Una realidad que prometía convertirse en un infierno.
Porque, oh, destino, eres una perra y lo sabes.
Apenas Regan se unió al círculo donde estaban Aegan, Aleixandre y la rectora, soltó:
—Si tienes tantos problemas, hermanito, yo puedo dar el discurso por ti. —Su voz era el complemento perfecto: una nota pícara, divertida, pero a la vez serena y confiada.
Aegan se volvió de golpe y vi que su reacción y la de Aleixandre, así como la de la rectora, fueron muy distintas.
Aleixandre se sorprendió de manera positiva, como quien veía a alguien querido después de mucho tiempo.
La rectora esbozó una sonrisa nostálgica.
Aegan…, bueno, Aegan se quedó como si le hubieran dicho: ?Bájate del trono que llegó el verdadero rey?. Su confusión, sorpresa y algo de horror se tradujo en una mueca chistosa. Miró de arriba abajo a Regan como si no creyera que fuera él.
—?Regan! —exclamó Aleixandre con emoción. Ambos se dieron unas palmadas en la espalda en uno de esos abrazos masculinos.
Con Aegan no pasó lo mismo. De hecho, Aegan seguía en el sitio como si esperara que esa horrible aparición no fuera su medio hermano.
—Rectora —saludó Regan, tomándole la mano. Se inclinó y le dio un beso en los nudillos. Artie y yo ladeamos la cabeza al mismo tiempo para chequearle el trasero. Algo bueno se adivinaba bajo el pantalón—。 Cuando estudiaba aquí no podía decírselo, pero ahora que la situación es distinta puedo confesarle que su belleza siempre me tentó a romper las reglas.
Si alguna vez le habían dedicado un halago a esa mujer, desde luego no fue nada comparado con lo que le hizo sentir el de Regan. La rectora se hinchó, y pareció como si estuviese conteniendo el chillido de una fan en un concierto.
—Ay, Regan… —rio ella, como si él no tuviera remedio, pero incluso se le colorearon las mejillas.
Quiso agregar algo más, pero…
—?Qué mierda haces aquí? —soltó Aegan con brusquedad y un ápice de molestia.
Aleixandre le dedicó una mirada de reproche, pero Regan ni se alteró. De hecho, se encogió de hombros con una elegante indiferencia.
—Soy uno de los antiguos alumnos más importantes de Tagus y esta semana es el aniversario de esta universidad —contestó—。 ?Por qué no iba a pasarme por aquí? ?O hay algún inconveniente, rectora?
Sus ojos se detuvieron en la mujer, y ella negó con rapidez. Todo su rostro brilló con interés. Se lo habría comido ahí mismo, pero mantuvo su posición.
—La verdad, Regan, se me acaba de ocurrir que sería muchísimo mejor que un antiguo alumno diera el discurso —propuso.
Un ataque nuclear a Sudamérica habría hecho menos da?o. Esa bomba cayó sobre Aegan y detonó en su cara. Abrió los ojos como platos al tiempo que hundió el ce?o como si no creyera lo que estaba oyendo, tal sacrilegio, tal ofensa, tal osadía…
—??Qué?! ??Qué demonios…? —dijo mi pobre y ahora desplazado novio, como si le hubieran pateado el culo—。 Pero ?si ya acordamos que…!
—Aegan —canturreó Regan con mucha paciencia y una sonrisa maliciosa—。 No te hará da?o compartir el espacio con alguien más.
—No me importa compartirlo, claro, pero siempre que no sea contigo. Antes prefiero amputarme el pene —bufó, directo, sin restricciones, con toda la intención de dejarle claro que su presencia le molestaba.
—?Se?or Cash! —exclamó la rectora, escandalizada.
La risa de Regan fue tan tranquila que habría sedado a una masa de gente.
—No se preocupe, así nos hemos tratado siempre —le dijo a la rectora. Esas palabras bastaron para tranquilizar a la mujer, que asintió y le dedicó una sonrisa ladina. Luego Regan miró a Aegan y tuve la impresión de que chispeó una especie de rivalidad, algo que nadie más que ellos entendían—。 él en realidad no tiene ningún problema con que yo dé el discurso. Verdad, ?hermanito?
Claro que tenía un problema. Sospeché que el problema iba más allá de que le quitara protagonismo. Si apartabas todo el magnetismo que desprendía Regan, quedaba un aire mucho más pesado que el que aparecía cuando Aegan y yo estábamos solos. Lo percibía. Había algo allí…, algo más importante que calaba en Aegan con tanta fuerza que al mismo tiempo lo obligó a contenerse. Y que ese ser se contuviera era ciertamente imposible de creer.