—Pero…
—?Arranca ya!
él obedeció. Pisó el acelerador y nos fuimos. Por un momento miré hacia atrás. Como no vi a nadie, me acomodé en el asiento. Tenía la respiración agitada y un miedo abrasador palpitándome en el cuerpo.
Estaba segura de que no podía regresar a mi apartamento por ahora.
Aunque eso significaba estar con Adrik.
Y esa vez no había alcohol de por medio para llevarnos bien.
22
Ay, Jude, estás jugando con fuego.
No te quemarás ahora, pero te quemarás
Aegan había matado a Eli.
Y yo iba en el vehículo de su hermano.
Me pregunté si me lo había topado porque iba al club, pero al mirarlo de reojo me di cuenta de que vestía ropa deportiva como si acabara de salir del gimnasio y que su pelo estaba como cuando se te seca después de haber sudado. Además, unos auriculares colgaban de su cuello. No era ropa de club nocturno.
—?Qué hacías? —le pregunté, como si él no acabara de encontrarme en la calle corriendo.
Igual no le pareció raro.
—Entrenamiento —respondió. Después se?aló una bolsa que reposaba justo delante de mí y en la que no había reparado hasta ese momento—。 Y eso es comida. ?Y tú…?
—No preguntes —zanjé—。 No ahora.
No dejaba de escuchar en mi cabeza: ?Está muerta, la chica está muerta, y fue Aegan quien la mató, justo como Artie había sospechado?. Todo me daba vueltas porque sospecharlo era una cosa, pero confirmarlo era… aterrador. De nuevo.
Todo de nuevo.
Me di cuenta de que habíamos llegado porque Adrik abrió su puerta. De forma automática hice lo mismo y caminé detrás de él hasta entrar en el edificio. Empezamos a subir las escaleras sin decir nada, aunque en un momento dado no pude subir el siguiente escalón. De forma inevitable, me cubrí el rostro con una mano. Mi control se desvaneció y me salieron unas estúpidas lágrimas. Como tenía los ojos cerrados, no me fijé en que Adrik había notado que me había detenido y en que él se había detenido también.
Hubo un silencio.
—Jude —dijo al cabo de unos segundos—。 No sé qué hacer cuando la gente llora, pero me puedes contar qué ha pasado.
Negué con la cabeza, incapaz de contenerme.
—?Te ha ocurrido algo con Aegan? —preguntó.
Me froté los ojos para secarme las lágrimas, pero salieron otras.
—No te prometo que pueda decirte algo que te sirva de mucho, pero tal vez hablarlo te haga sentir mejor —insistió él.
Aspiré los mocos que amenazaban con unirse a mi patético momento.
Pero, en vez de contarle lo que había pasado, dejé fluir el raro impulso que me atacó en ese momento.
Eh, eh, alto ahí, loca/loco, que no fue el impulso que tú crees.
Me acerqué a él y apoyé la cabeza contra su pecho, así de atrevida y de confianzuda fui. Todavía tenía miedo y me acababa de empezar a sentir menos valiente que antes, por eso necesitaba de nuevo esa rara sensación de bienestar que había experimentado cuando Adrik me había abrazado en la caba?a. Era lo que quería sentir otra vez, aunque fuera solo un momento para recuperarme, porque no sabía por qué demonios, pero él era reconfortante.
Y sí, estaba mal, pero no era incómodo. Ni siquiera podía sentir vergüenza después de haber dormido semidesnuda con él y de habernos drogado con incienso. Era inevitable, algo había cambiado.
él se quedó desconcertado por mi gesto, pero enseguida posó sus manos en mi espalda. Olía a sudor, pero era un olor leve, masculino, nada desagradable, además también confirmaba sus palabras. Sí había estado en el gimnasio.
—?Adrik…? —susurré con el rostro hundido en su cuello.
—?Sí? —respondió en un tono bajo, algo tomado por sorpresa, pero íntimo, como si aquel fuera un momento romántico.
Un momento romántico que se rompió cuando dije:
—?Te vas a comer toda esa comida tú solo? ?Puedes compartirla conmigo?
Me separó de él y me miró con una expresión de divertida extra?eza. Con esas peque?as sonrisas su rostro perdía su amargura habitual y sus ojos se achinaban un poquito. Maldito. Era muy guapo. No lo podía negar.