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Perfectos mentirosos (Perfectos mentirosos #1)(98)

Author:Alex Mirez

Le entregué el libro y comenzó a pasar las hojas. Yo quería escupir peque?as risas sin motivo alguno, pero me las aguanté.

—De acuerdo, ahora silencio. —Adrik carraspeó y empezó a leer.

Me esforcé, en serio, pero al mismo tiempo me empezó a suceder algo muy pero muy extra?o. Un segundo, Adrik leía con normalidad y, al otro, me pareció que su boca comenzaba a moverse más lentamente. Fruncí el ce?o, extra?ada. Lo oía leer los párrafos del libro, pero mi perspectiva lo estaba captando de forma rara. ?Hablaba despacio o rápido? ?Por qué movía la boca de esa manera? ?Y por qué de repente eso me causaba ganas de reír?

Apreté los labios porque él parecía bastante concentrado y me había pedido silencio.

No podía estropearlo…

No podía interrumpirlo…

No podía…

La risa me salió en contra de mi voluntad, fuerte, escandalosa, como el estornudo que no puedes evitar.

Adrik dejó de leer y me miró, serio.

De inmediato me cubrí la boca con la mano para contener la risa, y lo miré con los ojos bien abiertos.

él me miró también, impasible.

Yo lo miré, tragándome la risa.

—?Puedo leer o qué? —se quejó, aunque con un tono bastante tranquilo.

—Lo siento —me disculpé, todavía con las manos sobre la boca—。 Sigue, no me hagas caso, sigue…

Adrik bajó la mirada al libro y continuó. Su voz se escuchó igual que siempre: baja, clara, interesante, pero la boca, joder, y sus ojos…; todo siguió volviéndose rarísimo. Vi que los colores resaltaban más, y sus movimientos, primero normales, acabaron siendo parecidos a los de una película de una animación, muy llamativos. Percibí el mundo de una manera alocada, psicodélica. ?Era real? Quería comprobarlo, necesitaba comprobarlo…

—Jude, ?qué demonios haces? —soltó Adrik, ce?udo.

Cuando sus palabras desinflaron el globo que eran mis pensamientos (en serio, incluso escuché ese sonido que hace un globo al desinflarse), me di cuenta de que me había movido sin tan siquiera notarlo y que en ese instante estaba a gatas, cerca de él, a punto de tocarle la punta de la nariz con la puntita de mi dedo índice.

Me quedé inmóvil con la mano suspendida frente a su cara.

—?Qué? —emití como una tonta.

—?Qué te pasa? —inquirió, mirándome de arriba abajo, extra?ado.

—?Qué te pasa a ti? —refuté como si tuviera que defenderme por alguna razón—。 ?Por qué haces esas cosas?

Adrik no entendió nada. Su expresión fue de desconcierto absoluto, un desconcierto gracioso que amenazó con hacerme reír de nuevo, pero me tragué la carcajada.

—?Qué cosas?

—?Esas cosas! —Lo se?alé por todos lados al tiempo que él seguía mi dedo como si fuera a pincharle un ojo—。 Mueves la boca y la cara y los parpadeos y los colores…

Adrik me estudió, ce?udo, luego miró hacia el escritorio donde el palillo de incienso todavía soltaba humo. El ambiente estaba cargado de ese sutil pero delicioso aroma.

—?Quién te dio eso? —me preguntó con cierta sospecha.

—Un amigo —respondí en un tonillo agudo, intentando no estallar en risas porque ahora sus orejas aleteaban como las de Dumbo—。 A él se los regaló un chico que los compró para relajarse, pero…

—Jude —me interrumpió Adrik con detenimiento. Luego exhaló—。 Encendiste un incienso con marihuana o quién sabe con qué más.

Formé una ?O? con mi boca.

Marihuana.

O quién sabe con qué más.

Dios mío.

Dios mío.

Diossss míoOoOoOo.

En vez de entender la gravedad de la situación, exploté en una carcajada. Fue una risa escandalosa y burlona. Adrik enarcó una ceja. Ahora todo tenía sentido. La verdad era que me sentía rarísima, pero al mismo tiempo bastante bien, como si mi cuerpo fuera ligero y el mundo debiera disfrutarse, nada más.

?Por qué Adrik no lo disfrutaba?

??Por qué Adrik nunca disfrutaba nada?!

De repente me centré en eso.