—No quiero ver tu cara en este momento, Killian —murmura y golpea su pecho—。 Duele. Aquí mismo. Y si me sigues obligando, me tiraré del auto.
El golpeteo de mis dedos aumenta en intensidad, pero me detengo de tirarla sobre mi hombro.
Le dije que nunca dejaría que volviera a tener esos pensamientos suicidas, pero en este instante, los estoy provocando.
Y aunque esto podría ser el enojo hablando, no quiero verla actuar sobre esas emociones.
No ahora. Jamás.
—Sube al auto —repito con la tensión suficiente para detonar un país.
—Dije…
—Sé lo que dijiste. Te llevaré al jet privado y le indicaré al piloto que te lleve de vuelta a Londres.
—Tú… ?realmente me dejarás volver sola?
—No quiero, pero lo haré.
Porque por primera vez, odio la forma en que me mira. No es miedo ni es molestia o desafío.
Es repugnancia mezclada con ira.
Y no estoy listo para averiguar si cumplirá su amenaza.
Solo le daré algo de tiempo para que se enfríe antes de seguir después.
Me mira con recelo, pero se sube al auto.
Durante todo el viaje, cruza los brazos y mira por la ventana, negándose a decir una palabra.
Tampoco la provoco, dejándola tener todo el espacio que necesita.
Una vez que haya terminado con su rabieta, lo pagará en su totalidad.
Esperamos una hora hasta que el avión y la tripulación estén listos. Durante todo el tiempo, se pone auriculares en los oídos e ignora mi existencia.
Estuve a punto de asesinar tantas veces en el lapso de una hora, que es más que en cualquier otro momento de mi vida.
Glyndon no me mira mientras sube al avión, parece haberse olvidado de su miedo a los vuelos.
Después de asegurarme de que la tripulación la protegería con sus vidas, desciendo a rega?adientes y observo cómo el avión se la lleva.
Golpeo mi pu?o contra el costado del auto.
Eso no hace nada para expulsar la rabia que se filtra por mis venas.
Es hora de purgarlo usando al hijo de puta que le envió ese video.
36
ASHER
Algo no está bien.
No estoy seguro de qué o por qué, pero estoy seguro de las se?ales de alerta cuando mi esposa me rodea con el brazo, su respiración errática y su cuerpo tenso.
Sus dedos acarician distraídamente mi pecho, pero no se duerme. O habla.
Está atrapada en un trance creado por ella misma. Una fase en la que no podía encontrarla aunque lo intentara.
Esto me trae horribles recuerdos de cuando ella solía tratarme con frialdad, distanciarse de mí y dejarme luchando contra tendencias violentas donde todo lo que quería era golpear cualquier cosa que se moviera a su alrededor.
Pero ya superamos esa fase. Hemos estado sobre esto por más de veintiséis a?os.
Después de que nos reunimos oficialmente, hubo momentos en que Reina estaba molesta conmigo por peque?os detalles y optó por usar su irritante hábito de crear distancia entre nosotros.
Hablamos de eso en los primeros meses, y le ense?é a no volver a hacer eso nunca más. Le dije cuánto me enfurecía que no me considerara parte de su vida cuando es el centro de la mía.
Desde entonces, ha mejorado en la comunicación de sus sentimientos, sus reservas sobre ciertas cosas y todo lo demás.
Hemos llegado a un punto en nuestro matrimonio en el que no tenemos que hablar para entendernos.
Esta noche es diferente.
Mi esposa no ha sido la misma desde que se levantó de la cama. Y aunque quiero sacudirla para sacarle las respuestas, me obligo a esperar.
Y esperar.
Y jodidamente esperar.
Es imposible ir a dormir si ella no me lo dice.
El silencio en nuestra habitación pronto se vuelve sofocante, y deslizo mis dedos en su brillante cabello rubio.
No importa cuánto tiempo haya estado con esta mujer, todavía no me canso de tocarla. Todavía pienso en todos los a?os que perdimos y no podemos recuperar.
Todavía estoy atrapado en ese momento cuando pensé que la perdería para siempre.
Un peque?o suspiro sale de sus labios y sus caricias se detienen.
—?Ash?
—?Mmm?
—Creo que cometimos un error.
—?Con qué?
Continúa enterrando su rostro en mi pecho.
—?Recuerdas cuando Kill nos trajo esos ratones disecados y nos dijo Mira, puedo ver dentro de ellos?