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Perfectos mentirosos (Perfectos mentirosos #1)(12)

Author:Alex Mirez

En cualquier otro caso, era obvio lo que debía suceder ahora: una reprimenda de la profesora y la prohibición de entrar, pero no era así para los Cash. Nunca era igual para ellos. Yo no lo sabía del todo en ese momento. Lo fui descubriendo poco a poco. Era como si el mundo se obligara a funcionar diferente para adaptarse a lo que fuera mejor para los tres hermanos. Eran impunes a lo que se solía castigar. Tenían puertas abiertas donde solo había muros para otros. Eran superiores solo por su sangre y su historia.

Así que la profesora le dedicó una sonrisa afable, sin reproche. Incluso me dio la impresión de que se alegraba de verlo allí.

—Cash, pase —le dijo, se?alando el interior del aula—。 Ya se me hacía raro que no estuviera aquí. Me temo que se perdió la elección de parejas; trabajará con Derry, que ha sido la única que se quedó sola.

El silencio fue sepulcral.

—?Es necesario? —preguntó él tras un momento.

—Sí, esta vez no lo dejaré trabajar solo. —No dio derecho a réplica la profesora—。 El trabajo en grupo es importante.

Pensé que diría algo más, pero Adrik avanzó hacia la mesa sin decir palabra, todavía casi arrastrando la mochila. Algunos se susurraron cosas y luego me miraron. Yo me mantuve quieta, sin dejar traslucir nada que pudiera dar de qué hablar.

Llegó hasta el lugar vacío y se sentó a mi lado. Dejó caer la mochila, colocó los antebrazos sobre la mesa y miró al frente. Una suave brisa que olía a loción de afeitar masculina me golpeó la cara y amenazó con causarme alergias. Nota que no necesitas: casi todo me hacía estornudar y terminaba enojada por estornudar tanto.

La clase continuó.

—Anoten los nombres de los autores que estudiaremos este semestre —explicó la profesora, de espaldas a nosotros—。 Mientras tanto, tomen una hoja y pregunten a su compa?ero sus gustos literarios.

Abrí mi libreta y saqué una hoja. Tomé un bolígrafo, hice dos columnas con nuestros nombres y me quedé en silencio por un instante. La verdad era que no quería preguntarle nada a Adrik. Otro de mis grandes defectos: era orgullosa, pero eso seguramente ya lo notaste, jejé.

Igual no fue necesario.

—El retrato de Dorian Gray —dijo él de repente, sin mirarme.

Me dejó extra?ada. A mí también me gustaba mucho ese libro. No había leído todos los libros del mundo, claro, pero durante un largo tiempo en el que no había tenido ganas de socializar con nadie, leer se convirtió en uno de mis refugios, y ese tipo de historias que reflejaban los errores y la podredumbre humana eran de mis favoritas.

Anoté el título en las dos columnas. Después golpeé la hoja con la punta del bolígrafo, pensativa.

—?Por qué te gusta? —no pude evitar preguntar.

Adrik se tomó su tiempo. Incluso pensé que iba a ignorarme como el resto de los alumnos, pero un momento después alzó los hombros.

—Te ense?a que puedes ser casi perfecto por fuera, y en realidad estar malditamente podrido por dentro —respondió sin más. Me fijé en que tenía una voz suave y taimada. Comparada con la potente y enérgica voz de su odioso hermano, la suya era intrigante y, por desgracia, era placentero escucharla.

En cuanto al libro, otra sorpresa para mí, yo opinaba lo mismo.

Las palabras salieron solas de mi boca:

—Y que el poder corrompe el alma.

—Que el poder, en realidad, es una debilidad —asintió él.

Entonces giró la cabeza y me observó. Tenía los ojos de un gris oscuro, nubloso, plomizo. Unas tenues ojeras le daban aspecto cansado. La comparación con su hermano fue inevitable: mientras que la mirada de Aegan era desafiante y estaba rebosante de altivez, la de Adrik era penetrante, un tanto misteriosa, difícil de sostener, pero interesante…

Era un Cash.

No debía olvidar que era un Cash. Y con los Cash había que ir con cuidado. Siempre.

—Bien. —Carraspeé y devolví la mirada a la lista—。 ?Otro?

—Estuve leyendo Diálogo entre un sacerdote y un moribundo. Es un relato corto, pero sería interesante ver qué opinan.

—?Lees al Marqués de Sade? —le pregunté, ce?uda.

él alzó los hombros con indiferencia y se apoyó en el respaldo de la silla, muy relajado. De forma distraída y aburrida, comenzó a rascar la mesa con la u?a del dedo índice.

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