The Seven Year Slip(103)
—Camina hacia delante, cuidado con el escalón —a?adió cuando pasé por encima de algo y entré en el restaurante. Oí la puerta cerrarse tras de mí. El restaurante era frío y silencioso; éramos los únicos que estábamos aquí, por el sonido de nuestros pasos mientras él me guiaba hacia el interior.
—?Es un poni? —pregunté—。 Oh… ?por fin me estás cocinando sopa de guisantes?
—?Puedes hablar en serio un minuto? Esto es importante. Ponte ahí —a?adió, colocándome en un punto exacto del suelo. Me mordí el labio inferior, intentando no sonreír demasiado—。 Bien —dijo—, tres… dos…
Respiró hondo.
—Uno.
Luego apartó las manos.
Del techo colgaban suaves lámparas rústicas que proyectaban una luz dorada sobre las mesas de caoba, la mayoría de ellas peque?as, en las que había hermosos ramos de jacintos violetas en jarrones de cristal, intercalados con velas que titilaban suavemente. Las paredes eran de un verde salvia —no carmesí, pero el carmesí ya no le quedaba bien— y estaban salpicadas de una colección de obras de arte, colgadas en distintos marcos y tama?os.
Se apresuró a acercarse a una silla y la apartó.
—Tardaremos un poco en acostumbrarlos —dijo cuando me senté y me empujó—, pero creo que tenemos tiempo.
—?Esto es cuero de verdad?
—Por favor, pero no se lo digas a los críticos —a?adió con un gui?o. Luego agarró un menú que había sobre la mesa y me lo entregó. Era casi idéntico al menú que había visto aquí hacía casi dos semanas. Salvo que había una diferencia. Dos, en realidad, y por supuesto dije a la que no se refería—: ?Pusiste el nombre en mayúsculas?
Me miró y se?aló el postre.
—Voy a hacer la maldita tarta de limón. Aunque los fideos con hielo seco se quedan —a?adió, un poco más tranquilo.
Los bordes de mi boca se crisparon en una peque?a sonrisa. Me gustaba la luz que había ahora, lo hacía todo brumoso y encantador. Romántico.
—Creo que es un buen trato —respondí, sin dejar de mirar el menú. Sonriendo, en realidad. Porque también había a?adido otro plato. Pommes frites—。 ?Eh? ?Qué has dicho?
Se arrodilló a mi lado, con una mano en mi rodilla, de modo que quedamos a la altura de los ojos. Era tan guapo que quería trazar las líneas de su cara, dibujar la nitidez de su mandíbula y pintar el color de su pelo. Esta escena iría en la sección de la guía de viajes titulada: ?Lugares pintorescos? porque no me cansaría de mirar su cara durante a?os, décadas. Quería verlo envejecer, quería ver qué tipo de arrugas se tejían en sus sonrisas.
—?Es esto lo que imaginabas? —preguntó, volviendo la mirada a través del restaurante—。 Después de que me recordaras que lo que hizo perfecta aquella comida fue mi abuelo, miré a mi alrededor y empecé a preguntarme qué partes de este restaurante eran yo.
Sacudí la cabeza.
—Fuiste todo tú, cada segundo del camino. Me equivoqué.
—No del todo —respondió, y volvió a ponerme de pie—。 Las sillas fueron una mala idea, eran demasiado incómodas.
—Lo eran —admití aliviada.
—Y la iluminación era demasiado brillante e implacable, como si pusiera a todo el mundo bajo un foco. Pero —a?adió—, a diferencia del lavavajillas de hace siete a?os, sé que me gusta la idea de las mesas peque?as —son íntimas—, pero quizá el blanco era demasiado arrogante. —Tiró de mí hacia el centro del restaurante y se colocó detrás de mí, rodeando mi cintura con sus brazos y apoyando la barbilla en mi hombro, mientras me giraba lentamente hacia un espacio en blanco en la pared del centro del restaurante—。 Es para ti, si alguna vez encuentras la inspiración para poner algo ahí.
Apreté los dedos con fuerza alrededor de los suyos en mi cintura, con los labios apretados mientras las lágrimas me picaban en los ojos.
—?En serio? —susurré, y sentí que asentía contra mi hombro.
—De verdad. Toda mi vida he querido crear un lugar en el que la gente se sintiera cómoda. Un lugar donde la gente pueda venir, y comer comidas perfectas con sus abuelos, y sentirse como en casa. Este hyacinth soy yo. No el de hace siete a?os, ni la versión de prensa, sino yo. Y tú me ayudaste a recordarlo, Lemon.
Me giré en sus brazos y miré a aquel hombre encantador, mezcla de lavaplatos idealista y chef de cocina experimentado, en parte ni?o cuya comida perfecta era un plato de papas fritas y en parte hombre que hacía las tartas de limón más delicadas.
—Me encanta cómo cada parte de este restaurante cuenta una historia, cómo el ambiente es el narrador. Y esta historia es sobre el pasado —apretó su frente contra la mía— encontrándose con el presente.
—O el presente encontrándose con el pasado —recordé.
Se llevó mi mano a los labios y la besó.