Pregunta número uno: ?qué hacía el Cash cuya reputación debía ser impecable en ese lugar tan extra?o?
Estaba hablando con un chico que llevaba una máscara de… Espera. ?Era una máscara de la cara de Ernesto de la Cruz, el personaje de la película Coco de Disney? Inesperado.
En ese momento me hubiera gustado poder leer los labios para saber de qué hablaban. De hecho, me esforcé un poco en acercarme con mucho disimulo para intentar captar algo. Obviamente, lo único que logré fue que, de repente, Aegan mirara en nuestra dirección. Olvidé que llevaba la máscara y, en una reacción automática, retrocedí para mezclarme entre la gente. Como todo fue tan rápido, mi torpeza se activó y tropecé con una chica que estaba de espaldas.
—?Ey! —se quejó tras el impacto—。 ?Qué te pasa?
Me giré. La chica se quedó mirando al suelo, en donde vi que había una copa rota con el líquido derramado por mi culpa. Pensé en disculparme, pero de pronto noté algo muy extra?o: sus ojos estaban enrojecidos y sus pupilas muy dilatadas.
Oh, santo Bob Marley. Eso en mi pueblo se llamaba estar volado, es decir, no contar con todos sus sentidos, es decir también, haber consumido o fumado algo ilegal.
Decidí que era mejor guardarme mis disculpas, porque no iba a servir de nada pedir perdón a una persona en ese estado. Tomé a Artie del brazo y tiré de ella para que nos fuéramos.
Obviamente, la chica no perdonó que derramara su bebida.
—?A dónde vas? —me reclamó, y me agarró del brazo con brusquedad para impedir que me fuera—。 Ve a pedirme otra, recuerda las reglas.
No sabía nada sobre ningunas reglas, por lo que respondí a su agarre zafándome.
Y… muy mala idea.
La chica volvió a cogerme para exigirme otra bebida, pero esa vez agarró mi camisa y con sus largas u?as me la rasgó. Mis pies jugaron contra mi equilibrio y mi espalda dio contra otra persona. Su bebida se derramó sobre mí; estaba fría. Esa persona reaccionó mucho más rápido y me dio un empujón.
Se desencadenó un efecto dominó.
Más bebidas se derramaron. Hubo más empujones. Todo se volvió un caos. Sentí un tirón, pero le di un manotazo a alguien y me soltaron. Perdí el equilibrio e impacté contra un grupo de cuerpos. Los cuerpos me lanzaron hacia otro lugar. Negándome a convertirme en una pelota humana, entendí que debía buscar alguna forma de salir de ahí o terminaría molida a golpes, así que empecé a dar empujones y a meterme entre las personas para encontrar a Artie…
Hasta que unos brazos me retuvieron de pronto, más fuertes que yo.
—?Basta! —escuché que gritaba con tono exigente una voz masculina cerca de mi oído—。 ?Ya basta!
Lo reconocí con un escalofrío: era Aegan.
Un miedo extra?o me recorrió el cuerpo porque, además de que me estaba agarrando, las luces dejaron de parpadear de repente, la música dejó de sonar y el ambiente se llenó con el bullicio de la gente. Vi que había caos, que ya nadie bailaba, que montones de rostros cubiertos con máscaras se miraban entre sí e incluso me miraban a mí. Agradecí que mi cara también estuviese oculta, pero al no ver a Artie por ningún lado me preocupé.
?Sabrían que era yo?
?Reconocerían mi capacidad para crear problemas?
Aegan, todavía reteniéndome, no esperó a que sucediera eso. Comenzó a arrastrarme lejos del centro del salón, lejos de toda la gente. No sabía a dónde me llevaría, pero no quise empeorar las cosas y no puse resistencia. Atravesamos una puerta en un pasillito extra y entramos a una especie de sala privada, con un sofá grande y un escritorio.
Resultó que allí estaba Artie, todavía con su máscara. También Aleixandre, él con el rostro libre y con la máscara de Ernesto de la Cruz sobre su cabeza. ?Identidad revelada!
Aegan me soltó. Artie y yo automáticamente nos pusimos la una al lado de la otra, como unas recién capturadas en pleno delito, listas para ser metidas en celdas.
—?Las reglas prohíben cualquier tipo de peleas entre los miembros, de lo contrario serán expulsados! —nos lanzó Aegan en un reproche firme y furioso, y en un movimiento rápido me quitó la máscara de la cara.