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Perfectos mentirosos (Perfectos mentirosos #1)(13)

Author:Alex Mirez

—?Y qué si lo hago?

—Es repulsivo —opiné.

—Exacto.

—Debí imaginarlo… —murmuré, negando con la cabeza mientras escribía el título.

Adrik soltó una risa apática que pareció más un resoplido. Giré los ojos. él, su hermano y todo lo que representaban estaban empezando a revolverme el estómago de una forma desagradable, pero debía calmarme. No podía estar a la defensiva con tanta obviedad. Acababa de llegar, se suponía que no tenía ninguna razón para detestarlos tanto, ?no? Así que debía comportarme.

—Solo dime otro libro —pedí, seca.

—Expiación de Ian McEwan.

—Uno que sí hayas leído —me corregí.

—?Por qué piensas que no he leído ese libro? —inquirió como respuesta.

—Pues porque no —contesté simplemente.

Hubo una leve elevación en su comisura derecha que dio la impresión de ser una peque?ísima sonrisa, aunque no pude identificar de qué tipo era. ?Diversión? ?Burla? ?Nada?

—No te parece posible que yo pueda leer un libro de ese tipo solo porque he dicho que he leído algo del Marqués de Sade, ?verdad? —replicó, tranquilo, pero al mismo tiempo algo afilado.

—No, no es… —intenté defenderme, pero Adrik continuó:

—?O es que ahora crees que siempre leo cosas del estilo del Marqués de Sade?

—Que no, es que…

Adrik se inclinó hacia delante y apoyó el codo en la mesa para hablar conmigo con un aire más confidencial. Fijó sus ojos grises en mí. Fue intimidante, y yo no me intimidaba con facilidad.

—Odio al Marqués de Sade —me susurró, serio—。 Es tan repulsivo. Son solo perversiones y fantasías frustradas escritas para aliviarse, pero… al lector real le interesa leer cualquier tipo de libro. No quiere decir que todos vayan a gustarle, quiere decir que es abierto, que es curioso, que da oportunidades, y sobre todo que no pierde el tiempo criticando sin bases o apoyando las absurdas críticas de otros, porque forma su propia opinión y le basta con eso. A mí me basta con eso. —Y concluyó con—: ?No pudiste imaginar que esas eran mis razones o es que te resulta más fácil juzgar a las personas solo porque les gustan las cosas que a ti no te gustan?

Con eso me dio dos fuertes y triunfantes bofetadas mentales.

Pero me negaba a quedarme callada porque primero muerta y calcinada que derrotada por alguien. Exhalé y sacudí la cabeza, abrumada por la rapidez de sus palabras.

—No, espera —me apresuré a decir, reacomodándome, lista para entrar en debate—。 Solo creí que no leerías algo así porque eres…

—?Un Cash? —completó al instante.

Pesta?eé, incrédula.

—Pues… sí.

—Vaya —se rio con una risa casi imperceptible, pero de sorpresa.

Ni siquiera me dio tiempo de decir algo más. Alzó la mano hacia Lauris y dijo en voz alta:

—Profesora, ?puedo trabajar solo este semestre? —Toda la atención del aula recayó en él. Lauris dejó de escribir en la pizarra y lo miró con curiosidad—。 Es que mi compa?era cree que por mi apellido soy un estúpido y que por mis gustos soy un enfermo repulsivo. Y, la verdad, eso me parece muy prejuicioso.

Otra bofetada.

La clase entera me miró. Algunos se taparon las bocas para reprimir las risas, pero aun así se oyeron unas cuantas. Me ardió la cara de indignación y vergüenza, y de nuevo me sentí el centro de un asunto que podía empeorar solo para mí.

Apreté el bolígrafo con fuerza.

—?No es verdad! —me defendí rápidamente, negándome a parecer una estúpida—。 No es cierto. Yo solo dije que… Quise decir que…

Pero sí había quedado como estúpida. No pude salvarme. Me quedé cortada porque en realidad no podía decir mis razones para considerar a Adrik un idiota, no las más lógicas, y todos lo notaron.

Sí, fui un chiste total.

—Me temo, Adrik —dijo la profesora tras callar a los alumnos—, que esta es una mayor razón para que trabajen juntos y debatan sus puntos de vista, lo cual es el objetivo de la clase.

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