Después fue Adrik. Tenía un full. Tres cartas del mismo valor y otro par de cartas de otro mismo valor. Eran buenas cartas, superaban al trío del muchacho, pero ?superaban a Aegan?
Rasqué la tela de mi pantalón por debajo de la mesa, inquieta.
Le tocó a él. Durante un momento no dejó de mirarme con esa sonrisa de suficiencia. Hasta me imaginé lo que intentaba decirme: ?Lo siento, mu?eca, hoy te vas a tener que quitar hasta la piel?. Y me preocupaba y enfadaba de solo pensarlo; en serio.
Lentamente, Aegan dejó las cartas sobre la mesa y anunció lo que tenía en la mano:
—Póquer.
Cuatro cartas del mismo valor. Cuanto más alto era el valor de esas cuatro cartas, más alto era el ranking de la mano. Aegan tenía números grandes. Números intimidantes. Sin duda alguna era una mano ganadora, así que los que debían de ser sus amigos empezaron a pitar por su victoria, mientras que el resto comenzó a celebrarla como si ellos también hubieran ganado buenas apuestas.
Y entonces yo mostré mis cartas.
Y como por arte de magia se hizo el más pasmoso de los silencios.
Silencio absoluto.
Un silencio que te cagabas.
Mi voz fue lo único que se escuchó:
—Escalera real de color.
Una mano invencible. Un as, un rey, una reina, una jota y un diez. Todos por el culo de Aegan Cash, y sin lubricante.
Fue un momento histórico. A?os después, si habías estudiado en Tagus y recordabas el estatus de los Cash, reconocerías que fue algo épico: alguien le había ganado a Aegan, y ese alguien había sido una chica que jamás había estado con él y que no sentía más que desprecio por su persona y ganas de humillarlo.
Los entornados ojos de Aegan se posaron en las cartas y después en mí. Le sostuve la mirada, conteniendo un estallido de emoción, y entonces aquella sonrisa, aquella insoportable sonrisa de triunfo con la que él me había recibido en la mesa, finalmente se esfumó.
Puff.
Nada.
?Qué había sucedido, Aegan? ?De repente ya no eras el único ganador?
Todos lo observaron, boquiabiertos, como si hubiese un fallo en el sistema y no supieran qué hacer ahora. El líder había sido vencido, y eso había tenido que afectarle. Me lo imaginé histérico, listo para gritarme, pero su reacción fue la que cabía esperar de su posición y de su personalidad. Su rostro se ensombreció de inmediato y sus ojos chispearon como si estuviera conteniendo una ira colérica.
—?Sorpresa, Aegan! —canturreé entonces con una gran sonrisa—。 ?Lo ves? Sí que vale más de siete mil dólares verte la cara de imbécil perdedor.
No dije más y me levanté de la mesa.
Fin del juego.
Atravesé la multitud que me miraba con estupefacción, susurraba o trataba de escanear hasta mis zapatos. Me sentí satisfecha porque ni siquiera había planeado aquello y aun así lo último me había salido espontáneo y natural, como la frase de los héroes cuando dan el golpe de gracia a los monstruos en las películas.
En cuanto estuve más o menos lejos, Artie llegó de repente y se enganchó a mi brazo. Solo ahí sentí una repentina y nerviosa necesidad de aferrarme a ella sin detenerme. Un escalofrío me erizó la piel y me hizo percibir con incomodidad el frío de esa noche.
—Jude, ?recuerdas que esta ma?ana me preguntaste qué era lo peor que te podía pasar aquí? —me murmuró. Su voz sonó medio asustada.
—Sí…
—Pues era esto —susurró con gravedad—。 Acabas de firmar la sentencia de muerte de tu vida entera en Tagus.
Me reservaré explicaciones.
Solo diré que tenía muy claros mis objetivos.
Pero que yo misma los comencé a complicar.
Porque a partir de ese momento, de ese error, de ese juego, todo el lío comenzó.
Así que te lo advierto: en esta historia la cagaré muchas veces. Ve acostumbrándote.
3
Todo lo que pisas es territorio enemigo
Mi primer día oficial de clases y:
1. Tenía resaca.
2. Mis ojeras parecían las de la novia cadáver.
3. Cada vez aumentaba más la sensación de que Aegan Cash iba a cobrarse mi burlita.
Artie me había advertido que podía ser un mal comienzo solo por haberlo insultado. En la vida normal, es malo insultar a las personas, sea cual sea su nivel social. En la vida de Tagus, solo es una condena insultar a los elegidos. Y Aegan era el elegido número uno. Existía un gran grupo de gente que lo seguía con fidelidad política, que respetaba la historia del apellido Cash, que admiraba ese linaje, que estaría dispuesta a darme la espalda por creer que podía desafiar el statu quo.