—?Qué haces en nuestra mesa, Aegan? —volví a preguntar, más específica.
él pesta?eó.
—?Por qué lo preguntas así? —inquirió, fingiendo estar desconcertado—。 Según sé, cualquier persona es libre de sentarse aquí.
?Cualquier persona…? Mis ovarios.
—Pues en nuestro caso nos reservamos el derecho de admisión —dije, y también modifiqué mi voz para sonar falsamente amable.
—No puedes —aseguró moviendo negativamente la cabeza—。 Además, tú te sentaste en mi mesa, yo me siento en tu mesa; no veo que haya ninguna diferencia.
—La diferencia es que tú pediste un voluntario aquella noche —le expliqué a su peque?o cerebrito—。 Nosotras no hemos pedido que nadie se nos acerque.
Aegan pesta?eó con falso asombro y luego se inclinó un poco hacia Artie.
—Vaya, ?siempre es así de hostil? —le preguntó en un tono más bajo, sin dejar de observarme.
Artie no dijo nada. Estaba incómoda y atónita por la situación.
Yo aparté la bandeja para hacerle saber que había arruinado mi comida y que la seguiría arruinando con su presencia. Le dediqué una dura mirada de advertencia.
—Bueno, al tema —suspiró él, compadeciéndose de mi impaciencia—。 Pasaré a recogerte esta noche a las siete.
Un momentito.
—?Eh? —dije, con cara de estar escuchando algo rarísimo.
—Que pasaré a las siete, te informo para que estés lista —me repitió lentamente.
Me pareció que estaba escuchando una de esas bromas odiosas que solo producían molestia en vez de gracia.
—Y harás eso porque…
—Porque vamos a salir… —contestó con tranquila obviedad—。 ?Qué más necesitas saber? Cenaremos, hablaremos y luego ya veremos qué pasa.
Pesta?eé, muy confundida. Incluso ladeé la cabeza como un cachorrito ante un sonido desconocido.
—?Tú y yo vamos a salir? —repetí para comprobar si lo había entendido bien.
él asintió.
Hice un falso mohín pensativo, entrelacé los dedos por encima de la mesa y luego lo miré todavía más confundida.
—Disculpa. —Esbocé una falsa sonrisa amable para endulzar mi siguiente pregunta con voz exageradamente suave—: ?En qué parte de esta conversación me lo preguntaste y yo acepté? Porque no lo recuerdo.
Aegan rio sin despegar los labios, muy confiado.
—Ya me quedó claro que eso es lo que quieres, así que lo tendrás.
De acuerdo, era impresionante su nivel de seguridad. Era impresionantemente estúpido.
—?Cuándo te quedó claro? —volví a preguntar, desconcertada—。 ?En el momento en que te dije que eras un imbécil o cuando en la partida de póquer me levanté de la silla y me fui para no seguir viendo tu cara de idiota?
—Cuando te sentaste en esa mesa y me retaste —puntualizó, ahora con los ojos entornados—。 Querías mi atención, ?no? Pues la tienes.
No podía creérmelo. Internamente, me dio la risa. Por fuera, solo podía tener cara de ??en serio??. ???Es en serio lo que sale de su insoportable boca?!?
—?Me estás diciendo que prefieres ver lo que sucedió la noche de los juegos como un grito de atención antes de lo que en realidad fue? —solté.
Aegan elevó las cejas, dando a entender que aquello le parecía divertido.
—?Y qué fue en realidad?
—Una demostración de que no puedes ganar siempre —aclaré, seria.
él ensanchó la sonrisa. Unas hendiduras aparecieron alrededor de sus comisuras. Tenía una boca ancha, masculina y maliciosa que me recordó a la del actor Michael Fassbender, solo que Fassbender era todo lo que estaba bien en la vida y Aegan todo lo que estaba mal.
—Sea como sea, nos vemos a las siete —se limitó a decir, poniendo el punto final.
Dio un golpecito a la mesa con los nudillos y se levantó dispuesto a irse.
Pero entonces yo solté, fuerte y claro:
—No.
Aegan se detuvo y se giró de nuevo hacia la mesa. Sus espesas cejas se hundieron, aún con la sonrisa de ganador estampada en la cara.