Bonito todo, ?no?
Pues ese lugar sería el escenario de cuatro catástrofes.
La primera la titularé: ?La escena desgarradora?.
Antes de la escena desgarradora, llegué con Aegan. Eran alrededor de las siete de la tarde porque el condenado había tardado en vestirse. La noche se veía fantástica por encima de las luces de la feria. Las risas se escuchaban entre los juegos y la gente iba de un lado a otro comiendo algodón de azúcar y bebiendo alcohol oculto en sus petacas, animados y llenos del espíritu de Tagus.
Supuse que nos dirigiríamos a la tarima, pero, antes de llegar, una chica apareció muy apresurada. La había visto en la organización para la feria. Tenía el pelo rizado y era la encargada del itinerario.
—Aegan, lo logré —le avisó, nerviosa—。 Cambié el nombre de Regan por el tuyo en el discurso. Podrás subir, pero deberás ser rápido para que la rectora no te vea.
La cara de Aegan, a mi lado, resplandeció de suficiencia y éxito, dejando claro que él había ideado un plan con esa chica para conseguir dar el discurso, porque, si recordamos bien, Regan le había quitado ese protagonismo.
—?Vas a robarle la tarima y el discurso a Regan? —le pregunté a Aegan, medio asombrada.
—Solo reclamaré lo que es mío —respondió, firme.
—Eh, pero creo que hay un inconveniente —avisó la chica, temerosa de la reacción de Aegan—。 El discurso será veinte minutos después de la hora que se había dicho. No estoy segura de cuándo se hizo el cambio, pero tengo registrado un nuevo evento en la rueda de la fortuna.
Punto importante: todos los eventos se anunciaban por los altavoces diez minutos antes de que empezaran para que las personas no se los perdieran.
Aegan frunció el ce?o.
—?Qué evento? —exigió saber.
—Ni idea —respondió la chica—。 No está especificado, pero está marcado como importante.
Aegan consideró que aquello era absurdo.
—?Qué rayos sería más importante que mis palabras? —se quejó.
Enarqué una ceja.
—Eh, ?ni?os muriendo de hambre? —mencioné con obviedad.
—Cállate —me soltó, entrando en modo obstinado. Luego me dio una orden—: Yo iré a la tarima a prepararme y tú irás a la rueda de la fortuna. Averigua de qué se trata y consigue que lo muevan para después. Me envías un mensaje.
No pretendía discutir con él en esos momentos, no antes del desastre. Sería la mejor novia del mundo para que no sospechara de mí.
—Sí, amorcito —acepté con una sonrisa.
Se fue con la chica rumbo a la tarima sin decir más y yo me dirigí a la rueda de la fortuna.
Faltaban treinta minutos para el discurso.
Mi plan era entregarle el USB a Lander unos minutos antes, porque ni por error alguien podía ver lo que había en él. Estaba algo nerviosa por lo que podía suceder tras la gran exposición de Aegan, pero preparada, muy preparada. No había vuelta atrás. Esa noche se acabaría su tiranía. Todas las personas que lo admiraban lo verían como lo que realmente era: un asesino. Sería pateado de su pedestal y se rompería en el suelo. Se acabaría ?el perfecto Aegan Cash?. Las vendas serían arrancadas de los ojos. Sería el final del dominio de los Cash.
Cerca de la gran rueda de la fortuna que giraba con lentitud entre luces suaves para favorecer la intimidad de las parejas, no vi nada raro. Solo al ornitorrinco Tood, que fingía que le daba por detrás a Kiana. Bueno, Kiana me serviría.
No había hablado con ella ni con Dash desde lo del auditorio. En cuanto la mascota me vio, hizo un baile ridículo de burla y luego se quitó la parte de arriba del disfraz y asomó la cabeza.
Una sonrisa pícara apareció. ?Era Dash!
—?Jude, tu cara no tiene el espíritu de la feria! —rio él, sacudiéndose el cabello lleno de ondas. Sostuvo la cabeza de Tood debajo de su brazo.
—Si el espíritu es lujurioso, no —resoplé.
—Pfff, deberías ver lo que están haciendo dentro de la casa del terror —bromeó—。 Los gritos no son precisamente de miedo.
—?Sientes nervios preshow? —me preguntó Kiana, haciendo referencia a lo que esperaban que sucediera en la tarima.