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Perfectos mentirosos (Perfectos mentirosos #1)(43)

Author:Alex Mirez

Pronuncié lentamente cada palabra para que lo entendiera de una vez:

—Somos chicas, sí, pero de las de ahora, de las que ya se cansaron. ?O no estás cansada?

—Sí… —admitió en un susurro mientras intentaba encender el cigarrillo con las manos tan temblorosas.

—Te molestó cómo Aegan te trató, ?no? —le recordé.

—Sí…

Entonces, ?qué había que perder?

Claro, muchas cosas, pero ?qué sabía mi yo de dieciocho a?os con fantasías de Capitana Marvel?

Artie se dejó caer en la cama, fumando. Suspiró con aflicción.

—Esto puede salir muy mal —murmuró.

—Solo imagina la cara de Aegan humillado —lancé para mostrarle otras perspectivas—。 Como tú misma has dicho, ha de dejar de creer que tiene el poder de tratar a la gente como se le antoje.

Para mi sorpresa, la comisura derecha de su boca se alzó un poco. Sin duda, se lo estaba imaginando. Luego emitió una risa nerviosa y negó con la cabeza, mirándome.

—En verdad eres la chica que no tiene miedo de que Aegan la destruya —me dijo.

Le devolví la sonrisa con malicia y adrenalina.

—Y por eso soy perfecta para destruirlo.

Qué asombroso e infalible pareció ese plan en ese momento.

Pareció.

9

Hay un plan en mi sopa

Seré sincera, después de lo que sucedió la noche anterior en el coche, no creí que Aegan y yo volviéramos a hablar.

Pero se presentó al día siguiente.

A las siete de la ma?ana.

Como el buen grano en el culo que era.

Abrió la puerta de mi apartamento y entró con esa irritante seguridad que lo caracterizaba, como diciendo: ?Soy el rey de todo?. Además, iba vestido estilo gángster de los a?os veinte: con tirantes, camisa blanca de manga corta dentro de un pantalón gris de lino que le llegaba a la altura de los tobillos, zapatos de vestir de punta reluciente y gafas oscuras. La sonrisa ancha le marcaba los hoyuelos. Y no, sus hoyuelos no eran angelicales. Los suyos eran los hoyuelos del mismísimo demonio.

Yo, que estaba en pijama, todavía con lega?as e iba justo a entrar al ba?o, me le quedé mirando con los ojos bien abiertos.

—??Qué demonios haces?! —le chillé.

él ladeó un poco la cabeza, como un cachorro que no entendía algún ruido.

—Entro por la puerta.

—?Ya sé que entras por la puerta, Stephen Hawking! —solté aún más alto con algo de exasperación—。 ??Por qué entras tan campante por mi puerta?!

—?Será porque es la única manera de entrar en el apartamento? —respondió, igual de incrédulo. Y solo le faltó hacer ese gesto de la chica de ?Reatziona, Justin, reatziona?. ?Recuerdas? Esa chica que se hizo viral hace a?os por dedicarle un vídeo a Justin Bieber pidiéndole que reaccionara. Si no lo recuerdas, googlealo, es un clásico.

—Maldición, sabes muy bien lo que quiero decir, Aegan —bufé entre dientes.

—Puedo entrar donde quiera en todo Tagus, no es ningún secreto —me explicó, como si fuera lo más normal del mundo. Luego fijó sus llamativos ojos en mí con un aire juguetón y cruel—: Sin ninguna excepción.

En su solicitud para las universidades debía de tener resaltado en rojo ?habilidad especial?: ?joder vidas sin motivo alguno?.

—Si vas a hablar de en cuántas cosas o personas te has metido, abandonaré esta conversación más rápido de lo que seguro acabas —repliqué con decisión.

Su risa fue tranquila, pero enérgica.

—Vengo a buscarte para ir a clase —aclaró con naturalidad— como te prometí.

—No voy a ir a clase —le mentí.

Aegan me miró como si fuera una pobre cosita ilusa que no entendiera nada de la vida.

—?Y en qué universo de Marvel tú decides si vas o no a clase? —resopló él, con ese tonito que se usa con alguien con grandes problemas para comprender las cosas.

—Es que tengo la regla —mentí de nuevo, encogiéndome de hombros—。 Un grifo de regla. Suelto tanta sangre que dejaría un camino tan largo como el de las baldosas amarillas en El mago de Oz.

Evidentemente, no quería ir en coche con él, pero mi regla no le pareció un problema.

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