The Seven Year Slip(49)
—Estoy seguro de que te habría quedado impresionante. Soy James, pero James es el nombre de mi abuelo. Mis amigos me llaman por mi segundo nombre, Iwan.
Acepté su mano. Era áspera y cálida, marcada con cicatrices, tantas más de los siete a?os que nos separaban. La última vez que había sentido esas manos, me habían acunado la cara, sus pulgares me habían trazado la mandíbula, con suavidad, como si yo fuera una obra de arte…
—?Cómo clasificarías a tu futuro publicista? ?Cómo un amigo? —le pregunté, y su agente soltó una carcajada.
—?Me gusta! —cacareó.
La sonrisa de James Ashton se torció un poco. Un peque?o desliz en su refinada imagen.
—Ya veremos, Clementine —respondió, y me soltó la mano.
—Clementine es una publicista sénior aquí en Strauss y Adder. Básicamente dirige todo el departamento de publicidad cuando Rhonda no está. El a?o pasado fue reconocida como estrella emergente por Publishers Weekly. No hace falta decir que cualquier libro nuestro está en buenas manos con ella.
—No lo dudo —respondió Iwan-James, y se volvió hacia Drew, y al hacerlo, su cuerpo se movió y se sentó un poco más erguido—。 Háblame de Strauss y Adder.
Así lo hizo Drew. Habló de la historia de la empresa, de nuestros autores y de nuestra ética de trabajo. Mientras hablaba apasionadamente del equipo y de cómo podíamos servir mejor a su carrera, utilizando un PowerPoint para mostrar otros lanzamientos de libros y campa?as de éxito a lo largo de los a?os, James hizo preguntas reflexivas sobre cómo le gustaba a Drew editar, qué se esperaba del libro de cocina, el proceso de convertir un borrador en el producto final.
Debía de estar mirándolo fijamente, porque sus ojos —brillantes por la luz del PowerPoint— se desviaron hacia mí. Atrapó mi mirada y la sostuvo durante un latido, dos, mientras Drew respondía a una de las preguntas de Lauren. Sus ojos pálidos eran de un gris perfecto y nublado, como mis días de oto?o favoritos, perfectos para obscenos chai lattes y bufandas gruesas. La forma en que me miraba me hacía arder el estómago.
No me recordaba de aquel fin de semana. Fue hace siete a?os, y había conocido estrellas mucho más brillantes que yo.
Luego volvió a apartar la vista, ante la avalancha de cifras y proyecciones, y asintió a la apasionada presentación de Drew. Por la forma en que hablaba de su trabajo, de sus autores, se notaba que amaba lo que hacía. Le encantaba ayudar a la gente creativa a plantar semillas y ver cómo esas semillas florecían y se convertían en proyectos fascinantes. Se dedicaba sobre todo a las memorias y a la fantasía histórica, pero le encantaba su forma de escribir y sus recetas.
—Y quiero ayudarte a compartirlos con el mundo —declaró Drew, apagando el proyector—。 Creo que podríamos ser un gran equipo.
—Bueno, eso es absolutamente encantador —respondió su agente, y yo no podía decir si el lanzamiento de Drew nos había hecho querer a James Ashton o no. Desde luego, era imposible leer a su agente. Hizo un gesto con la mano hacia nosotras—。 ?Te gustaría empezar, James, o lo hago yo?
James se sentó un poco más erguido, juntando sus largos dedos sobre la mesa que tenía delante.
—Empezaré yo, gracias, Lauren —empezó, y su voz estaba nivelada y fría, y dirigió esa mirada color pizarra a Drew—。 Creo que la comida debe ser una experiencia.
Me senté un poco más erguida, porque conocía esta parte. Sabía que iba a hablar del amor en el chocolate y del consuelo en la mantequilla y de la poesía en las especias, y me emocioné, quizá por primera vez desde que lo vi, porque significaba que no era tan diferente. Las mejores partes de él eran…
—Cualquiera puede hacer un queso a la plancha, cualquiera puede hacer una sopa de tomate y, con las herramientas adecuadas, creo que cualquiera puede hacerlo bien. Todo está en la presentación —prosiguió con confianza—。 Es la habilidad. Es la forma de crear tu arte culinario lo que realmente hace que sea una experiencia memorable.
Pensé en los bocadillos de mantequilla de cacahuete y mermelada de mi tía, que siempre se me quedaban pegados al paladar, y en cómo el Iwan que yo conocía me había dicho que eso era…
—Una comida perfecta —dijo.
No, no lo era.
Bajé rápidamente la mirada hacia la propuesta impresa que tenía delante. Drew me dedicó una peque?a sonrisa, yo le devolví la sonrisa y asentí con la cabeza, esperando no parecer demasiado confusa.
?Experiencia? ?Habilidad? ?Qué hay de sus recuerdos y anécdotas? ?Qué hacía que esos alimentos fueran entra?ables?
—Como se puede deducir de la propuesta, estoy buscando un editor que ofrezca tanto como yo, entre mis impresiones en Internet, medios de comunicación y conexiones, todo lo cual se indica en la propuesta. El libro de recetas en cuestión coincidirá con la apertura de mi restaurante en NoHo. Detallará especialidades de temporada y nuevas recetas para quienes busquen cocinas más excitantes, y se esforzará por captar lo que hace que una comida sea perfecta —terminó, y me robó una mirada.