—?Qué? ?Te vas a prostituir por una nota? —pregunté, ce?uda.
—?No estás armando un escándalo? —dijo, como si estuviera esforzándose demasiado. Después agregó una nota dramática a las palabras, como si me estuviera imitando—: Que tu futuro depende de esa nota, que esto, que lo otro… Me obligas a tomar medidas drásticas.
Eso me causó cierta gracia, pero seguía preocupada, así que pateé una piedra imaginaria, inquieta, dudosa.
—?Crees que funcionará? —murmuré.
él asintió y, a decir verdad, me transmitió cierta calma. Si en algo era bueno Adrik Cash, era en hacer parecer que no valía la pena preocuparse por demasiadas cosas. La vida se percibía más sencilla y menos dura a su alrededor.
—Estoy tan seguro como que una vez esa profesora me dejó una nota en un examen que decía: ?Puedo darte clases privadas?. —Luego a?adió en un susurro confidencial—: Y sabemos que ella no ense?a matemáticas.
No pude evitar reírme. Tampoco pude evitar sospechar que el motivo de ese cambio de actitud tan brusco de la profesora se debía a que le gustaba Adrik, y que lo del beso le había causado celos. No me sorprendió. Ella lo miraba raro cuando nadie se daba cuenta…, excepto yo.
—Qué extra?o… —Negué con la cabeza y reí al mismo tiempo—。 Bien, dejaré que tú lo resuelvas.
Adrik esbozó una sonrisa escasa.
—Deberías confiar un poco en mí, Jude.
Entonces le dio un golpe lateral a la máquina, en un punto específico, y la condenada expulsó la barrita que yo había seleccionado.
—Gracias —asentí con sinceridad después de cogerla. Carraspeé y con cierta dificultad agregué—: Lo que te he dicho antes… estuvo un poco feo.
él hizo un gesto para restarle importancia. Ni siquiera parecía molesto, a pesar de que estuve a punto de darle una patada en la cara.
—No importa, en realidad es cierto —admitió, encogiéndose de hombros con indiferencia—。 Digo mi apellido, y puedo acceder a los archivos secretos del Vaticano si se me antoja.
Ambos comenzamos a caminar por la acera. Yo iba a mi apartamento para hacer las tareas del día. No sabía a dónde iba él, tampoco sabía por qué no cogía su coche, pero el caso fue que nos hicimos compa?ía.
Rasgué la bolsita de la barra y le di un mordisco. Por un momento no quise decir nada, solo masticar. Pero de repente empecé a sentirme algo incómoda al recordar lo del beso. No era la primera vez que besaba a alguien, pero sí la primera que me sentía así después de besar a alguien. No estaba segura de si debía ignorarlo o qué. Era rarísimo. Yo solía ser bastante equilibrada en esos temas. No tenía problema para dar la cara cuando pasaba algo. Pero ahora era como que quería ignorar lo sucedido y al mismo tiempo saber qué pensaba él. Aunque ambos sabíamos que había sido un error influido por el incienso, ?no? ??No?! Sí.
Me armé de valor.
—Sobre lo de ayer… —comencé a decir, pero para mi sorpresa él me interrumpió.
—El beso —aclaró, tranquilo, sereno, relax…—。 No lo digas como si fuera tabú. Fue un beso, todo el mundo se besa, así que está olvidado si tú quieres que lo esté.
Mastiqué lentamente y luego lo miré con una expresión de ??qué demonios…??.
—?Si yo quiero que lo esté? —pregunté, casi estupefacta—。 Explícate.
—Que si quieres hacer como que no pasó nada, por mí no hay problema —contestó con calma—。 Solo te diré que de lo que fuera que estuviera hecho ese incienso no era algo tan fuerte como para dejarnos totalmente inconscientes.
—?Me estás tratando de decir que el incienso no tuvo nada que ver? —Hundí las cejas.
—Sí influyó, pero tú me respondiste el beso y reaccionaste a él.
Alcé la vista, más ce?uda. Adrik tenía esa peque?a sonrisita fastidiosa en su atractiva cara de culo de siempre. Era la sonrisa que aparecía cuando estaba muy seguro de tener la razón en algo.
—?Estás insinuando que me gustó? —solté al darme cuenta de lo que estaba tratando de decirme.