The Seven Year Slip(45)



Almorcé con Drew y Fiona, y trabajé hasta tarde, y entonces, una tarde, más o menos un mes y medio después de conocer a Iwan por primera y última vez, en pleno julio, cuando el verano estaba en su momento más caluroso, Drew se inclinó excitada al otro lado de la mesa de hierro forjado donde nos sentábamos a la sombra en Bryant Park.

—?Adivina quién nos ha hecho una propuesta hoy! —dijo contenta.

Fiona y yo agarramos nuestros quesos a la parrilla del camión de comida aparcado junto al edificio Stephen A. Schwarzman de la Biblioteca Pública de Nueva York. Estaban en guerra con un nuevo camión de comida de la manzana: un ruidoso camión de fajitas amarillas que tenía una cola que serpenteaba por la acera y olía ridículamente bien. Aunque probablemente no tan buenas como las fajitas que me hizo Iwan hace unas semanas. Además, yo tenía mi lealtad al camión de los quesos a la parrilla. Los quesos a la plancha eran de los mejores de Midtown: empalagosos y crujientes, la corteza de masa madre crujiente, la mezcla de quesos armoniosa. El mío tenía trozos de champi?ones y pimientos, mayonesa condimentada con un poco de sriracha, y era una auténtica delicia. Desde Iwan había empezado a prestar un poco más de atención a la comida que comía, y a las personas que la cocinaban, preguntándome también cuáles eran sus historias.

—?Quién? —preguntó Fiona alrededor de un queso asado con pimiento.

—?El chef! Ya sabes, ?el de Olive Branch? ?James Ashton? Vendrá a la oficina ma?ana. Quiere reunirse con nosotros.

Me animé.

—?Pensé que lo habíamos descartado?

—Casi. Hay que reconocer que su agente también dijo que iban a otros sellos… —Se encogió de hombros—。 Pero es un comienzo. Aún no he revisado la propuesta, pero sé que va a ser increíble. Y deberías leer por fin ese artículo de Eater.

Agaché la cabeza.

—Lo siento…

Había pospuesto el artículo desde aquella comida de hacía unas semanas porque la vida se había vuelto frenética y Rhonda me había impuesto muchas más responsabilidades. En aquel momento no había sacado nada en claro, hasta ahora.

—Clem, te vas a enamorar de su forma de escribir. Es tan romántico. Sus antebrazos son casi tan bonitos como su cara —a?adió.

—Más vale que salgan en la portada del libro.

—?Sus antebrazos o su cara?

—Ambos.

—Y —a?adió Drew, recordándonos que era, de hecho, una profesional—, escribe maravillosamente. Me imagino cómo será su propuesta.

Dudaba mucho que me enamorara de unos cuantos adjetivos bien colocados, pero me gustó el entusiasmo de Drew, y si conseguía atrapar a otro autor para su lista, eso era lo único que me importaba. Estaba tan emocionada por volver a la oficina para leer su propuesta, que terminamos pronto nuestro almuerzo y nos dirigimos de nuevo a Strauss & Adder. Pensé que la tarde sería tranquila. Juliette no había roto con su novio desde hacía una semana y media, y yo estaba al tanto de todos mis correos electrónicos, así que me sorprendió un poco que Rhonda me llamara a su despacho una hora más tarde y me pidiera que cerrara la puerta de cristal de su oficina… otra vez.

Lo hice y me senté en la silla de plástico duro.

—?Ocurre algo? —pregunté vacilante, comiéndome las u?as. Porque, una vez más, cuando cerraba la puerta de su despacho, algo iba mal. La primera vez, despedimos al dise?ador de marketing. La segunda vez, me dijo que se jubilaba.

Realmente esperaba que hoy no tuviera una enfermedad terminal.

—?Qué? Oh, no, ?por qué preguntas eso? —dijo alarmada. Luego, un poco más seria—: ?Debería preguntar eso?

—?No! No, en absoluto. No —contesté rápidamente, agitando las manos delante de mí. Me comí una almendra que me había ofrecido mientras ella se hundía de nuevo en su asiento—。 Todo va bien. Perfecto. —Mi teléfono sonó tres veces. Tres correos electrónicos. Tragué saliva—。 Casi todo perfecto. Estamos teniendo un peque?o problema con…

Levantó una mano.

—No importa. Como sabes, tenemos una reunión ma?ana con James Ashton, que está comparando ofertas para su libro de cocina.

—Creo que Drew lo mencionó, sí.

—Estaría muy bien a?adirlo a nuestra lista —respondió, y se quitó las gafas. Las dejó en el escritorio frente a ella y a?adió—: Desde que perdimos a Basil Ray por Faux.

Me incorporé un poco más.

—?Qué?

—Firmó un contrato con ellos la semana pasada —nos dijo, lo que posiblemente fue una de las peores noticias que podríamos haber recibido. Basil Ray era uno de nuestros mejores autores: sus libros de cocina se vendían tan bien que no nos lo pensamos dos veces cuando nos dijo que le reserváramos un billete en primera clase y nos envió un documento en el que pedía solo Coca-Cola light, un tipo específico de kombucha que tenía que importar de Corea del Sur y opciones de comida vegana, sin gluten y con alto contenido calórico—。 Para ser francos, perderle supondrá un golpe sustancial para nuestras finanzas. Teniendo eso en cuenta, junto con otras rachas de mala suerte, podríamos tener problemas si no encontramos un gran libro para el próximo verano. No pretendo alarmarte, solo estoy siendo sincera —a?adió, porque sin duda podía ver cómo se me iba la sangre de la cara.

Ashley Poston's Books