The Seven Year Slip(56)
Mientras volvía, intenté fingir que estaba haciendo algo: doblé la servilleta, la desdoblé, inspeccioné los cubiertos (ni siquiera me había dado cuenta de que mi tía tenía palillos de metal) y, cuando se sentó, preguntó: —?Mis habilidades para lavar los platos dejan algo que desear?
—No, no, están perfectos —contesté rápidamente, dejando los palillos—。 Yo solo… Um. Mi reflejo en el… Las paredes son finas —admití, y él resopló una carcajada.
—Mi mamá. Está muy preocupada. Como las madres —a?adió poniendo los ojos en blanco y agarrando una servilleta de la mesa—。 De todos modos, te manda saludos.
—?Le has hablado de mí? —pregunté, sorprendida.
—Le he dicho que he conocido a una amiga —respondió—。 Y así, por supuesto, ella asume inmediatamente que vamos a fugarnos a Las Vegas.
—Vaya, eso sí que es un salto.
—Esa es mi madre. —Se rio—。 ?Vamos a comer?
—Bone appetite —le dije, haciendo que casi se atragantara con su vino al ir por un trago, soltando una carcajada, y di un bocado a la comida para no parecer demasiado engreída. Resulta que me moría de hambre. Los fideos fríos estaban deliciosos, y la carne era tan tierna que casi se deshacía en la boca.
—Una buena paletilla de cerdo nunca me defrauda —respondió—, y hay que reconocer que esto es una especie de comida reconfortante para mí. Han sido unas semanas duras.
—?Oh! ?Tu entrevista! —jadeé, recordando de repente. Tenía un aspecto un poco desmejorado, ahora que lo pienso. Tenía el pelo grasiento y echado hacia atrás, y la camisa blanca que llevaba parecía haber sufrido mucho hoy, con el cuello caído, dejando al descubierto la marca de nacimiento que tenía en la clavícula. Aparté inmediatamente la mirada—。 ?Conseguiste el trabajo?
Tragó un bocado de comida antes de hacer una pose y decir: —Soy oficialmente su nuevo lavavajillas. Se me había olvidado lo agotador que era. —Me ense?ó las manos. Ya estaban secas y agrietadas, y cuando le sujeté la mano, su piel era áspera al tacto.
—Necesitas una buena crema hidratante —le dije mientras se las echaba hacia atrás y miraba con desolación el lecho de sus u?as—。 O guantes de goma.
—Probablemente…
—Todo irá bien. No es como si fueras a ser un lavaplatos para siempre.
—No, y manos agrietadas aparte, ha sido genial. He trabajado en cocinas antes, pero hay algo en el Olive Branch que simplemente…
—?Ese es el nombre del restaurante? —pregunté, aunque ya lo sabía.
—?Ah, sí! ?No te lo había dicho? —Cuando negué con la cabeza, esbozó una sonrisa de disculpa—。 Deberías venir alguna vez. Te lavaré los platos muy bien.
—Me siento halagada, Iwan.
Sonrió, hizo girar los fideos alrededor de los palillos y comió otro bocado.
—El jefe de cocina es magnífico. Sabe exactamente cómo sacar lo mejor de todos sus cocineros. Dirige un barco muy apretado, pero estoy deseando que llegue —dijo, casi con reverencia, y luego arrugó la nariz—。 Bueno, sobre todo.
Enarqué una ceja.
—Hay un puesto de cocinero y quiero solicitarlo, pero…
—?Pero qué? Hazlo. Los apartamentos por aquí son estúpidamente caros.
—Lo sé, pero me acaban de contratar, así que no estoy seguro de que deba hacerlo. No me lo he ganado, en realidad, y hay otro tipo que lo solicita, de todos modos. Prepara verduras. Todo el mundo piensa que lo va a conseguir.
—Por eso —adiviné—, ni siquiera vas a intentarlo.
—No estoy seguro de si debo hacerlo ?Y si no soy lo suficientemente bueno? ?Y si hago el ridículo delante del Chef? He tenido suerte con esta oportunidad de estudiar con el ídolo de mi abuelo. El abuelo nunca recibió entrenamiento formal, y quiero esto más que nada. Quiero que se sienta orgulloso, ?sabes? Y no sé si…
Me acerqué y puse mi mano sobre la suya. Se sobresaltó y guardó silencio, bajó la vista hacia mi mano y luego volvió a mirarme. Le froté suavemente la piel con el pulgar.
—James Iwan Ashton —le dije suavemente—, tienes talento y eres incansable, y te mereces ese puesto tanto como cualquier otro.
—No he pagado mis cuotas…
—?Y quién decide qué cuotas hay que pagar? Si quieres algo, tienes que ir por ello. Nadie estará más de tu parte que tú.
Vaciló.
Enrosqué mis dedos alrededor de su mano y la sujeté con fuerza.
—Sé despiadado con tus sue?os, Iwan.
Cambió de mano y en su lugar entrelazó nuestros dedos, los suyos secos y agrietados, y los míos suaves y pálidos.
—De acuerdo —aceptó finalmente, y volvió a dirigirme esos preciosos ojos grises—。 Aunque creo que nunca te he dicho mi nombre de pila.
—Claro que sí —respondí rápidamente, deslizando mi mano fuera de la suya. Volví a mi comida—。 ?Te acuerdas? La primera noche. —Me di un golpecito en un lado de la cabeza—。 Este cerebro es como una trampa de acero.