The Seven Year Slip(23)
—Apenas me conoces.
Chasqueó la lengua contra el paladar y me estudió un momento, con los ojos un poco más oscuros que antes.
—Creo que tu color favorito es el amarillo —adivinó, y vio cómo la sorpresa se dibujaba en mi cara—。 Pero no un amarillo brillante, sino más bien un amarillo dorado. El color de los girasoles. Puede que incluso sea tu flor favorita.
Me quedé con la boca abierta.
—?Supongo que estoy cerca? —preguntó con un suave retumbar, y la petulancia hizo que se me enroscaran los dedos de los pies.
—Un golpe de suerte —respondí, y él sonrió tanto que le brillaron los ojos—。 Bueno, ?cuál es el tuyo?
La sonrisa torcida se dibujó en sus labios. Chasqueó de nuevo la lengua contra el paladar.
—Eso sería hacer trampa, Lemon —ronroneó—。 Tendrás que adivinarlo.
Luego se bajó de la encimera y volvió a cocinar. Y así, el momento de tensión estalló como una burbuja, aunque aún me sentía embriagada por lo cerca que había estado.
Tomé la botella de rosado y me serví otra copa, la iba a necesitar. Creo que esta noche he mordido más de lo que podía masticar. Si ahora tenía veintiséis a?os, en mi época tendría… ?treinta y tres? Probablemente alquilando en algún lugar de Williamsburg, si se quedaba en la ciudad, con un compa?ero y un perro al menos. (Parecía que le gustaban los perros.) No llevaba anillo, pero en siete a?os pasaban muchas cosas.
Podrían pasar muchas cosas.
La historia de mi tía estaba cruda en mi memoria. Primera regla: quítate siempre los zapatos junto a la puerta.
Segunda, nunca te enamores en este apartamento.
No me preocupaba demasiado.
Agarró una sartén de la rejilla y le dio vueltas en la mano, casi dándose un golpe en la sien. Intentó fingir que no se había desmayado mientras dejaba la sartén sobre el quemador izquierdo de la estufa.
—No he preguntado —dijo—, ?pero te apetecen fajitas esta noche? Es la receta de mi amigo.
Fingí horrorizarme y agarré mis perlas imaginarias.
—?Qué, no hay sopa de guisantes para mis delicadas papilas gustativas?
—A la mierda la sopa de guisantes. —Luego, más tranquilo, a?adió—: Eso es ma?ana por la noche.
Capítulo 8
Romance en chocolate
Las fajitas eran, sorprendentemente, excelentes.
—No sé si debería alegrarme de que te sorprendas o sentirme un poco ofendido —murmuró, sirviéndose otro vaso de bourbon (que también había utilizado para sazonar las tiras de filete cuando las cocinaba)。
Nos sentamos en la mesa amarilla de mi tía, en la cocina, y comimos unas de las mejores fajitas que había probado en mi vida. La ternera estaba tierna —debía de ser flancos o falda—, tan jugosa que se deshacía en la boca, con un toque final de ese sabor ahumado a bourbon. El condimento era dulce y picante a la vez, lo justo de chile en polvo para compensar la pimienta de cayena. Los pimientos y las cebollas estaban crujientes, y seguían chisporroteando cuando trajo la sartén y la puso en el centro de la mesa, junto con tortillas calientes, crema agria, guacamole y salsa picante.
Me dijo que había aprendido a hacerlos con su compa?ero de habitación en esa escuela culinaria de lujo suya y que era una receta especial de la familia, así que aunque me encantaran, había jurado guardar el secreto.
—Algún día lo convenceré para que abra un restaurante o un camión de comida, al menos —a?adió desafiante, picoteando los pimientos que sobraban en su plato—, y me lo agradecerá.
—?O claro! —bromeé. Di un último mordisco a la fajita antes de darme cuenta de que estaba llena y no podía comer más, y aparté el plato con un gemido—。 Bien, lo he decidido: si sigues cocinando así, puedes quedarte todo el tiempo que quieras.
Arrancó un trozo de tortilla, agarró con ella un trozo de pimiento y un filete, y se lo comió.
—Esa es una declaración peligrosa, Lemon.
—?Peligrosa o genial? Siempre he querido tener un chef en casa, como las estrellas de cine. ?Cómo es tener comidas preparadas para ti? ?Tienes hambre? —Y le hice una se?al a nuestro camarero imaginario—。 Por favor, me encantaría un escargot junto a la cascada en la terraza de la piscina.
Soltó una carcajada.
—Bromeas, pero conozco a alguien que hace eso en Los ?ngeles —dijo—。 Lo odia, pero le pagan bien y se queda. Yo no podría. Siempre quieren lo mismo: bajo en carbohidratos, baja en calorías, ceto, limpieza, vegetariana, lo que sea, demasiado desalmado para mí. No es lo bastante aventurero.
—?Así que obviamente quieres ir a trabajar a un restaurante donde tienes que cocinar lo mismo todos los días?
Puso los ojos en blanco.
—Todos los días lo mismo —repitió entre comillas, y acercó la silla, con los ojos brillantes de pasión. El gris se arremolinaba, como el ojo de un huracán, tan fácil de perderse en él que casi sentí que podía hacerlo—。 Lemon, en primer lugar, el menú es de temporada, y en segundo, la práctica hace al maestro. ?Cómo si no aprendes a hacer la comida perfecta?