—?Y se ha hecho invisible o lo traes guardado en el bolsillo?
—Me ha dicho que ahora vendría —contesté, confiada.
Miré hacia atrás, hacia la puerta por la que acababa de salir, esperando que Aleix apareciera en cualquier momento justo como había dicho, pero…
Nada. Nadie. Y tras unos segundos más, ni un alma en pena.
—Se ha debido de quedar dentro… —mascullé como estúpida.
Ahora Aegan tenía los brazos cruzados y una asombrosa cara de ira que no me hacía ninguna gracia. Solo le faltaba repiquetear con el pie la hierba de forma repetitiva.
—?Entraste aquí por tu cuenta? —escupió, perdiendo la paciencia—。 Es un sitio privado, Jude.
—No, no; en serio he venido con Aleixandre —dije, defendiendo de nuevo mi verdad—。 Pero no sé dónde está.
Un momento, ?me había enga?ado? ?Aleixandre me había mentido?
—Puedo denunciarte por esto —me amenazó, y luego decidió no tener piedad—: No, voy a denunciarte.
Bueno, Aleixandre no aparecería y no estaba segura de si era cierto que podía denunciar mi aparición allí, por lo que debía recurrir a algún método para salvarme.
Y se me ocurrió uno rápido.
Había gente cerca, ?no? Gente que podía hacer correr chismes. Gente ante la que Aegan debía mantener su postura y reputación.
—Pero ??por qué te molesta que esté aquí?! —solté en voz bastante alta, aplicando mis dotes de actriz indignada—。 ?Solo he venido porque quiero pasar tiempo contigo!
Lo tomé desprevenido. Había creído que yo me asustaría, y hundió las cejas, entre desconcertado y horrorizado por mi brusca actitud.
—Baja la voz, ?qué te pasa? —dijo, enfadado.
—Es que… ??qué problema hay con que sepa qué haces en este lugar?! —agregué a mi falso drama.
Y en serio me tuve que esforzar para no reírme en su cara.
—Jude… —intentó callarme con una voz de ultimátum, pero lo siguiente lo dije aún más fuerte y con mayor decisión de novia tóxica:
—?Quiero ir a donde tú vayas, así que aquí me quedo!
Iba a perder la paciencia. Esperé que la perdiera. Solo que, en serio, a veces subestimaba a Aegan.
Mantuvo la mandíbula y todo el cuerpo tenso con unas notables ganas de taparme la boca con una almohada hasta que dejara de respirar, pero forzó una sonrisa.
—?Sabes qué? Sí que es una buena idea que te quedes —me dijo para mi sorpresa, y cambió su voz a esa de amigabilidad habitual—。 Estaba a punto de hacer algo divertido con el grupo y me encantaría incluirte.
—?En serio? —repliqué como novia emocionada e intrigada—。 ?Qué es?
—Vamos a cabalgar.
Me quedé congelada.
Mi papelito se me cayó.
Dios santo.
Cabalgar.
?Yo no sabía cabalgar! ?Apenas sabía mantenerme de pie!
Resoplé con un ademán de que no debía darle importancia.
—Ah, no te preocupes, yo puedo esperar…
—Querías estar aquí, ?no? —me interrumpió, todavía con esa sonrisa que empezó a parecerme más peligrosa que su enfado—。 Ese es el tipo de cosas que hacemos aquí, y nadie se queda fuera.
Traté de rechazar la idea con disimulo:
—No, Aegan.
Pero él se giró hacia su círculo y gritó:
—?Oigan, cambié de opinión! ?No será una cabalgata, será una carrera!
Y una carrera.
De acuerdo, me obligué a calmarme para no entrar por la puerta del pánico que mi yo mental acababa de abrirme con un ?Pase y póngase cómoda?. No tenía ni idea de cómo cabalgar, jamás me había subido a un caballo y era torpe, pero ?iba a permitir que Aegan se enterara de que no sabía hacer algo? No. Ante esa inesperada situación solo tenía dos opciones: lograrlo de alguna forma o dejar que Aegan se anotara un punto en nuestra imaginaria tabla de batalla.
Sabemos que no escogería la segunda.
—Mueve ese trasero, Jude —me dijo Aegan, que sin darme cuenta había empezado a caminar hacia el establo—。 Tienes que escoger un caballo.