Mi padre está en silencio. Sólo sus labios torcidos demuestran que no está contento con la situación. Después de unos segundos, se enfoca de nuevo en la pantalla del ordenador. Respiro fuerte y me doy la vuelta.
—Si hablas en serio, no puedes ir a casa…— dice en voz baja cuando estoy en la puerta.
Miro por encima del hombro. Pienso en mi hermana, cuya última oportunidad de escapar de Beckdale es ahora mismo. Pienso en la sonrisa de mi madre. Sobre todo lo que ya no está en mi vida.
—?A qué casa?— Le pregunto.
No espero a que reaccione. Abro la puerta y me voy. Ahora mismo, sé una cosa con seguridad. Estoy haciendo esto por última vez.
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Todo el camino hasta la casa de Wren, me siento observada.
Y sin embargo sé perfectamente bien que estos temores son infundados. Ruby se sienta en la biblioteca de la ciudad al otro lado de Gormsey y reescribe las notas que James y Lin se turnan para darle. De camino a casa, ni siquiera estará cerca del vecindario. Debería dejar de ponerme nerviosa.
Pero la ansiedad no desaparece.
Tal vez el punto es que nunca le he mentido a mi hermana antes. Por 92
supuesto que tenemos secretos la una con la otra, pero nunca ha sido nada de esta importancia. A sus espaldas, me encontraré con un chico de su escuela. Cuando descubra que estoy haciendo lo que me advirtió, se molestará conmigo.
Wren y yo sólo somos amigos, aunque no estoy segura de que sea la palabra correcta para nuestra relación. Porque aparte del hecho de que nos escribimos casi todos los días, los encuentros cara a cara puedo contar con los dedos de una mano.
Tal vez sólo estoy emocionada. ?Y si voy a la casa equivocada y toco el timbre equivocado? O peor aún, ?si nadie me abre?
Pero cuando llego a un callejón cuyo nombre me envió Wren, inmediatamente me doy cuenta de un peque?o carro de muebles, del cual los porteadores toman el sofá y se dirigen al peque?o inmueble. Frente a la puerta, las cajas están apiladas, así que inmediatamente sé a qué casa ir.
Me aseguro cuando Wren se para de repente en la puerta y recoje una de las cajas. Lleva una camiseta gris sin mangas, vaqueros negros y tenis.
Levanta la mano al verme. Paso por el último tramo, paso el coche, camino por el estrecho camino de entrada a la puerta, sin apartar los ojos de él.
Sólo después de un tiempo me doy cuenta de que debo comprobar la hora.
Miro el reloj con nerviosismo.
—Sólo hay ocho minutos de mi casa a la tuya—, digo yo.
—Aparentemente, Internet estaba equivocado,— dice Wren.
—O no tuvo en cuenta mi ritmo vertiginoso.
—O dio un tiempo aproximado para los ancianos con un andador y por eso salieron diez minutos. — Sonrío. Wren tímidamente devuelve la sonrisa y se mira a los lados. Pero vuelve a mí con su vista otra vez.
—Vamos.
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Hay cajas apiladas en el suelo desde el umbral. Me paro, y cojo una con el nombre de Wren escrito en grandes letras negras.
—Incluso conozco esta calle.— Digo cuando Wren se aparta para que yo pueda volver a casa. También recoge la caja y subimos, dejando la puerta abierta. Las escaleras blancas están crujiendo bajo mis pies. Los escalones son muy estrechos. Tengo que tener cuidado de no caerme.
—Aquí.— Vamos a la primera habitación de la derecha. —Pon eso en cualquier lugar.
La habitación es casi del mismo tama?o que la mía. Paredes amarillentas y vacías con ara?azos y grietas del pasado. El suelo está crujiendo aún más que las escaleras. Supongo que cada paso se oye por toda la casa.
—Aquí está muy…— Empieza Wren. Al principio creo que dudó porque buscaba las palabras adecuadas, pero luego veo que está tranquilo y sólo sacude los hombros.
— Eso es encantador. Puedes hacer mucho aquí. Para eso vine, ?no?
Me puse ropa de trabajo a propósito.— Se?alo mis viejos pantalones grises de chándal y una camiseta negra suelta, que ha estado mostrando rastros de pintura desde Navidad, cuando Ruby y yo estábamos renovando un armario de especias para papá. Me recogí el pelo en una cola de caballo, cuyas puntas me hacen cosquillas entre los hombros.
—Comparte tu optimismo conmigo—, dice Wren, y vuelve a mirar la habitación. Ya hay un marco de cama y un escritorio junto a la pared. Está de pie bajo la ventana. Tres pasos son suficientes para que me acerque a él.