—No me gusta mezclarme con mucha gente —respondió.
Apoyé la cabeza en la madera y me quedé callada durante un rato. Solo se oían los tragos que Adrik le daba a la botella y su respiración tranquila. Por unos instantes, fue bueno sentirme acompa?ada, aunque en teoría no me estaba acompa?ando por consideración.
—Gracias —dije al fin— por interrumpir en el momento adecuado.
—No lo hice por ti —zanjó.
Por supuesto, él siempre se aseguraba de lanzar baldes de agua fría.
—Bue…
—Lo hice por mí —me reveló.
Alcé las cejas con cierta sorpresa.
—?Quisiste tener toda la atención del público?
—Quise que Aegan no se saliera con la suya por una vez.
Hundí el ce?o. Adrik estaba en mi lista de personas que decían cosas que no esperaba escuchar, pero por un instante me atacó una enorme duda.
—?Tú sabías que él diría eso en el brindis? —le pregunté.
—Jude —pronunció mi nombre tan serio que sentí que iba a rega?arme—, ?todavía piensas que los tres hacemos planes para humillarte?
Mira, lo aceptaré. Yo notaba que los tres tenían actitudes distintas como la indiferencia de Adrik hacia las cosas que le gustaban a Aegan o la amabilidad de Aleixandre al tratarme, pero me resultaba difícil separarlos. A fin de cuentas, eran hermanos, habían crecido juntos, obedecían a Aegan, le tapaban cualquier error… En pocas palabras, si debían ser fieles a la sangre, no se podía confiar mucho en ellos.
—No importa lo que yo piense —suspiré para no entrar en detalles.
él cogió aire y lo soltó con resignación.
—Sospeché que tramaba alguna cosa cuando empezó a hablar de un brindis especial —confesó, como si no le quedara otra que responder a mi pregunta anterior—。 Para Aegan, ?algo especial? siempre significa ?algo que he planeado cuidadosamente?, así que en cuanto comenzó con su show se me ocurrió hacer lo que hice. Eso es todo. Ahora ten, te ayudará.
Para mi sorpresa, me ofreció su botella. Dudé un momento solo por reacción automática, pero sí lo necesitaba, así que al final la acepté y me eché un trago largo. Me bajó por la garganta como fuego, pero funcionó como una inyección de valor al mismo tiempo.
Se la devolví.
—?Puedo preguntar si también sabes cómo averiguó lo de mi madre? —dije, todavía saboreando la potencia del alcohol.
Adrik se encogió de hombros.
—No, pero sí sé que tiene sus métodos para enterarse de las cosas. No debió hacer eso delante de todo el mundo.
Me sorprendió que fuera consciente de lo mal que había estado lo que me había hecho Aegan.
Pero ya no lo podía borrar.
—Bueno —suspiré—, como dijiste una vez: lo que sea que me haya pasado es culpa mía.
Después de eso, ninguno dijo nada. Adrik se echó un trago y luego me pasó la botella para que yo también bebiera. Y así estuvimos durante un rato, bebiendo en silencio. Cuando uno bebe, siempre pasa por diferentes etapas: al principio estás lúcido y el alcohol te da ánimos; varios tragos después, estás relajado, disfrutando; unos pocos más, y entras en ese estado que yo llamo ?el mareíto rico?, porque el mundo comienza a ser poco estable, la bebida te sabe deliciosa y pueden pasar dos cosas:
O todo te da risa porque tu lucidez se ha ido a la mierda.
O todo te afecta más que antes.
A mí me pasó lo primero. Ya sentía el mareíto rico, ya sentía que la casita daba vueltas, cuando empecé a reírme sin más. Y fue divertido porque, contagiado por mis risas, Adrik también comenzó a reírse. Sus carcajadas no eran tan desbocadas como las mías, pero, considerando su personalidad, uno se daba cuenta de que ya no estaba del todo sobrio.
—Gritaste: ??Chúpamela, Aegan!? —le recordé entre peque?as risas—。 ?Alguien le había dicho eso alguna vez?
Adrik resopló, pero ese resoplido se convirtió en una risa apática.
—No en su cara.
Seguí riendo al recordar cómo se había lanzado a la piscina. Su figura volando por los aires de repente me pareció demasiado chistosa.