God of Malice (Legacy of Gods #1)
Rina Kent
1
GLYNDON
Los desastres comienzan en las noches negras.
Noches sin estrellas, sin alma, sin chispas.
El tipo de noches que sirven como trasfondo siniestro en los cuentos folclóricos.
Observo con atención las olas rompientes que luchan contra las enormes rocas puntiagudas que forman el acantilado.
Mis pies tiemblan en el borde mientras imágenes sangrientas ruedan en mi mente con la fuerza demoledora de un huracán. La repetición ocurre en un movimiento completo e inquietante. Las revoluciones del motor, el deslizamiento del automóvil y, finalmente, el rasgu?o inquietante del metal contra las rocas y el chapoteo en el agua mortal.
No hay auto ahora, ninguna persona dentro, ningún alma que se disperse en el aire sin disculpas.
Es solo el golpe de las olas furiosas y la ferocidad de las rocas sólidas.
Aun así, no me atrevo a parpadear.
Tampoco parpadeé entonces. Solo miré y observé, luego chillé como una criatura mítica embrujada.
Aunque no me escuchó. El chico cuyo cuerpo y alma ya no están con nosotros.
El chico que luchó tanto mental como emocionalmente, pero aun así logró estar ahí para mí.
Un escalofrío repentino me recorre la espalda y cruzo mi chaqueta de franela sobre mi blusa blanca y mis pantalones cortos de mezclilla. Pero no es la frialdad lo que me sacude hasta los huesos.
Es la noche
El terror de las olas despiadadas.
El ambiente es inquietantemente similar al de hace unas semanas cuando Devlin me trajo a este acantilado en la isla de Brighton. Una isla que se encuentra a una hora en ferry en la costa sur del Reino Unido.
Cuando llegamos aquí por primera vez, nunca imaginé que todo terminaría en una espiral mortal.
Tampoco había estrellas presentes en ese momento, y al igual que esta noche, la luna brillaba intensamente, como el sangrado de plata pura en un lienzo en blanco. Las rocas inmortales son testigos sin pretensiones de sangre carmesí, vida perdida y una sensación de dolor que lo abarca todo.
Todos dicen que mejorará con el tiempo. Mis padres, mis abuelos, mi terapeuta.
Pero solo ha empeorado.
Todas las noches durante semanas, no he tenido más de dos horas de sue?o confuso y plagado de pesadillas. Cada vez que cierro los ojos, el amable rostro de Devlin aparece, luego sonríe mientras el rojo escarlata explota de todos sus orificios.
Me despierto temblando, llorando y escondiéndome en mi almohada para que nadie piense que me he vuelto loca.
O que necesito más terapia.
Se suponía que pasaría las vacaciones de Pascua con mi familia en Londres, pero no pude soportarlo más.
Fue puro impulso cuando me escapé de casa tan pronto como todos se durmieron, conduje durante dos horas, tomé el ferry durante otra hora y terminé aquí pasadas las dos de la ma?ana.
A veces, quiero dejar de esconderme de todos, incluida yo misma. A menudo, sin embargo, se vuelve demasiado duro y es imposible respirar adecuadamente.
No puedo mirar a mamá a los ojos y mentir. Ya no puedo enfrentar a papá y al abuelo y pretender que soy su peque?a ni?a.
Creo que la Glyndon King que criaron durante diecinueve a?os murió con Devlin hace unas semanas. Y no puedo enfrentar el hecho de que lo aprenderán pronto.
Que me mirarán a la cara y verán a una impostora.
Una desgracia para el apellido King.
Es por eso que estoy aquí, un último intento de expulsar la carga que se acumula en mi cuerpo.
El aire encrespa mi cabello color miel con mechas balayage de rubio natural y me lo mete en los ojos. Lo peino y froto mi palma en el costado de mis pantalones cortos mientras miro hacia abajo.
Abajo.
Abajo…
Mi roce aumenta en intensidad y también lo hace el sonido del viento y las olas en mi oído.
Los guijarros se aplastan bajo mis tenis cuando doy un paso más cerca del borde. El primero es el más difícil, pero luego es como si estuviera flotando en el aire.
Mis brazos se abren de par en par y cierro los ojos. Como si estuviera poseída por un poder alterno, no reconozco que me quedo de pie en el lugar o cómo mis dedos pican por pintar con aerosol algo.
Cualquier cosa.
Espero que mamá no vea el último cuadro que hice.
Espero que no me recuerde como la menos talentosa de sus hijos. La desgracia que ni siquiera pudo explotar su genialidad.
El bicho raro cuyo sentido artístico está jodido de todas las formas equivocadas.