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Perfectos mentirosos (Perfectos mentirosos #1)(143)

Author:Alex Mirez

Gritos, silbidos y mucho más entusiasmo despertó la propuesta de Tood. Me reí, fue inevitable.

Además, faltaba poco…

—Podrán participar los que están en esta vuelta y los que se suban a la segunda —continuó Tood—。 Pero si no quedan en la cima, ?chao, pescao! ?No participan porque no me da la gana! —Le silbaron y corearon en apoyo—。 ?Así que empecemos viendo qué es lo que tienen allá arriba en este momento, justo en el tope!

Tood giró el brazo y se?aló la cima. Al mismo tiempo las luces que la oscurecían, se encendieron y la iluminaron. Las cámaras que rodeaban al ornitorrinco apuntaron hacia arriba e hicieron acercamiento. ?Una pareja ya se estaba besando! ?Yei! Los silbidos de apoyo estallaron. Era un beso intenso, pero el chico ocultaba la cara de la chica porque estaba sentado en una posición que daba la espalda hacia donde nos ubicábamos los espectadores.

De nuevo ese chico me resultó familiar…

Tood animó al público.

—?De eso hablo, gente! ?Traspásense con la lengua! ?Que no quede ni un diente sucio! ?Tatúale tu nombre en las encías!

Y todos gritaron, apoyaron la propuesta, rieron.

Hasta que la euforia por un simple beso se detuvo.

El segundo suceso: ?La inesperada exposición?.

En el instante en que el chico se apartó de la chica, el público se quedó en silencio como quien apagaba de golpe un televisor. Todo el mundo se mantuvo expectante, asombrado, pero curioso. Incluso Tood permaneció inmóvil con el micrófono delante de los labios, porque no se trataba de un chico besando a una chica, no.

Era un chico que había besado a Aleixandre Cash.

Delante de todos.

Es-cán-da-lo.

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Y entonces ??qué?!

Pues por eso me había parecido familiar. ?Era el peque?o de los Cash!

Gracias al acercamiento de las cámaras, su rostro y el del otro chico aparecieron en todas las pantallas de la feria. La multitud los vio. Incluso quienes caminaban lejos de la rueda de la fortuna se detuvieron a mirarlos. Y no porque fueran dos chicos los que se estuvieran besando, algo que no debería inquietar a ninguna persona en este siglo, sino porque uno de esos chicos era Aleixandre, y eso nadie se lo esperaba por la imagen que solía dar de seductor y heterosexual inflexible.

Eso fue lo que dejó perpleja a la gente. Aleixandre era el típico ligón, el que coqueteaba con todas las chicas, el que a escondidas las besaba, el que en cualquier fiesta terminaba en la cama hasta con tres de ellas, el mujeriego. ?Qué había sucedido?

Pues yo no tenía esa respuesta, pero al menos noté algo que otros no. La cara de Aleixandre era de horror. Su expresión indicaba que lo habían pillado desprevenido. No entendía nada. No sabía qué demonios estaba sucediendo, pero al mismo tiempo sí. Y eso lo dejó más espantado que al público.

Yo estaba a punto de hacer algo muy malo contra Aegan, pero me pareció injusto que revelaran la verdad de Aleixandre de esa forma. Me hizo recordar el momento en el que Aegan había dicho lo de mi madre delante de todos en la fiesta. Entendí la vergüenza y la rabia que debía de estar sintiendo, incluso cuando no debía sentirse avergonzado de nada.

?Quién había planeado eso? Porque sí, había sido planeado. Ver que Aleixandre no se esperaba algo así lo confirmaba. Alguien había deseado hacer público su secreto, por eso estaba en el programa, aprobado por la rectora. Pero esa mujer no podía saber que Aleixandre estaría ahí. ?Habría sido Aegan? No…, él tampoco tenía ni idea, al menos había sido genuino en eso. ?Dash? Se veía tan asombrado como el resto. No…

Sin idea de quién había planeado tal cosa horrorosa, avancé entre la gente en dirección a la rueda de la fortuna. Salté el cercado de seguridad y llegué hasta donde estaba el muchacho que se encargaba de su funcionamiento.

—Ponla en movimiento —le ordené. El tipo me miró algo desconcertado. Como seguía paralizado, tuve que gritarle—: ?Pon la rueda en movimiento!

Dash, en el disfraz de Tood, escuchó mi grito. Apenas noté que me miraba, le hice un gesto con la mano para que cortara aquella escenita. Volvió en sí y comenzó a pedir que a todo el mundo que fueran hacia la zona de la tarima para escuchar el discurso, pero solo unos pocos le hicieron caso. El resto se quedó mirando cómo la rueda giraba y la gente iba bajando. No, la gente no, Aleixandre. La necesidad de ver su avergonzado rostro más de cerca era morbosa.