—Bien, cuenta —dije, con curiosidad.
—Aegan te ve fuerte y decidida, y como no puede atacarte directamente, buscará ponerte en situaciones que no puedas manejar para que te quiebres y dejes de ser un obstáculo —teorizó—。 Salir contigo y tenerte cerca le ayuda porque puede estudiarte y buscar tus puntos débiles.
?Era posible que Aegan estuviera haciendo conmigo algo parecido a lo que yo estaba haciendo con él? ?Por eso quería que fuera su novia? Me sorprendió entender que tenía sentido. En el club había hecho el ridículo porque no sabía cabalgar. ?Y de quién era la culpa entonces? Mía, por no haber aprendido nunca a montar. Solo yo había pasado vergüenza. él no.
—Oh, es como robar un banco desde dentro —dijo Dash, asombrado.
—Tal vez debes meterte más en tu papel de novia —me sugirió Kiana—。 Aegan podría estar sospechando que no te gusta. Intenta otras cosas.
—?Como cuáles? —pregunté en busca de otras opciones.
Los dos esbozaron una sonrisita pícara.
—Ya sabes… —dijeron al unísono.
Oh, sí que lo sabía, pero no quería ni siquiera pensarlo.
Consideré que tal vez Aegan no prestaría atención a esos rumores, pero ?es que todavía no había aprendido nada? En Tagus, la mayor responsabilidad de los alumnos era no avergonzar a sus familias. Lo tenían todo resuelto: las cuentas, el transporte, la vida. Sus prioridades eran únicamente ellos, y cuando solo te importas a ti mismo, las desgracias ajenas o no te interesan o simplemente te entretienen.
En Tagus solo te entretenían.
Y aun sabiendo eso, no tenía ni idea de lo que me esperaba esa tarde.
Fui al club después de clase. Sorprendentemente, Aegan me recibió en el vestíbulo. Llevaba un short y sandalias playeras, e iba sin camisa. Los tatuajes de su antebrazo resaltaban como obras de arte, dándole un aspecto rudo que de seguro le gustaba mucho tener. Sus gafas de aviador estaban sobre su cabeza y sostenía un vaso con algún tipo de cóctel. No me saludó, fue directo:
—Tengo algo para ti.
Me entregó una caja blanca. Medio desconfiada, abrí la tapa, saqué lo que había dentro y lo contemplé: un biquini que tenía estampados unos dibujos de peque?as bananas.
—No fue difícil adivinar tu talla —comentó él, divertido.
Por el repaso burlón que me echó, entendí que lo decía por mis inexistentes curvas.
Sí, yo era medio plana.
—?Para qué es esto? —pregunté, ignorando su comentario y mirándolo alternativamente a él y a la prenda—。 ?Ahora quieres un desfile sobre caballos?
—Para la piscina. —Soltó una risa muy tranquila.
—Aquí no hay piscina.
—Claro que la hay —dijo con obviedad—。 Bueno, antes no. Es algo que incluimos el a?o pasado, cuando remodelamos la terraza. Puedes usar el ba?o para cambiarte.
—No quiero ponérmelo —me negué de inmediato.
él dio un paso adelante. Alzó su mano y me pellizcó la mejilla con ?cari?o?.
—Estarás muy guapa —me aseguró con una sonrisita burlona—。 Te espero arriba.
Me gui?ó el ojo y se alejó con su estúpido vaso en la mano.
Entré en el ba?o, que tenía un espejo que permitía verte hasta por debajo de la cintura. Me miré en él con una pieza del biquini en cada mano, sosteniéndolas como si fuesen algo extra?o. En mi reflejo, mi cara de ?no me lo puedo creer? fue de escena de comedia.
Un biquini.
De bananas.
Para ir a una piscina.
Pero ??por qué bananas?!
?Era horrible!
De alguna forma, me imaginé a Aegan mientras caminaba, riendo con malicia por haberme tomado por sorpresa, pero inhalé hondo porque no, Aegan, yo no era de las que salían corriendo. Si creía que con esto iba a intimidarme, estaba equivocado.
Me quité la ropa, me puse el biquini y las chanclas y me dejé el cabello suelto. Miré de nuevo mi reflejo, y me pareció bien lo que vi. Otra de mis características: no prestar nunca atención a mis complejos. Por supuesto que los tenía, como toda humana, pero, no sé, mi capacidad para restarle importancia a las cosas me ayudaba a decirme a mí misma: ?Esto es lo que eres y te aguantas?. Más sencillo y menos tortuoso.