Estaba segura de que era una advertencia muy importante, pero no me asustó.
—Temerle a una persona con poder solo la hace más poderosa —fue lo que le dije.
Ella apretó los labios y se reacomodó en la silla. Miró de nuevo la pantalla del portátil. Hubo algo misterioso en su silencio hasta que por fin murmuró:
—Tú no sabes de lo que son capaces de hacer aquí. De lo que Aegan es capaz.
—?Y tú sí lo sabes? —pregunté de vuelta al instante—。 Si es así, dímelo.
No dijo nada, y su silencio fue una respuesta que me dejó mirándola con extra?eza. Quizá ella también veía a los Cash como figuras a las que había que evitar molestar porque tenía muy arraigado el estilo de vida de la élite de Tagus, donde solo por tener un apellido famoso la gente se ganaba el respeto de todos, pero no el mío. Yo sabía que los tipos como Aegan estaban llenos de una sola cosa: defectos que se esmeraban en ocultar.
Aunque no por eso debía discutir con Artie. O sea, tenía un carácter tipo Shrek, y si me buscaban, la discusión la seguía hasta el final, pero ?discutir por esos tontos? No. No era así como quería llevar las cosas.
Antes de poder decirle algo para reparar la peque?a discusión, nuestra mesa fue asaltada por Dash y Kiana. Ella se deslizó en el asiento de enfrente, junto a Artie, con el rostro ardiendo por la emoción de un buen chisme. Dash se deslizó a mi lado, con una sonrisa amplia y fascinada. Se descolgó la mochila de una marca cara y comenzó a sacar un montón de billetes para dejarlos frente a mí.
—No tiene ciencia que juegues si dejas el premio —me dijo, y por último depositó un reloj sobre el pu?ado de dinero—。 Lo salvé todo anoche antes de que le cayeran encima.
Alterné la mirada entre él y los billetes.
—?Qué es esto?
—Lo que ganaste en el póquer —respondió Kiana con mucha obviedad—。 ?O solo te acuerdas de que le metiste un pepino por el culo a Aegan?
La verdad era que había olvidado por completo esa parte del dinero de la apuesta.
—Pues eso me pareció más que suficiente recompensa —admití.
—Bueno, pero ganaste la satisfacción y además dos mil dólares —se?aló Dash, acercándome más los billetes.
El agua que estaba tomando en ese momento se me salió por la nariz. Tuve que cubrirme la boca para no hacer un desastre. Sí, también había olvidado la cantidad de la apuesta.
—?Dos mil? —solté, estupefacta.
—Ni que fuera tanto —resopló Dash con un ademán de indiferencia.
?Le parecía poco? No salía de mi asombro.
—Dios, Jude, dejaste a Aegan con cara de imbécil derrotado —dijo Kiana con una enorme sonrisa de alegría—。 ?Fue icónico! ?épico! ?Inesperado!
—Ahora nadie para de hablar de eso —asintió Dash en un tono más bajo.
—Pero no es todo —continuó Kiana—。 Nadie ha visto a Aegan desde anoche.
—Creo que lo avergonzaste tanto que no quiere dar la cara o no sabe qué cara dar —agregó Dash entre risitas.
—O puede estar muy ocupado planeando cómo aplastarla —intervino Artie, concentrada en su portátil, pero con la oreja atenta.
De nuevo habló con demasiada seguridad sobre la crueldad de Aegan. No dudaba de que fuera cierto lo que decía, y ahora no dudaba de otra cosa: ella sabía algo. Artie sabía más de lo que demostraba. Bueno, eso era obvio, pero sabía algo que tal vez Kiana y Dash no.
—Como sea, acabas de cambiar las reglas del juego en todos los niveles —suspiró Kiana, sin caber en su felicidad.
Resoplé y miré mi puré mientras lo picaba con la punta del tenedor. Ya había perdido el apetito.
—No hay juego. —Negué con la cabeza.
—Todo con los Cash es un juego —me advirtió esa vez Dash, muy seguro—。 Y al final solo hay un ganador.
—Ellos —afirmó Artie.
De acuerdo, era un poco irritante que creyeran que ganarían siempre. Sí, sí, era territorio de los Cash. Cualquiera los preferiría a ellos antes que a una desconocida con la valentía por las nubes, pero yo no era asustadiza ni cobarde. Podía enfrentar lo que viniera. Debía enfrentarlo. Había llegado a Tagus dispuesta a lograr todo lo que me había propuesto. Sobrevivir a Aegan Cash solo era el nuevo reto.