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Perfectos mentirosos (Perfectos mentirosos #1)(92)

Author:Alex Mirez

Sus oscuras cejas se hundieron todavía más. Por un instante, incluso pareció confundido por mis palabras, pero después eso desapareció. Sus ojos adoptaron un brillo que denotaba satisfacción, como si esa fuera la reacción que él esperaba.

—?Por qué no? —dijo.

No pretendía explicarle nada. Mi paciencia en ese momento estaba en menos cero (- 0)。

—?Cómo averiguaste lo de mi madre? —le pregunté—。 ?Es uno de tus caprichos investigar a todas tus novias?

Aegan alzó las cejas, falsamente sorprendido.

—?Por qué lo preguntas tan enfadada?

—?Respóndeme! —le grité.

Se encogió de hombros con una encantadora indiferencia.

—Si algo me sobra son contactos —alardeó—。 Digamos que me gusta saber a qué me enfrento.

Di un paso adelante, alzándome para demostrarle que no me intimidaba.

—?Una madre enferma parece peligrosa para ti? —rebatí—。 ?Temiste que se levantara de la cama y viniera a poner en duda tu superioridad?

Mira, esa era una de las cosas que más odié de Aegan siempre: su asombrosa capacidad para decir algo con ironía, descaro y falsa inocencia al mismo tiempo.

—Mi intención es demostrarte que estoy dispuesto a ayudarte en lo que sea —mintió, y usó la carta de ?mosquita muerta? en ese momento.

Le dediqué una sonrisa que por dentro era furia pura.

—Me conmueve tu bondad. Pero ?qué tal si me ayudas manteniéndola lejos de todo esto?

Aegan alzó otra vez las cejas y fingió asombro. Le quedaban bastante bien las expresiones teatrales.

—?Llamas ?esto? a nuestra increíble relación? —replicó con una falsa nota de sufrimiento—。 Por Dios, Jude, debo admitir que me duele. No soy más que un novio preocupado.

—Novio —repetí en un resoplido absurdo y amargo. La palabra había sonado espantosa en su boca, como un castigo, una tortura, lo que únicamente le desearías a tu peor enemigo—。 Mira, Aegan, lo de anoche fue la gota que colmó el vaso; ya no quiero…

—?Jude! —me interrumpió bruscamente la voz de Artie.

Tanto él como yo giramos las cabezas muy rápido. La vi bajar las escaleras a toda velocidad, ya vestida con su ropa. ??Cómo osaba interrumpir nuestra maravillosa discusión?

—Un momento, Artie —le pedí para poder terminar de dejarle a Aegan las cosas bien claras.

Ella negó con la cabeza.

—Puedes hablar con Aegan después de que te ba?es y te vistas —dijo, y me hizo un gesto con los ojos, pero estaba tan furiosa que no lo capté muy bien, así que me negué:

—No, es que tengo que…

—Lo que sea que le tengas que decir puede esperar —insistió, y al llegar a mi lado, me puso las manos sobre los hombros y me empujó con fuerza hacia las escaleras—。 Porque tengo algo que mostrarte.

Entonces entendí que era muy importante.

Paseé la mirada entre Aegan y ella, tensa y furiosa todavía por lo que sentía que debía gritarle. Seguía con el ce?o hundido y las manos apretadas con fuerza. Todo mi cuerpo ardía, pero no por el motivo que a mí me hubiera gustado, sino de una forma peligrosa, capaz de escupir miles de insultos y de lanzarle una bofetada a Aegan, pero disminuí un nivel mi furia, inhalé hondo para calmarme y me dejé llevar escaleras arriba, no sin antes, claro, dedicarle una mirada de odio a ese idiota.

Su descarada respuesta casi me hizo volver corriendo para seguir discutiendo con él: me gui?ó el ojo y me lanzó un beso como yo se lo había lanzado el día anterior al oír su conversación con Adrik.

Pero Artie volvió a empujarme y ganó.

Subimos las escaleras. Apenas entramos en la habitación, le dije, disgustada:

—?Por qué no me dejaste mandarlo a la mierda?

—Porque tienes que ver esto —soltó ella, y tiró de mí con urgencia hacia el ba?o de la habitación.

No entendí qué rayos estaba pasando hasta que abrió la puerta, y entonces lo vi en el espejo rectangular que colgaba encima del lavabo.

Había algo escrito:

Viernes.

Club.

1802.

Ba?o de chicas.

Mi furia se disipó al instante. Me quedé mirando las letras. Eran de un rojo intenso. Un rojo de lápiz labial. Lápiz labial que, de hecho, la persona autora del mensaje había dejado sobre el lavabo, sin tapa.

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