Se hizo un silencio de impacto en la mesa. Artie pareció impresionada, como si jamás hubiese pensado que algo así fuese posible y ahora estuviese dándose cuenta de que, de suceder, no solo podía ser épico, sino también peligroso.
—No puedo imaginármelo, es decir… —dudó.
—Yo sí —sostuvo Kiana, y los ojos le brillaron de una emoción malévola y divertida que, a decir verdad, habría inspirado a cualquiera a apoyarla—。 Sería catastrófico para él, porque siempre demuestra que necesita controlar y dominarlo todo para estar en equilibrio. Si alguien alterara su sistema, si alguien rompiera sus reglas, atentaría contra su mundo de poder absoluto. Y todos los atentados destruyen algo.
Otro silencio envolvió la mesa tras esa frase. Dash asintió con lentitud, mirando a Kiana como si acabara de mostrarle perspectivas nuevas y fascinantes.
—Suena genial —admitió, pero luego se encogió de hombros—。 Solo que eso no ha pasado. Jude le ha dejado claro que él le da asquito.
—Pero vamos… —insistió Kiana, buscando que profundizáramos en su fantasía—。 Imaginen por un momento, un peque?o momento, la cara de Aegan al ser rechazado en público, al enterarse de que él nunca le gustó, al saber que Jude jugó con él… —Trazó el panorama con ambas manos en el aire—。 Un acto de revolución femenina contra la machista tiranía Cash.
Dash curvó la boca hacia abajo, aceptando la creatividad y el impacto de esa idea.
—Bueno, mi mente siempre está ocupada imaginando cómo conocer a Timothée Chalamet, pero ahora que lo pienso, disfrutaría mucho viendo algo así… —admitió, y después le dio un empujoncito con el hombro a Kiana—。 Aunque, genio del mal, si se trata de una rebelión, Jude pudo aceptar salir una noche con él y luego rechazarlo. Habría herido su ego. Más simple y menos peligroso, ?no?
Me gui?ó un ojo, como arrojándome la idea.
—Igual Jude no es así —comentó Artie, negando con la cabeza con una seguridad que flaqueó al verme—。 No eres así, ?verdad?
Ay, Artie. Yo era todo lo que no debía ser.
En mi opinión, Kiana tenía razón en ciertas cosas. Aegan emanaba una seguridad impenetrable. Los mismos alumnos de Tagus lo habían colocado como una figurilla sobre un altar. Con su adoración lo habían inmunizado ante lo que los chicos normales no estaban inmunizados: los rechazos y los fracasos. Estaba claro que a Aegan nadie le decía que no. A Aegan nadie lo dejaba de lado. Aegan nunca era el número dos en nada. Estaba catalogado como un espécimen superior.
Pero solo era así porque los demás querían verlo de esa forma, ya que en realidad era una persona normal con órganos normales. Lo que Kiana decía era que, si todos veían que una chica podía terminar una relación con Aegan Cash, sin temor ni vergüenza, antes de que él lo hiciera, se darían cuenta de que él podía ser rechazado como cualquier ser humano.
Y listo, ya no sería un dios/gurú/líder, sino un chico más del montón.
—Jude puede ser como quiera —resopló Kiana, interrumpiendo mis pensamientos para responder a Artie— porque no estamos hablando de chicos inocentes y buenos. De hecho, ?saben qué he pensado siempre? —Se inclinó hacia delante y lo susurró—: Los tres deben de tener un oscuro secreto. No es posible tanta perfección, ni una vida tan impecable. Tiene que haber una mancha y, en su caso, una muy grande.
Ahora que leo ese diálogo solo puedo decir que todo estuvo siempre allí, pero que había sido ocultado muy bien.
—Puede ser, Nancy Drew —coincidió Dash con Kiana—, pero eso sería imposible saberlo. Si ellos se equivocan en algo, les basta con hacer una llamada o chasquear los dedos para taparlo.
La camarera chismosa nos trajo los batidos en ese instante. De nuevo, al darse la vuelta, nos echó un vistazo por si captaba algo. Esa vez le dediqué una mirada furiosa que funcionó para que se concentrara en ir a atender los mostradores repletos de bocadillos saludables. Mientras la seguía con la mirada para dejarle claro que metiera sus narices en otros asuntos, vi que la puerta del Bat-Fit se abrió y entró nada más y nada menos que Aleixandre, la ilusión adolescente.