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Yerba Buena(14)

Author:Nina Lacour

Una vez, después de enterarse de que habían emprendido un viaje de fin de semana al parque nacional árboles de Josué, Emilie se excusó para ir al ba?o. Se sentó en el inodoro y se puso a revisar la lista de mensajes de su familia, para asegurarse de que no se había perdido la invitación.

—Siempre he querido ir al parque nacional árboles de Josué.

—Tendrías que haber venido —había contestado Lauren.

—Nadie me lo dijo.

—Bas, sí que se lo dijiste, ?no?

—Pensé que se lo habías dicho tú. Por supuesto que estabas invitada, Em, pero creímos que estabas demasiado ocupada.

—La próxima vez me podéis preguntar —había replicado Emilie mirando su plato.

Pero ahora estaban juntos y le tocaba a ella compartir sus novedades.

—Bueno, ya sabéis que he dejado la oficina de bienes inmuebles.

—Ya era hora —opinó Lauren—。 Es decir, los Santos son una familia maravillosa, pero no podías quedarte trabajando con ellos para siempre.

—Tengo que decidir qué hacer, pero ya me rondan algunas ideas. El último semestre cursé Estudios de la Mujer, que se centró en escritoras, y leímos obras de teatro y novelas maravillosas. He decidido que eso es lo que quiero estudiar. Literatura. Así que he cambiado algunas cosas y…

—No —interrumpió Lauren—。 Emilie, no.

Emilie sintió que se le encendía el rostro.

—Lo sé, parece una locura, pero estoy muy convencida. Me he apuntado a clases y tienen una pinta increíble.

—He perdido la cuenta —intervino Colette—。 ?Primero Estudios étnicos y ahora, Estudios de la Mujer?

—Si no me equivoco, creo que entre esos dos estuvo Dise?o —agregó Bas.

—Sí, Dise?o estuvo en medio —confirmó Emilie.

—Así que esta es tu cuarta especialidad —suspiró Lauren apartando el plato que tenía delante—。 Y este será… ?tu séptimo a?o de estudios de grado?

En realidad, era su quinta especialidad. Se sintió aliviada de que hubieran olvidado sus clases de Botánica. Se volvió a llenar el vaso con agua. Y agradeció que la conversación continuara en otra dirección.

Luego del almuerzo estaba conduciendo de nuevo a unas manzanas de su estudio, cuando vio que una mujer colgaba un cartel en la ventana de una floristería: Se busca dependiente. Es el destino, pensó, y se detuvo.

La conversación sobre la escuela se aferró a ella por mucho que trató de apartarla y decirse a sí misma que no importaba, que su familia solo estaba preocupada. Se dijo que la mayoría de la gente va a la universidad para obtener un título, pero ella había ido por la educación. ?A quién le importaba si se tomaba su tiempo? Quería borrar el tema de su mente. Era una soleada tarde de verano, sentía el calor de la acera y la floristería a su lado. Sería suficiente para adormecer un rato sus preocupaciones.

El lugar era lo opuesto a la oficina de la familia de Pablo: todo era descaradamente hermoso. El verde intenso de las plantas de la acera contrastaba con la fachada azul y negra de la tienda. Los reflejos en los maceteros de metal, la calidez de los jarrones de cerámica. El interior olía a tierra limpia y a velas.

La mujer que había colgado el cartel estaba detrás del mostrador.

—Hola —saludó Emilie tendiéndole la mano.

Le hizo la entrevista en ese mismo momento. Nunca había trabajado en una floristería, pero había tomado clases de fin de semana de dise?o floral, había montado coronas de flores e incluso había preparado los arreglos para la modesta boda de una amiga de la universidad. Y, por supuesto, estaban las lecciones que le había dado la se?ora Santos a lo largo de los a?os. La veneración que le había transmitido.

Meredith, la propietaria de la tienda, le pidió que preparara unos arreglos de muestra y Emilie se puso manos a la obra.

Quería ese trabajo. Le parecía que era idóneo. Pensaba que toda esa belleza podría despertar una parte de ella que estaba adormecida.

—La dependienta a la que busco reemplazar se ocupaba de los encargos de los restaurantes —explicó Meredith—。 El Olive, el Grant Club, el Yerba Buena, el Silverado…

—Me encanta el Yerba Buena —comentó Emilie—。 Tomé mi primer cóctel legal allí cuando cumplí veintiuno.

—Una elección muy sofisticada para una chica de veintiún a?os.

—Es el restaurante favorito de mis padres, aprovechan cualquier excusa para ir. De hecho, me he fijado en los arreglos florales. Muchas ramas y hojas, ?verdad? Flores grandes, como las proteas o el leucadendron. Nada demasiado tradicional.

—Sí, pero quiero que aportes tu propia visión. Mientras seas buena y los arreglos complementen el espacio, los propietarios estarán contentos.

Mi propia visión, pensó Emilie. Su fase floral había tenido lugar mucho tiempo atrás y, no obstante, había vuelto a ella. El olor amaderado de los tallos cortados, los pinchazos con las espinas y los dedos doloridos.

Meredith estiró el cuello para ver qué estaba haciendo Emilie.

—Tómate tu tiempo con esos. Avísame cuando estén listos.

Emilie podría haberse pasado horas cambiando los arreglos y a?adiendo flores, pero sabía que Meredith apreciaría la eficiencia, así que, al cabo de pocos minutos, se apartó, hizo los últimos cambios y declaró que había terminado. Meredith admiró el trabajo, impresionada.

—?Sabrías decirme el nombre de las flores? —preguntó.

Emilie miró la pared llena de maceteros plateados. Nombró todas las flores que pudo y prometió que estudiaría los nombres restantes. Quería que le ofreciera el trabajo en el acto. Sabía que cobraría muy poco, pero haría que valiera la pena.

—Escríbeme tu información aquí —le pidió Meredith entregándole un lápiz y una libreta—。 Me pondré en contacto contigo pronto.

Emilie fingió una sonrisa y esperó que pareciera sincera.

—Genial —contestó. Cuando llegó a la puerta, se dio la vuelta—。 Me encantaría trabajar para usted. Tiene una tienda preciosa.

Se dirigió hasta el lago en el Echo Park y paseó por su perímetro, ya que todavía no estaba preparada para volver a casa. A la distancia se veían los botes en forma de cisne que flotaban contra el horizonte. Intentó prestar atención solo a aquello que podía ver y oír, a la sensación de sus pies sobre el camino y del sol sobre su piel.

Pero seguía pensando en su familia. En lo mal que le sentaba ser una decepción. Y pensó también en Olivia. Su exprofesora devenida en novia secreta había roto con ella medio a?o antes por la misma razón: porque Emilie todavía estaba estudiando. Aunque no se llevaban tantos a?os, podrían haber despedido a Olivia si la administración se hubiera enterado de lo suyo, y Emilie habría tenido que aceptarlo. Sabía que solo podía culparse a sí misma.

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