Se desabrochó el pantalón mientras seguía mirando el teléfono. Quise cerrar los ojos porque sabía lo que venía a continuación. Sabía que se iba a quedarse en calzoncillos. También sabía que si lo veía seguiría pensando que ese hijo de satán era guapo, y necesitaba continuar siendo objetiva en todo momento.
Aunque, bueno…, de todas maneras, verlo en calzoncillos no significaba que fuera a cambiar de opinión sobre él, ?no? Así que me agarré a esa idea y mantuve los ojos bien abiertos.
Adrik dejó el teléfono de nuevo sobre la mesilla de noche y, acto seguido, se quitó el pantalón. Listo. Sus bóxeres eran grises y le quedaban ajustados. No, en realidad le quedaban increíbles. Se reacomodó el paquete y se movió hacia el escritorio. Cogió un libro con marcapáginas y se tiró en la cama para leerlo.
Desde mi lugar, la imagen era interesante. Para rematar cogió un cigarrillo de la mesilla de noche, lo encendió y se relajó. Leyó y fumó al mismo tiempo.
Tuve que recordarme que era un Cash, que era odioso, que no podía verlo atractivo…
Adrik leyó durante una hora. En cierto momento giró la cabeza y creí que me miraba, pero en realidad estaba mirando la puerta del armario. Entonces entendí que si me quedaba mirándolo fijamente él quizá tendría la extra?a sensación de sentirse observado, así que, mejor, dejaba de mirarlo, que tenía que dejar de hacerlo. Cuando él volvió la atención al libro, me senté en el suelo del armario y comencé a jugar con los cordones de algunos zapatos para matar el tiempo.
Adrik se quedó dormido con el libro sobre el pecho mucho rato después, cuando ya me dolía el hueso del culo de estar encogida en el armario. Me aseguré de no hacer ningún ruido y abrí la puerta para salir. La habitación olía a cigarrillo y a pedo. Avancé de puntillas y salí victoriosa.
Al menos no me había visto.
Pero yo sí que lo había visto a él bastante bien.
Y, aunque no quise aceptarlo, me había gustado.
14
??M? de mentiroso o ?M? de misterios?
Cuando me desperté, por unos segundos ni siquiera me acordé de que no estaba en mi cama.
En cuanto me orienté, volví a mirar el contrato. No tenía ninguna otra opción si quería seguir cerca de Aegan y si quería que él creyera que me gustaba, así que de mala gana lo firmé. Por supuesto, esa firma no me silenciaría o detendría, y menos ahora que sabía que Eli temía por su vida y que los hermanos Cash tenían un secretito que les podía costar su plaza en Tagus. Ay, Aegan, ?por qué hacías esas cosas?
Salí de la habitación y llegué a la cocina. Aleixandre, que ya tenía el cabello bien peinado hacia atrás y su carismática sonrisa dibujada en la cara, estaba sirviendo huevos revueltos de una sartén en varios platos. Aegan, sin dejar de mirar su portátil, que estaba colocado sobre la isla, cogió las tostadas que en ese instante saltaron del tostador y le lanzó ágilmente una a Adrik. Este, con su ya habitual cara de ?espero que todos se mueran hoy?, sentado en un taburete, cogió la tostada, la sostuvo con los labios y continuó escribiendo en una libreta, tratando seguramente de terminar alguna tarea de clase que tendría pendiente.
Ese trabajo en equipo para el desayuno les hacía parecer hermanos unidos, buenos, que no tenían un club secreto bajo Tagus.
Me acerqué, me senté y dejé la hoja allí, a la vista de todos. Artie también estaba sentada, untando mantequilla en unas tostadas. El ambiente era un poco raro, evidentemente ninguno de nosotros hubiera esperado nunca estar reunidos alguna vez durante una ma?ana.
Pensé que Aegan estaría enfadado conmigo por lo de la noche anterior, pero no me dijo nada, solo tomó la hoja y me ignoró.
—Que el champán sea importado —a?adió Aegan a lo que estaba diciendo, que yo no había escuchado por haber llegado tarde.
—Ya me he encargado de eso —aseguró Aleixandre, y se acercó a la isla con los platos para repartirlos—。 No falta nada, todo está listo.
Tomé una tostada también. Supuse que hablaban del evento ese de beneficencia.
Aegan miró a Aleixandre y en tono de demanda le preguntó: