Home > Books > Perfectos mentirosos (Perfectos mentirosos #1)(121)

Perfectos mentirosos (Perfectos mentirosos #1)(121)

Author:Alex Mirez

—Si me lo hubieras preguntado… —traté de decir, pero él no tenía ninguna intención de considerar mis argumentos.

—?Qué? —soltó de golpe en un tono tan intencionalmente cruel que me costó creer que saliera de él y no de Aegan—。 ?Me habrías dicho: ?Sí, Adrik, sigo siendo su novia, pero no importa, vamos a besarnos en tu apartamento??

—Te detuve, hice que los dos paráramos… —insistí.

—?Lo hiciste porque se te removió la conciencia o porque querías esperar a acostarte primero con él y después conmigo? —lanzó con una malicia gélida, iracunda, con toda la intención de herirme—。 Así podrías comparar, ?no? Adrik lo hace de este modo, pero Aegan de este otro… ?Cuál me gusta más? A lo mejor los dos me gustan porque…

—?Basta, Adrik! —le grité horrorizada.

Cerró la boca y me miró en una postura retadora.

Alcé la mano dispuesta a abofetearlo. Reuní toda la fuerza que necesitaba para golpearlo por hablarme como si fuera una… cualquiera. A mí no me gustaban esos dramas, pero en ese instante tuve ganas de darle un pu?etazo. Solo que… no lo hice. Me quedé con la mano a medio camino, no porque él me detuviera, de hecho, estaba listo para recibirlo, sino porque en parte tenía razón.

Nadie sabía la verdad, solo yo, así que en ese momento lo único que podía pensar cualquiera que oyera la versión de Adrik era que yo era una arpía que se había enrollado con los dos hermanos al mismo tiempo. ?Cómo podía defenderme, con qué argumentos? Defenderme implicaba delatarme, y algo dentro de mí no me permitía hacerlo.

Bajé la mano, pero no bajé la mirada. Se la sostuve con firmeza, porque en realidad no le mentía al decirle que lo que había ocurrido con él no había sido planeado.

—Te lo diré una sola vez, Jude —dijo ante mi silencio. Se oyó amenazante, gélido, como quien contenía la potencia de su ira—。 No pienso pelear con él por una simple chica. Si eso es lo que pretendes, olvídalo.

?Por una simple chica.?

Esas palabras se reprodujeron en mi cabeza unas cinco veces con eco incluido. Las dijo de un modo tan… desde?oso. Sentí un dolor en el pecho y me quedé rígida. ?Y por qué me afectaron tanto? Porque aunque yo en ese momento quise decirle, y lo intenté, que él también era para mí un simple chico, no pude hacerlo.

Eso fue una revelación.

Joder, me gustaba Adrik más de lo que había creído.

Dita.

Sea.

él se mostró hastiado de esa discusión, así que me rodeó y avanzó unos pasos para alejarse, pero yo me giré sobre mis pies como una autómata.

—Si me dices que no quieres traicionar a tu hermano, lo entiendo, pero… ?una simple chica? —me fue inevitable no soltar—。 ?Así es como me ves?

Adrik se detuvo. Dudó un momento, de espaldas a mí, pero terminó por darse vuelta. Tenía la mandíbula apretada, una mano formando pu?o, el pecho aún agitado. Parecía el dios griego de la destrucción. Con un leve movimiento, podía acabar con lo que quisiera. Quiso acabar conmigo y lo consiguió cuando dijo:

—No lo sé, Jude, porque no tengo ni idea de cómo debo verte ahora. Ni siquiera sé quién eres en realidad.

Y… ?oíste eso? Sí, un ?crash!, como el sonido que producen mil cristales rompiéndose. Así me rompí yo, pero no te preocupes, me barrí, recogí los trozos y me rehíce yo sola después.

Tragué saliva para diluir el nudo, aunque aun así noté su presión en la garganta. Sin embargo, no dejé que me dominara.

—Exacto, no lo sabes —asentí, intentando recuperar mi valor—。 Ni tú, ni Aegan, ni nadie puede decir quién soy. No saben nada de mí. Por eso no puedes creerme cuando te digo que nunca intenté jugar a nada tan bajo como estar contigo y con tu hermano. Fue algo que simplemente pasó. No sé por qué dejé que pasara, pero fue real.

A pesar de que me sinceré, de que le dije eso luchando contra mi orgullo y mi necesidad de irme con la cara en alto, Adrik me miró con los ojos entornados, duros y tensos. No hubo ni siquiera un destello de entendimiento en ellos, nada de lo que había visto cuando nos besamos o cuando pasamos aquella noche en la casa del árbol. Ante mí estaba el Adrik intratable, frío y distante que había visto la vez que me senté en aquella mesa de póquer a retar a Aegan.