The Seven Year Slip(14)



Apenas podía respirar.

Siete a?os: ?por qué el calendario estaba con la fecha de hace siete a?os?

?Y dónde estaban mis cosas? ?Las cajas que aún no había desempaquetado y que estaban en un rincón? ?Y los cuadros que había colgado en las paredes?

?Había movido mis cosas? ?Las había puesto en algún sitio para fastidiarme?

Se detuvo en el salón.

—?Estás… bien?

No. No, no lo estaba.

Me senté en el sofá y apreté tanto los dedos alrededor de la cara de Jeff Goldblum que las lentejuelas empezaron a arrugarse. Empecé a fijarme en las peque?as cosas, porque mi tía nunca cambiaba nada de su piso, así que cuando algo desaparecía o cambiaba, era fácil darse cuenta. Las cortinas que había tirado hacía tres a?os después de que un gato que trajo de la calle se meara en ellas. La vela de Santa Dolly Parton sobre la mesa de centro que prendió fuego a su bata de boa de plumas, ambas tiradas por la ventana. La manta con la que me tapé anoche y que debería haber guardado en una caja en el armario del vestíbulo.

Había tantas cosas que ya no estaban aquí.

Incluido…

Mis ojos se posaron en el sillón con respaldo del color de un huevo de petirrojo. El sillón que ya no estaba allí. Que no debería estar ahí. Porque… porque estaba donde…

—Mi tía. ?Dijo a dónde fue? —pregunté, con la voz temblorosa, aunque ya lo sabía. Si fue hace siete a?os, ella estaría…

Se frotó la nuca.

—Um, ?creo que dijo Noruega?

Noruega. Huyendo de las morsas, haciendo fotos de los glaciares y buscando billetes de tren a Suiza y Espa?a, con una botella de vino a?ejo que había comprado en la tienda de la esquina, enfrente de nuestro hostal.

Manchas negras empezaron a devorar los bordes de mi visión. No podía respirar profundamente. Sentía como si tuviera algo atascado en la garganta, y no había suficiente aire, y mis pulmones no cooperaban, y…

—Mierda —susurró, dejando caer su mochila—。 ?Qué pasa? ?Qué puedo hacer?

—Aire —jadeé—。 Necesito… necesito aire fresco… necesito…

Irme. Para no volver jamás. Vender este apartamento y mudarme al otro lado del mundo y…

En dos zancadas, se acercó a la ventana.

Alarmada, negué con la cabeza.

—?No, no…!

La abrió de par en par.

Lo que vino después fue algo sacado de Los pájaros de Alfred Hitchcock. Porque mi tía se esmeraba en poner nombre a todo lo que adoptaba. ?La rata que vivió en sus paredes durante unos a?os? Wallbanger. ?El gato que adoptó y que se meaba en las cortinas? Free Willy. ?La generación de palomas que se posó en el aire acondicionado desde que tengo memoria?

Dos manchas grises y azules entraron en el apartamento con salvajes graznidos.

—Cabrón…

El hombre gritó, protegiéndose la cara.

Entraron como murciélagos del infierno, ratas de la noche, terrores vengativos.

—?Las palomas! —grité. Una de ellas aterrizó con un fuerte golpe en la encimera, la otra dio una vuelta por el salón antes de posarse en mi pelo. Las garras me ara?aron el cuero cabelludo, enredándose en mi pelo ya anudado—。 ?Sácala! —grité—。 ?Quítamela!

—?No te muevas! —gritó, agarró a la paloma por el cuerpo y la sacó suavemente de mi pelo. No quería soltarse. Me debatí entre afeitarme o no toda la cabeza en ese momento. Pero sus manos eran suaves e hicieron que mi corazón, presa del pánico, latiera un poco más racionalmente—。 La tengo, la tengo, buena chica —murmuró en voz baja y suave, aunque no estaba segura de si era a la paloma o a mí.

Me alegré de que no pudiera ver el rubor que subía por mis mejillas.

Entonces fuimos libres. Me alejé de la paloma, detrás del sofá, mientras él la mantenía a distancia.

—?Qué hago? —preguntó dubitativo.

—?Suéltala!

—?Acabo de atraparla!

Hice la mímica de tirarla.

—?POR LA VENTANA!

La paloma giró la cabeza como la ni?a de El exorcista y le parpadeó. Hizo una mueca y la arrojó por la ventana. Levantó el vuelo y se dirigió al tejado de enfrente. Suspiró. La otra paloma parpadeó, arrullando, mientras se acercaba al borde del mostrador y mordisqueaba un trozo de correo.

—Erm, supongo que estos son… ?Mother y Fucker? —preguntó, un poco a modo de disculpa.

Me acaricié el pelo.

—?Ahora recuerdas la nota?

—Podría haber especificado palomas —contestó, y fue por la otra. Empezó a correr hacia el otro lado, pero él chasqueó la lengua para intentar acorralarla.

Observé con creciente pánico.

Hace siete a?os tenía que irme de mochilera por Europa con mi novio de entonces, pero rompimos justo antes de partir. En retrospectiva, me sentí más desconsolada por eso que porque él rompiera conmigo. Entonces mi tía apareció en casa de mis padres, con un pa?uelo de viaje atado a la cabeza, gafas de sol en forma de corazón y una maleta a su lado. Me había sonreído desde el porche y me había dicho: —Vamos a perseguir la luna, mi querida Clementine.

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