Home > Books > Perfectos mentirosos (Perfectos mentirosos #1)(103)

Perfectos mentirosos (Perfectos mentirosos #1)(103)

Author:Alex Mirez

Busqué apoyo en Adrik por un instante, esperando que dijera algo, pero él solo estaba ahí sentado, quieto, mirando a la profesora con un aire ausente y distante.

—Si no me demuestran que al menos lo intentaron, no puedo darles otra oportunidad —insistió ella, como si fuera muy simple—。 ?Cómo, si no, puedo saber que simplemente se les olvidó hacer el vídeo, y que por eso ahora vienen a pedirme una prórroga?

—Porque usted sabe que soy responsable —alegué con una nota de súplica.

Ella formó una fina línea con los labios y observó a Adrik. En serio esperé que dijera algo porque, de lo contrario, yo misma era capaz de hacerle tragar el teléfono con el vídeo.

—Nunca me he dejado de hacer un trabajo —aseguró él sin más, medio adormilado.

?Ese era su argumento? ??Solo eso?! ?Por qué no nos defendía? Quise golpearlo ahí mismo, pero me contuve.

Lauris extendió más la mano hacia mí.

—O me dejas ver el vídeo o les pondré cero de inmediato —advirtió.

Lo que menos quería era un cero, pero tampoco quería pasar vergüenza delante de ella. En el vídeo había quedado grabado todo. Cuando digo todo, es, bueno, eso tan raro que había sucedido entre nosotros.

Antes de entrar en la biblioteca creí que podía convencerla. O, mejor dicho, creí que Adrik me ayudaría a convencerla, pero como él no estaba colaborando, aquello era un caso perdido. Me daba vergüenza, pero la vergüenza no me haría salir de Tagus, un cero sí.

Con mucha duda y con el corazón latiéndome a mil, desbloqueé el móvil, busqué el vídeo y le di al play. Le pasé el teléfono y ella comenzó a verlo.

Al principio todo estaba bien. Salíamos Adrik y yo sentados uno frente al otro, leyendo, pero luego… ahí estaba el horror. Yo comenzaba a comportarme como una estúpida, él intentaba hacerme entrar en razón, yo le saltaba encima y al final nos besábamos. Para rematar, ni siquiera nos besábamos como personas normales que no sabían lo que estaban haciendo. ?Nos besábamos como unos calenturientos que jamás habían tenido contacto físico! Lo peor era que se veía el bulto en el pantalón de Adrik. Sin olvidar que se oía perfectamente todo lo que decíamos sobre el maldito incienso.

La profesora lo paró en medio del beso.

Nos miró, curiosa y seria. Me ardía la cara por la vergüenza. Quería meterme debajo de una piedra y no salir jamás. Además, era raro pasar por eso teniendo a Adrik al lado, pero aún era más raro que él no parecía incómodo.

—Lo siento mucho —me excusé, superapenada, esperando que el verme tan patética ayudara en algo—。 No era por completo yo… Si nos da otra oportunidad…

Lauris se reacomodó sobre su asiento y exhaló. Su expresión empeoraba mi estado. No parecía la profesora relajada de siempre. Su mirada había pasado a ser algo dura.

—Lo único que no puedo pasar por alto es el hecho de que se drogaron —soltó, con un tono duro de reproche.

—No teníamos ni idea —la interrumpí, de nuevo recurriendo a lo que fuera para salvarme—。 No es algo que yo suela hacer. Me dijeron que era terapéutico. Yo no sabía que…

—?Y el se?or Cash no tiene más experiencia en esas cosas? —inquirió ella, lanzando esa afilada pregunta directamente hacia él.

Adrik se encogió de hombros. Maldición, quería coger el libro más grueso de los estantes y golpearle con él en la frente. Seguía sin parecer preocupado.

—Al principio no me di cuenta —se limitó a decir sin mucho interés—。 Esa es la verdad.

La profesora esperó que dijera algo más, yo esperé que dijera algo más, pero él no dio se?ales de tener intención de agregar nada. Entonces Lauris suspiró como si estuviera decidiendo qué hacer con nosotros. Permanecí encogida en la silla, nerviosa. Quería hablar, quería seguir rogando, pero temí empeorar las cosas.

—Les voy a aprobar con la nota mínima —dijo después de un minuto que me pareció eterno.

El mundo se me cayó a los pies.