The Seven Year Slip(35)
Además, cuando Nate y yo nos juntamos, yo ya había dejado de pintar.
—?Puedo ver? —preguntó Iwan, y cuando no respondí de inmediato, a?adió rápidamente—: No tienes por qué. No pasa nada. Es algo para ti, ?verdad? —adivinó—。 Es privado.
Lo miré fijamente durante un largo momento, porque era exactamente eso. Siempre había tenido que explicarlo.
—Sí. Es para mí.
Asintió, como si lo entendiera.
—Cocinar era así para mí. Me gustaba mantenerlo en secreto, solo entre mi abuelo y yo. Me sentía poderoso, ?sabes? Esta peque?a cosa que nadie más sabía.
—Y si se lo ense?as a alguien más, temes que se estropee.
—Sí, eso es.
—Pero lo hiciste, obviamente. Desde que cocinaste para mí.
Se encogió de hombros.
—Pensé que solo quería que fuera un pasatiempo, pero luego decidí… ?qué demonios?
Miré el trocito de pintura que aún tenía pegado bajo las u?as.
—?Te arrepientes?
Ladeó la cabeza, pensativo.
—Pregúntame dentro de unos a?os.
?Si te encuentro?, pensé, ?lo haré?.
Aunque no podía imaginar que lo hiciera: había cierto tipo de personas que se aferraban a su pasión y nunca dejaban que se echara a perder. Nunca perdería de vista por qué quería ser chef en primer lugar.
Admití:
—?El cuadro del ba?o? ?El de la luna? Es mío.
Pensó, arrugando las cejas al recordar el cuadro, y entonces se le iluminaron los ojos.
—?Ah, ése! Es precioso. ?Tienes otros por el apartamento?
Sonreí y me llevé un dedo a los labios.
—Los tengo. Te los ense?aré la próxima vez —dije—, si te acuerdas de pedírmelo.
—Trato hecho —aceptó—。 Probablemente estén delante de mis narices.
Pensé en las guías de viaje del estudio de mi tía. No tenía ni idea. Ladeé la cabeza.
—Sabes, es raro. Hoy ha sido la primera vez que he pintado en… ?medio a?o? Sí, eso parece.
Silbó.
—Eso es mucho tiempo. ?Por qué paraste?
Sentí que mi cuerpo se tensaba.
—Alguien me rompió el corazón —dije en voz baja.
—Oh… Lo siento, Lemon.
Me encogí de hombros y traté de disimular.
—No pasa nada. Mi último novio intentó que volviera a pintar, pero yo no podía. No estaba dispuesta a hacer muchas cosas con él, para ser sincera. Decía que era demasiado cerrada. —Puse las palabras entre comillas—。 Ni siquiera lloré cuando rompimos.
—Eso no significa que no lo quisieras.
—Fueron tres meses —respondí, descartando su idea—。 Estoy segura de que no. Mi tía siempre decía que lo sabes en el momento en que te enamoras.
Me estudió un momento.
—Puede que sí.
—?Has estado enamorado alguna vez? —Y entonces pregunté, intentando bromear con él—: ?Es por eso por lo que estás realmente en la ciudad? ?Para perseguir a alguien? No pasa nada —a?adí en tono de conspiración—, puedes confesármelo. No se lo diré a nadie.
A lo que él sonrió, torcido y encantador, como si estuviera a punto de contarme un secreto que nunca le había contado a nadie más en el mundo. Se inclinó hacia mí.
—?Y si lo he hecho?
Me senté un poco más erguida.
—?Lo sabe?
—Lamentablemente, sí —respondió—。 Pero, ?ay, las pommes frites son una bestia cruel, y mi cuerpo las rechaza con… acidez! —Se agarró dramáticamente el pecho y yo puse los ojos en blanco.
—Bien, supongo que me lo merecía.
—Mm… hmm. —Me agarró de la mano y tiró de mí para ponerme en pie—。 Y si tienes tiempo para tramar mi ficticia vida amorosa —dijo, tirando de mí hacia la cocina—, tienes tiempo para…
—Por favor, no digas baile.
—… para montarme un poco de nata mientras saco la tarta del horno y la enfrío un poco.
El temor se convirtió rápidamente en alivio.
—Ah, eso. —Entonces me di cuenta de lo que había dicho—。 Espera, ?te voy a ayudar?
—Será fácil, lo prometo.
De alguna manera, no le creí. Había estropeado los SpaghettiOs en el microondas, así que no tenía mucha confianza en poder batir nada. Se puso las manoplas de colibrí de mi tía y sacó la tarta del horno. El aroma de los limones estalló en el apartamento, cálido, pegajoso y cítrico. Lo metió en el congelador y me acercó a un cuenco, donde echó los ingredientes en rápida sucesión —lo tenía todo previamente medido y enfriado en la nevera— y me dijo que siguiera batiendo los ingredientes hasta que se formaran picos duros. Asentí con la cabeza e hice lo que me dijo, y aparentemente mis picos de nata montada eran preciosos.