocimiento que tengo de una parte de ellos a la que nadie tiene acceso.

Ni siquiera ellos.

Por eso son obras maestras.

Las he conservado muy bien a lo largo de los a?os, sin permitir que nadie vea esta parte de mí.

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