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God of Malice (Legacy of Gods #1)(97)

Author:Rina Kent

Sus dedos se aprietan en mi garganta y es como si estuviera jadeando por aire a través de una pajilla otra vez.

Y la parte más vergonzosa es que mi ropa interior está completamente empapada y creo que él lo siente. Creo que sabe exactamente el tipo de efecto que tiene sobre mí.

—?Creíste que lo dejaría tocar lo que es mío y vivir para hablar de eso? —Me tira cerca del cuello e inclina la cabeza hacia abajo hasta que sus labios casi tocan los míos y puedo ver mi reflejo en sus ojos salvajes.

?De verdad me veo tan excitada?

Grito cuando tira hacia abajo de mi ropa interior y empuja tres dedos dentro de mí al mismo tiempo.

Un sollozo ahogado sale de mi garganta, y aunque debería ser por dolor o incomodidad, en realidad es por alivio.

He estado en un estado de estimulación constante desde que me estranguló y solo ha empeorado con el tiempo.

—?Sientes eso? Ese es tu co?o dando la bienvenida a mis dedos a casa. Ese es tu co?o sabiendo quién diablos es el due?o, lo toca y le da placer. Si alguien se atreve a mirarlo, y mucho menos contemplar tocarlo, será una estadística de desaparecido, ?está claro?

Un gemido se me escapa y es enfermizo.

Estoy enferma.

Está claramente amenazando con lastimar a la gente, pero parece que no puedo tomar eso en cuenta mientras goteo sobre sus dedos, moviendo mis caderas inconscientemente al principio, luego intencionalmente.

—Este es mi co?o. —Empuje—。 Mi propiedad. —Empuje—。 Jodidamente mío.

Un jadeo estrangulado sale de mi garganta mientras mi núcleo late por el orgasmo.

Pero justo cuando estoy a punto de gritar, saca los dedos.

Mis ojos se agrandan, mirándolo fijamente, luego al lugar que definitivamente no satisfizo.

—No puedes venirte después de ese peque?o espectáculo tuyo. Esto no es una recompensa.

Un sonido de frustración resuena en el aire y me doy cuenta de que es mío cuando me levanta y me arroja sobre la cama.

Puedo respirar por primera vez, pero no me concentro en los sonidos animales que se me escapan o en el dolor entre mis piernas.

Hay algo mucho peor.

Killian.

Se saca la camiseta por la cabeza, revelando los duros planos de sus abdominales y estómago. Bajo la tensión actual, su físico parece masivo, un arma que puede infligir tanto placer como dolor.

Incluso los pájaros con las plumas rotas que vuelan por su costado parecen más siniestros. Destructivos.

Killian procede a quitarse los pantalones y el bóxer con infinita facilidad. De hecho, se toma su tiempo con la tarea, como si supiera exactamente lo nerviosa que me pone su calma metódica.

Me deslizo contra el colchón.

—?Q-qué crees que estás haciendo?

—?Qué parece que estoy haciendo? —Da un paso hacia mí con la gracia de una pantera negra—。 Terminar lo que comencé.

—Killian…

—?Sí, Glyndon?

—Detente… quiero decir, hablemos de esto.

—Terminé de hablar.

—Voy a gritar.

—Por todos los medios, hazlo. Nadie te escuchará, y si lo hacen, podemos follar sobre su sangre si no eres aprensiva.

Creo que voy a vomitar. Desearía que fuera él tratando de asustarme y que en el fondo fueran palabras vacías, pero después de todo, este es Killian.

él está sobre mí ahora, su mano empu?ando mi vestido. Intento detenerlo mientras me quita la prenda por la cabeza y la tira. Intento luchar mientras me desabrocha el sostén y lo arroja al suelo. Y en mis intentos, no pienso en lo que estoy haciendo, mis manos vuelan por todas partes hasta que estoy desnuda en sus brazos.

Es pánico, creo.

Si no me controlo, voy a perder antes de empezar.

Killian está encima de mí, y sus dedos golpean mis pezones para que ambos se endurezcan en picos sensibles.

—Nunca voy a tener suficiente de tus hermosas y jodidas tetas.

Coloco una mano temblorosa en su pecho, en la perfección física que es su abdomen y músculos cortados y trato de suavizar mi voz tanto como sea posible.

—Dijiste que me darías tiempo.

No me quita la mano, pero tampoco me empuja hacia abajo ni me obliga a abrir las piernas. Sus dedos continúan moviendo mi pezón de un lado a otro, de un lado a otro en un ritmo agonizante.

—Eso fue antes de que decidieras que era una buena idea seducir a mi hermano.

—Yo no lo seduje.

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