— Lo usaré esta tarde con Artie —dije, y tomé un incienso de la cajita para luego guardarlo en mi mochila.
—Por cierto, ?dónde está? —quiso saber Kiana.
—No lo sé. —Dash alzó los hombros—。 A veces sale y se pierde durante unas horas.
?Artie todavía se veía con el chico de Informática?
Ese día tuve clase de Literatura. Adrik llegó como siempre llegaba Adrik a un sitio: serio, algo apático y silencioso. Su cabello apuntaba en todas las direcciones en un perfecto y atractivo desorden. Era como si se acabara de levantar de un largo sue?o o como si de verdad todo le importara tres hectáreas de mierda.
Ya no podía verlo sin recordar la noche de la casita del árbol. Me venía a la mente cómo nos habíamos reído, cómo nos habíamos sincerado, esa estupidez de quemar la ropa y luego esas sensaciones tan extra?as que experimenté cuando pensó que yo era su almohada y casi me aplastó. Pero alejé esos pensamientos tan rápido como llegaron y me sentí algo incómoda.
él se sentó oliendo a loción para afeitar, colocó los antebrazos sobre la mesa y se quedó inmóvil mirando la nada con una expresión de ?no me hables nunca?.
Pero yo sí le hablé, claro; tú ya sabes cómo soy.
—Adrik —dije, mirándolo con extra?eza. No se movió. Parecía que ni siquiera respiraba—。 ?Adrik? —pregunté de nuevo, pero nada, era como una estatua, como un maniquí—。 ??Adrik?! —insistí con fuerza.
Al fin reaccionó. Inspiró hondo con fastidio y giró la cabeza. Apoyó la barbilla en su mano y me observó con esos ojos plomizos, perezosos.
—Parece que es mentira eso de que si no te mueves no se te ve —suspiró, resignado.
Fruncí el ce?o y puse mi mejor mueca de rareza.
—?Qué? ?Qué rayos estabas haciendo? ?Pensabas que no te hablaría si me ignorabas? —Sacudí la cabeza, todavía sorprendida por su estupidez—。 ?Esa técnica se aplicaba para los dinosaurios!
—Explícame la diferencia entre tú y un dinosaurio —respondió, indiferente y odioso. Abrí la boca para hablar, pero la verdad es que ese tipo siempre me sorprendía—。 Exacto, no la hay —agregó ante mi silencio.
—?En qué demonios me parezco yo a un dinosaurio, según tú? —me quejé.
—Ambos son irritables y agresivos, para empezar.
Desvié la mirada y decidí mirar hacia la ventana. Es que, si lo pensaba bien, me resultaba raro discutir con él al recordar cómo habíamos dormido juntos en ropa interior. ?él se acordaría?
—No quiero oír el resto de las similitudes, que seguro son bastante buenas —resoplé. Dudé un momento, pero luego lo dije—: ?Te acuerdas que pasamos la noche de la fiesta en la casita del árbol?
—Sí —afirmó.
Me giré con rapidez para mirarlo. No lo había negado. Eso era bueno. ?Era bueno? Supuse que sí.
—?Y…? —Esperaba que dijera algo sobre las estupideces que habíamos hecho.
—?Y qué? ?Debo acordarme de algo en específico? —preguntó.
El modo en que lo dijo se interpretaba como un: ?Esa noche no sucedió nada relevante?. Y si él quería eso, bien.
—No —me limité a decir.
Unos segundos después, la profesora llegó, comenzó a dar la clase y Adrik y yo no cruzamos palabra, excepto para lo que era necesario. Mencionarle algo más sobre la casita del árbol no tenía sentido. ?Para qué? Simplemente, debía olvidarlo. Lo único bueno de aquella noche fue la información que me había dado.
—Así que lo que harán hoy será esto —decía la profesora, ya casi terminando la hora—。 Escogerán un libro según el género acordado en la clase anterior. Se reunirán con su compa?ero y cada uno leerá en voz alta tres páginas al otro. Quiero que lo graben en vídeo y me lo entreguen ma?ana en la segunda parte. No la próxima clase, sino ma?ana mismo. Estaré en la biblioteca.
El timbre sonó y todos comenzaron a dejar el aula. Yo empecé a guardar mis cosas en la mochila. Adrik cogió la suya, se levantó y lo dijo claro, seco y sin derecho a protesta: