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Perfectos mentirosos (Perfectos mentirosos #1)(108)

Author:Alex Mirez

Entendí que eso era lo que debía ver en cuanto Aegan le preguntó al tipo:

—?Hay algún riesgo de que se sepa lo que en verdad pasó con ella?

?Ella?

?Quién era ella?

El corazón empezó a acelerárseme. Mi inteligencia se activó y se me ocurrió registrar ese momento, así que saqué el móvil y empecé a grabar la conversación.

—Todos los rastros fueron borrados cuidadosamente —le aseguró el desconocido—, pero…

—?Se me puede relacionar de algún modo? —completó Aegan. Su voz era calmada, pero parecía preocupado; dejaba claro que el tema era grave.

—No, si todo sigue como está. Lo que debemos hacer es evitar que alguien descubra algo de lo que en verdad pasó.

?Lo que en verdad pasó.?

—Esto era lo que ella quería que pasara —se quejó Aegan con ese tono dominante y enfadado que lo caracterizaba—。 No sé ni qué podría suceder si…

—Aegan —le interrumpió el hombre, tratando de que no perdiera la calma.

Pero él quería perderla.

—No puedo tomármelo a la ligera —dijo, tenso—。 Esto es peligroso. Todo está en juego. Mi libertad y mi apellido.

—Tienes que pensar con la cabeza fría, y lo conseguirás —dijo el tipo—。 Por ahora, lo importante es que está muerta.

A mi mente solo llegó un nombre: Eli.

Estaban hablando de Eli. ?Eli estaba muerta!

Me asusté demasiado, me asusté tanto que las manos comenzaron a temblarme, pero al mismo tiempo fue como si ese miedo, de alguna forma, despejara algo en mi mente, porque en ese momento me di cuenta de algo muy pero que muy importante.

Recordé que Aegan, la primera vez que me había ido a buscar para llevarme a clase, cuando cambiábamos las canciones había dicho: ?No me gusta. Prefiero oír a Mick Jagger, de los Rolling Stones?.

A Aegan le gustaba Mick Jagger, era su cantante favorito. él había usado el nombre de Mick Jagger para recoger el auto con una autorización que seguramente había obligado a Eli a firmar antes de matarla. ?Todo lo había hecho él!

—Aun así, tengo que encontrar su móvil —dijo Aegan con frustración—。 Ahí está todo lo que ella pretendía usar para culparme y esas pruebas deben desaparecer.

—?Has buscado en los lugares que te recomendé?

—No he parado de buscar —contestó él con un resoplido—。 Y nada. No sé en dónde lo escondió antes de… Bueno, antes de lo que pasó.

—No te preocupes más de lo necesario —le aconsejó el hombre—。 Seguiré vigilando y buscando, y te traeré la información necesaria.

Aegan iba a decir algo, pero sucedió lo peor.

Como ya estaba demasiado nerviosa y al mismo tiempo a tope de adrenalina, mis manos temblorosas me fallaron por un momento y, de repente, el móvil se me resbaló. Al intentar cogerlo, golpeó mis dedos y ello evitó que cayera con fuerza contra el suelo metálico del conducto, pero aun así cayó y produjo un ruido.

De-mo-nios.

Obviamente, los dos lo oyeron. Al instante, Aegan miró hacia arriba con el ce?o fruncido. Yo reaccioné rápidamente y me eché hacia atrás para que no pudiera verme a través de la rejilla.

—?Eso ha sido en el conducto? —preguntó Aegan.

Escuché su silla deslizarse. Se había levantado. Mi corazón se aceleró muchísimo debido al miedo de ser descubierta por un asesino. Seguí moviéndome hacia atrás. Mi respiración quiso salir por mi boca con rapidez, pero traté de contenerla.

—Creo que sí —respondió el hombre desconocido, y tras una peque?a pausa dijo—: ?Han revisado los accesos? Puede haber ratas.

—No —zanjó Aegan, sonando más duro que nunca—。 Aquí nunca ha habido ratas. No de las que crees.

Tras oír esto, mi voz interna me gritó como Jenny gritó a Forrest Gump: ??Corre, Jude, corre!?.

Debía salir de ahí de inmediato. Nerviosa, gateé hacia atrás hasta que llegué a la entrada. Primero saqué la cabeza para comprobar que no hubiera nadie. Una chica estaba saliendo. Cuando se despejó todo, saqué la pierna por el agujero. Mientras me esforzaba por poner el pie sobre el tanque para hacer una salida exitosa, mi agilidad, mi equilibrio y mi propio pie me dijeron: ?Pues no, mi ciela?, y me resbalé. Primero me caí sobre el retrete, después me di contra la pared del compartimiento y finalmente mi cara golpeó contra la puerta. Sentí más dolor en la cadera que en el rostro, pero me reacomodé la máscara y salí de ahí.