Si había creído estar un paso por delante de Aegan Cash, me acababa de lanzar por un pozo.
Incluso pude oírlo en mi cabeza:
?Yo siempre tendré un plan mejor?.
16
La oscuridad puede ser un buen refugio,
pero cuidado con el monstruo que vive en ella
Me alejé de la fiesta hasta que oí la música lo suficientemente lejana. Y ahí tuve mi ataque de furia.
Me quité los estúpidos tacones y los arrojé lejos con fuerza. Me pasé la mano por la cara como si así pudiera quitarme todo ese ridículo maquillaje. Incluso solté un extra?o grito/grosería/gru?ido de rabia. Fue todo tan explosivo, tan colmado de ira, que al final me quedé quieta, agitada y derrotada, pensando, procesando que lo que acababa de pasar había sido peligroso e inesperado.
?Cómo se había atrevido a contarle a todo el mundo que mi madre estaba enferma? Ese tema siempre fue delicado para nosotros y nos tenía constantemente preocupados. Mi madre estaba bien un día y al otro no. Era impredecible: dolores, infecciones repentinas, debilidad, depresión… Su enfermedad me había roto por dentro. Que Aegan hubiera hablado de ello ante todos, en tono burlón, como si fuera parte de sus juegos, me había dejado claro que era el ser más miserable del mundo, que era lo más despreciable que había conocido nunca.
Y que no se detendría. Mientras yo lo retara, mientras siguiera atacando su imagen, seguiría siendo cruel, seguiría tratando de hundirme. Escarbaría en mi vida, esperando el momento en el que me equivocara. Lo peor: yo no le había temido a nada de lo que pudiera hacerme, a pesar de que aquella noche, en el auto, me había advertido que contaba con todos los recursos necesarios para una guerra.
En ese momento, tras demostrarme que no le importaba cuán malvadas fueran las medidas para derrumbarme, me pregunté si debía seguir con el plan.
Y no pude darme una respuesta clara porque la cabeza me daba vueltas. Me arrepentía mucho de no haber cogido alguna botella antes de huir de la fiesta.
Me quedé en medio de la oscuridad, sentada sobre una piedra. Lloré un rato para desahogarme y no guardarme nada que quisiera salir después… Oye, llorar es bueno. Si quieres llorar como las protagonistas de las novelas de época, hazlo, pero después está en cualquier constitución que seques las lágrimas y te levantes.
Yo me sequé las lágrimas con decisión, pero me quedé inmóvil, mirando el vacío, tratando de equilibrar mi rabia. El enfado era normal, pero demasiado enfado solo llevaba a errores. Tenía que calmarme.
Lo único seguro era que no pensaba regresar a esa maldita fiesta en lo que quedaba de noche. Se me ocurrió que quizá podía escabullirme hacia la habitación para tirarme en la cama, así que comencé a andar por ahí sin acercarme demasiado, intentando encontrar entradas alternativas en las que no me topara con nadie.
En cierto punto ni siquiera supe en dónde me encontraba, porque todo eran árboles y oscuridad. Pero de repente vi una casita sobre las gruesas ramas de un árbol enorme. La casita se veía bastante grande y lo más importante: vacía.
A lo mejor podía pasar la noche ahí. Lo que fuera con tal de estar lejos de los Cash durante unas horas.
Subí los tablones de madera. Pero al asomarme para mirar dentro, casi me caigo desde esa altura al ver una figura en el interior. No me salió el grito porque reconocí quién era, a pesar de la oscuridad.
Era Adrik y tenía una botella en la mano.
?Un rato sin los Cash?
No, mija, eso aquí es imposible.
Pensé en bajarme e irme, pero recordé que él se había lanzado a la piscina en el momento en que Aegan pretendía humillarme más. No sabía si fue casualidad o de una forma intencionada, pero me había salvado.
—?Se puede? —pregunté después de carraspear.
él, que estaba mirando al vacío, giró la cabeza y notó mi presencia.
—Aprovecha que hay alcohol en mi sistema y no estoy tan idiota —dijo con algo de indiferencia.
Terminé de subir y traté de ponerme derecha, pero no pude erguirme del todo. La casita estaba dise?ada para ni?os, y bueno, ninguno de los dos lo éramos ya, de manera que me senté a su lado, derrotada.
—Aquí estoy como predijiste, justo después de un momento ridículo —le dije tras una cansada exhalación—。 ?Tú qué haces aquí?