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Perfectos mentirosos (Perfectos mentirosos #1)(56)

Author:Alex Mirez

Lo miré con cierto asombro, pero con la desconfianza siempre por delante. Algo así como si Batman se sentara a cenar con Joker. Ninguno bajaría la guardia ante el otro.

De acuerdo, debía ser valiente. Debía ser valiente.

—Sabes bastante sobre caballos —le concedí, dando más pasos.

—Me gustan —admitió con sencillez—。 Todos los animales me gustan, pero a los caballos los conozco más porque he montado desde peque?o.

Me imaginé a un peque?o Adrik muy dark sobre un poni negro.

Ni idea de por qué.

Tras unos segundos, él me echó una mirada de aprobación.

—Fíjate, ya está.

Ni si siquiera me había dado cuenta. Gracias a sus palabras estaba junto al caballo, y el animal estaba quieto y tranquilo. Me atreví entonces a acariciarlo y el caballo lo permitió. Resultó tan agradable, tan increíble, que olvidé la humillación y el enfado.

—Ahora te subirás a él —dijo Adrik.

Primero me explicó dónde debía poner el pie y cómo impulsarme hacia arriba. Después, al intentarlo, fallé y automáticamente me puse a la defensiva, lista para afrontar su burla. Solo que no se burló, lo cual fue inusual para mí. Tomó aire y volvió a indicarme los pasos. Iba a fallar en mi tercer intento, pero él terminó aupándome por la cintura (?por qué había sentido un raro cosquilleo?) y, cuando menos me lo esperaba, logré estar sobre el caballo.

El triunfo me emocionó y sorprendió al mismo tiempo.

—Oh, Dios, estoy arriba —dije, mirando hacia los lados con una sonrisa de satisfacción en la cara.

Adrik asintió desde su posición, como un profesor satisfecho de sus ense?anzas. El cabello azabache despeinado le brillaba, y sus ojos grises por la genética Cash no parecían tan obstinados.

—Lo demás será sencillo.

—Gracias, yo… —intenté decir, aún entusiasmada, pero él me cortó.

—Estoy aquí para ense?ar a cualquiera que necesite aprender, no te confundas —zanjó con un tono neutral.

Por alguna razón, eso me dejó callada.

Bueno, había logrado lo que necesitaba. Ahora quería aprender a cabalgar. Me preparé para esa parte, pero entonces oí unos relinchos y Hades entró a toda velocidad al campo de prácticas. Se detuvo en una estúpida e irreal pose imperiosa con Aegan sobre él, quien se bajó de una manera ágil, demostrando que aquello se le daba más que bien.

En su rostro resplandecía esa insoportable sonrisa de superioridad.

—Parece que Driki hace milagros —dijo, mirándome sobre el caballo—。 Puede hacer que un cactus aprenda a sobrevivir en el frío, si quiere.

Abrí la boca para rebatirle épicamente, pero Adrik intervino e hizo algo que ni en un millón de a?os me habría esperado.

—Yo acabo de llegar —mintió con indiferencia—。 No tengo nada que ver.

Y, sin decir más, se alejó caminando hacia el establo de nuevo.

En cuanto Aegan y yo nos quedamos solos, puse mi cara más seria y me bajé del caballo. Pasé junto a él, ignorándolo, y avancé en dirección a la puerta trasera de la casa club, lista para largarme de allí. Escuché sus pasos rápidos detrás de mí. Intenté no dirigirle la palabra, pero él tuvo el descaro de preguntar con cierta diversión e incredulidad:

—?Qué? ?Estás enfadada?

?Que si estaba enfadada?

?QUE SI ESTABA ENFADADA?

Mi furia podía alimentar tres países en crisis.

Pero no podía demostrarla. Se suponía que él me gustaba. Una novia enamorada era paciente.

—No —le mentí, tensa, conteniendo mi ira.

De forma intencional, él me detuvo en el vestíbulo para sonreírme en una promesa de caos.

—Qué bien —exhaló— porque ahora que formas parte del club podemos hacer muchas cosas juntos, así que ven ma?ana.

Mi enfado me hizo hundir un poco las cejas.

—?Qué plan hay para ma?ana? —pregunté en un tonillo odioso.

Aegan me gui?ó el ojo.

—Ya lo verás.

Se despidió de mí dándome la espalda y avanzó por el pasillo, rumbo a quién sabía qué parte del club, confiado, triunfante, orgulloso de sí mismo. No tuve más remedio que irme.

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