The Seven Year Slip(59)
—La cocina está fuera de los límites —dijo, y gritó algo detrás de ella para una salsa o algo así. Debía de ser la ayudante.
Todo en la cocina era un caos. La gente gritaba: ??Atrás!? mientras acercaban sartenes chisporroteantes a la parte delantera para emplatar, o ??Esquina!? mientras se daban la vuelta, arrojando los platos a los fregaderos de la parte trasera. Era todo muy abrumador, pero me obligué a mantenerme firme.
Otro camarero me pasó a la cocina y dejó un ticket en la estación con el ayudante, que lo agarró y gritó el pedido de vuelta a la cocina.
Luego se volvió hacia mí y dijo, de nuevo, un poco molesta: —La cocina está prohibida.
—Solo estoy buscando…
Hizo un gesto al camarero que estaba a mi lado.
—Sácala de aquí.
A mi lado, el camarero, un tipo desgarbado de unos veinte a?os, se giró y abrió los brazos para intentar acorralarme de nuevo en el pasillo.
—Lo siento, se?ora —murmuró, mirándose los zapatos y sin mirarme a los ojos.
Intenté apartarlo.
—?Espera, espera, quiero hablar con el jefe de cocina!
—Todo el mundo lo hace —respondió la ayudante, sin dignarse siquiera a levantar la vista mientras limpiaba el borde de un plato caliente emplatado—。 Tú no eres especial.
Bueno, eso fue grosero. El camarero me agarró del brazo, pero me zafé.
—Mira, solo necesito unos minutos…
—?Lo ves aquí? ?Fuera! —volvió a gritar, agitando la mano, y el camarero me empujó fuera de la cocina. Nunca en mi vida me habían maltratado con tanta disculpa. Murmuró—: Lo siento, lo siento, lo siento —mientras me sacaba por la puerta.
Tropecé de nuevo hacia atrás en el pasillo, y Mordor se cerró en un destello de puertas plateadas batientes.
—Espera, por favor, solo necesito hablar…
—?Pasa algo?
El camarero se congeló. Yo me congelé. El corazón me golpeó el pecho.
Se volvió rápidamente hacia la voz que había detrás de mí.
—Chef —murmuró, todavía mirando al suelo—。 Lo siento. Vino a la cocina preguntando por usted.
—?Ahora sí? —retumbó. Sentí que se me erizaba la piel.
—La Chef Samuels me pidió que la sacara.
—Espero que no permanentemente.
El camarero dio un respingo.
—Yo… uh…
—Es una broma —se lamentó, casi con lástima, y luego le hizo un gesto para que se fuera—。 Ya la tengo. Puedes volver al trabajo.
—Sí, Chef. —El camarero asintió de nuevo, y rápidamente se fue a atender sus mesas.
Cuando el mequetrefe se fue, oí retumbar al chef: —No eres de una revista.
Giré sobre mis talones y me volví hacia James Ashton. Se me hizo un nudo en el estómago. Hacía apenas media hora, tenía su boca en mi cuello, su aliento en mi piel, y ahora no podíamos estar más separados.
—James —lo saludé, tratando de mantener el tono de voz.
Esperaba que esto funcionara.
Esperaba que Iwan tuviera razón.
Llevaba el uniforme de cocinero, una filipina blanca abotonada por delante, tensando sus anchos hombros.
—?Sí, Clementine?
—Rechazaste nuestra oferta.
—Lo hice, y si es por eso por lo que estás aquí —dijo con cuidado—, mi decisión es definitiva.
El corazón se me desplomó en los dedos de los pies.
—Espera, escúchame…
—Lo siento —continuó, dejando caer los brazos a los lados y pasó junto a mí en dirección a la cocina—。 Realmente necesito volver al trabajo…
Giré sobre mis talones.
—?Es por mi culpa?
Se detuvo sobre sus pasos, de espaldas a mí. Tenía las manos tan apretadas que sentía que las u?as me hacían muescas en las palmas.
—?Es por mí? —repetí—。 Porque tú y yo…
Me miró por encima del hombro y ésa era toda la respuesta que necesitaba.
Fue por mi culpa. Mis pu?os empezaron a temblar. Probablemente debería haberme sentido triste porque me odiaba, pero ?castigar a Drew? No estaba triste, me estaba enfadando.
—Espera, ?no te parece un poco duro?
Se volvió hacia mí.
—No, en realidad.
—Ni siquiera hicimos nada —dije, dando un paso hacia él mientras retrocedía—。 Solo nos besamos un par de veces. Solo eso. —Di otro paso, y él se apretó contra la pared, enmarcado entre un candelabro y un bodegón de un frutero—。 Y estoy segura de que has hecho más que eso desde entonces, James.
Sus pálidos ojos se abrieron de par en par.
—Um… bueno…
—Entiendo que no te guste o que quieras olvidarme, pero ?rechazar la oferta de Strauss y Adder por mi culpa? —Seguí adelante porque el Iwan que yo conocía y el hombre que tenía delante no podían ser más diferentes, y me daba igual el éxito que tuviera ahora o lo guapo que fuera, yo tenía una huella editorial que salvar.