Por supuesto que él no la dejó terminar.
—?Cuánto ha pasado desde entonces? ?Tres siglos? —le escupió junto con una risa absurda—。 Por favor, este discurso es más potente que el cloroformo. En cuanto empiece a leerlo, la gente se va a quedar inconsciente del aburrimiento o, peor, se irá.
—Pero la prensa estará… —intentó decir la rectora.
Sin embargo, tuvo que cerrar la boca de golpe, lo que hasta resultó gracioso, porque Aegan gritó:
—?Mejor, los periodistas me adoran! —No ocultó el orgullo que eso le producía—。 Puedo hablar hasta de quesos y sacarán un titular épico. Déjeme modificar el discurso y todo queda resuelto.
—Se?or Cash… —empezó a decir la rectora, tratando de seguir manteniendo la calma.
Aegan se preparó para rebatirla. Nosotras estábamos embelesadas con la ridícula discusión. Era divertido ver a la rectora tragarse las palabras solo porque Aegan tenía poder en Tagus. También era gracioso que Aleixandre tratara de hablar, pero que cada vez que empezaba a pronunciar una palabra no pudiera completarla porque su hermano hablaba más alto. En verdad era una situación interesante, no obstante, mis ojos se fueron hacia otro lado por un momento. Incluso Artie y Laila giraron la cabeza en cuanto notaron que yo me había distraído.
Pero… ?en serio, destino?
?Primero me dejabas solo dos días para completar mi plan y luego me enviabas otro giro inesperado?
O, mejor dicho, a una persona inesperada.
—?Ese no es…? —preguntó Artie de pronto con un tono agudo y pasmoso, y con rapidez colocó una mano sobre mi hombro como si necesitara apoyo para no desmayarse.
—Regan Cash —completó Laila, igual de asombrada.
Oh, sí, había un cuarto Cash.
En este punto imagina el ritmo de la canción Do I wanna know? de Artic Monkeys. No la letra, solo ese ritmo de batería, aplausos y guitarra que te inspira cosas malas. Ahora pongámoslo de fondo mientras Regan avanzaba hacia la escena. Lo ralentizamos un poco, le a?adimos un ligero viento y algunas cabezas que se giran en su dirección, asombradas…
Y ahí estaba.
Regan Cash. Veintiocho a?os. El mayor de los Cash. Sonrisa de curva ancha y encantadoramente sensual, altura titánica, pasos que paralizaban el mundo a su alrededor. Según fuentes confiables: en realidad era el único medio hermano del trío. Su padre, Adrien Cash, tuvo una aventura, y de allí salió Regan. Lo reconoció de todas maneras, lo unió a la familia y le ense?ó lo mismo que al resto de sus hijos. Eso explicaba algunas diferencias.
Los Perfectos mentirosos se destacaban por su cabello negro. Regan, por el contrario, tenía el pelo casta?o, casi rubio, tan salvaje como los pensamientos que te inspiraba. Ahora bien, lo que sí compartían los cuatro, que quizá era el sello Cash, eran esos ojos grises. Los de Regan eran de un gris enga?oso, de los que parecían azules en ocasiones. Y esa mirada tenía un aire juguetón, astuto, sin un atisbo de duda o amargura.
Si uno creía que Aegan desprendía poder, Regan parecía tener al planeta de mascota. En donde los Perfectos mentirosos parecían intimidantes, Regan era una presencia imponente de una manera más seductora. Si la crueldad emanaba de Aegan en ondas que te golpeaban la cara, en Regan había una malicia… ?tentadora? Ese porte, esa altura, esa esbeltez enfundada en un traje gris de pizarra, ajustado en las partes adecuadas, dejaba ver lo que era: un empresario importante.
Cuando logré salir de mi estado hipnótico y ver a las demás, comprobé que Artie tenía los labios entreabiertos por la fascinación y Laila parecía haberse desconectado de su cerebro solo para admirar a tal espécimen.
—Nunca lo había visto tan de cerca —susurró Artie, perpleja, como si estuviera demasiado ocupada manoseándolo mentalmente como para hablar bien.
—Yo sí, pero cada vez que lo veo está más impresionante… —a?adió Laila, igual de embelesada.
Parpadeé con algo de desconcierto. Tuve la impresión de que el mundo se detuvo mientras veía a Regan, pero en realidad nada se había parado. Aegan seguía discutiendo. De hecho, apenas su escandalosa voz llegó a mis oídos, todo se esfumó y volví a la realidad.