Home > Books > Perfectos mentirosos (Perfectos mentirosos #1)(91)

Perfectos mentirosos (Perfectos mentirosos #1)(91)

Author:Alex Mirez

él dijo algo incomprensible, todavía dormido. El alcohol lo había dejado frito. Ni siquiera se apartó. Ni siquiera sabía que era yo a la que estaba aplastando como un sándwich. No supe qué rayos hacer. Intenté quitarme de encima su brazo, pero me presionó más con él, molesto.

Visto desde lejos hasta habría parecido que me abrazaba, pero la verdad era que estaba rendido, el condenado. Percibí el olor de su colonia mezclada con el del alcohol. La mezcla me resultó agradable, a lo mejor porque mis sentidos tampoco estaban en condiciones.

Solté aire por la nariz. Observé cada centímetro de su cara con una perplejidad nerviosa. Sus labios ligeramente entreabiertos, la mandíbula afeitada, sus pesta?as masculinas, los mechones de pelo sobre la frente… Durante una fracción de segundo incluso quise colocar la mano sobre su mejilla, como si eso pudiera confirmarme que todo lo que me había contado gracias al alcohol era cierto.

Pero fui incapaz. Nuestros cuerpos estaban muy cerca. Si movía una pierna, aunque solo fuera un poco, chocaría con la suya. Mi peor temor, sin embargo, fue hacer contacto con… con cierta parte que solo estaba cubierta por cierta tela blanca…

Mierda.

Cerré los ojos. Me fijé como objetivo no moverme, pero contra lo que en verdad luché durante toda la noche fue con la peligrosa sensación de que era agradable tener a Adrik Cash a mi lado.

Y con las ganas de querer besarlo.

Mal, muy mal.

17

No todos los mensajes son de texto

Cuando me desperté, me sentía como si alguien me hubiera taladrado la cabeza. Tenía los ojos lega?osos, el cuerpo cansado y la resaca palpitándome en las sienes. Solté unos quejidos, parpadeé mucho hasta que mi visión se esclareció y entendí el mundo a mi alrededor.

Me encontraba recostada sobre los cojines dentro de la casita del árbol.

El sol brillaba con una intensidad fastidiosa.

Y Adrik no estaba por ningún lado.

Durante un segundo me pregunté si había so?ado lo de la noche anterior, pero las pruebas lo decían todo: seguía en ropa interior; y cuando bajé los tablones procurando no caerme de bruces al suelo, vi los restos del fuego.

Los zapatos de Adrik y una parte del resto de la ropa ni siquiera se había desintegrado, lo cual me causó cierta risa. Probablemente, el viento y el frío habían apagado las llamas más rápido de lo que pensamos. También quedaba un trocito de su corbata, quemado en los bordes, pero blanco satín en el centro. A lo mejor se me habían chamuscado todas las neuronas por el alcohol, pero lo cogí y decidí quedármelo.

Luego tomé bastante aire y reuní valor. Así, descalza y semidesnuda caminé de regreso a la casa de campo de los Cash.

Come on, girl!

Atravesé la puerta trasera y descubrí que los que quedaban de la fiesta habían decidido desayunar en el jardín. En una mesita muy de pícnic, estaban sentados Aegan, Aleixandre, su tapadera/cita Laila, Artie, Owen y su chica de la fiesta.

Me detuve un momento y los miré con mi más esplendorosa cara de palo. Ellos me observaron fijamente, entre sorprendidos y desconcertados. Aegan me repasó sorprendido. Incluso Aleixandre masticó lentamente, como si estuviera tratando de imaginar una historia que justificara mi aspecto.

Sí, debían de estar pensando que habían subestimado mi locura, que en realidad estaba mucho más loca, pero como a esas alturas me importaba tres hectáreas de excremento lo que ellos pensaran, me acerqué a la mesita. Los ojos llameantes de consternación de Aegan me siguieron hasta que cogí una tostada de la cesta que había en el centro.

—Buenos días —les dije a todos, asentí y seguí caminando hacia el interior de la casa.

Pensé que había salido bastante bien hasta que Aegan me alcanzó justo cuando llegaba a las escaleras. Me tomó del codo y me dio la vuelta con algo de brusquedad.

—?Qué te ha pasado? —soltó, ce?udo y aparentemente disgustado—。 ?Dónde estuviste?

Sacudí con rabia el brazo para que me soltara. Lo miré con ira y desprecio. El recuerdo de lo que había sucedido amenazó con llenarme de una furia capaz de hacerme escupir una ópera de barbaridades.

—No vuelvas a tocarme nunca más en tu asquerosa vida —le advertí.

 91/149   Home Previous 89 90 91 92 93 94 Next End