The Seven Year Slip(62)



—Por supuesto, cari?o —respondió ella.

—?Prometes que no te irás en el próximo avión que salga del JFK?

Ella se rio.

—Lo prometo, lo prometo. No sin ti.

Y, de repente, volví a la ma?ana de A?o Nuevo, con el teléfono sonando y sonando y sonando, mientras me latía la cabeza. Había bebido demasiado la noche anterior, demasiado de todo. Sentía la boca como algodón de azúcar y creo que besé a alguien a medianoche, pero no recordaba su cara. Drew y Fiona siempre me arrastraban a las fiestas de Nochevieja, y nunca fallaba que todas las fiestas fueran igual de horribles.

Busqué el teléfono en la mesilla y, cuando por fin lo encontré, lo desenchufé y contesté.

—Mamá, es muy temprano…

—Se ha ido. —Nunca había oído a mi madre sonar así. Alta e histérica. Su voz quebrándose. Sus palabras forzadas—。 ?Se ha ido! Cari?o, cari?o, se ha ido.

No lo entendía. Mi cabeza seguía adormilada.

—?Quién? ?Qué quieres decir? ?Mamá?

—Analea. —Luego, más tranquila—: Los vecinos la encontraron. Ella…

Lo que nadie te dice, lo que tienes que descubrir por ti misma a través de tu propia experiencia, es que nunca hay una forma fácil de hablar del suicidio. Nunca la hubo y nunca la habrá. Si alguien me preguntara, le diría la verdad: que mi tía era increíble, que vivía mucho, que tenía la risa más contagiosa, que sabía cuatro idiomas distintos y tenía un pasaporte con tantos sellos de diferentes países que haría que cualquier viajero del mundo se pusiera verde de envidia, y que tenía un monstruo sobre el hombro que no dejaba que nadie más viera.

Y, a su vez, ese monstruo no la dejaba ver todas las cosas que se perdería. Los cumplea?os. Los aniversarios. Las puestas de sol. La bodega de la esquina que se había convertido en aquella tienda de muebles de chapa. El monstruo cerró los ojos ante todo el dolor que causaría a la gente a la que dejaba: el terrible peso de echarla de menos y de intentar no culparla, todo al mismo tiempo. Y entonces empiezas a culparte a ti mismo. ?Podrías haber hecho algo, haber sido esa voz que finalmente se abriera paso? Si la hubieras querido más, si le hubieras prestado más atención, si hubieras sido mejor, si hubieras preguntado, si hubieras sabido preguntar, si hubieras sabido leer entre líneas y…

Y si, si, si.

No es fácil hablar del suicidio.

A veces las personas a las que quieres no te dejan con despedidas, simplemente se van.

—?Estás bien? —preguntó Fiona suavemente, poniendo su mano en mi hombro.

Me aparté de ella, parpadeando para que se me saltaran las lágrimas.

—Sí —dije, aspirando una bocanada de aire. Y luego otra. Fiona tenía el paquete en la mano y yo lo tomé. No iba a abrirlo—。 Estoy bien. Es solo… inesperado.

Drew miró el paquete.

—Es bastante peque?o. Me pregunto qué será.

—Tengo que volver al trabajo. —Al salir, tiré mi almuerzo, y el paquete, a la papelera, volví a mi cubículo y me sumergí en el trabajo como solía hacer. Como debería.

Dos horas más tarde, cuando casi todo el mundo se había ido de la oficina, volví al cubo de la basura para sacar el paquete de debajo de los fideos chinos de cuatro días y medio bocadillo de atún, pero no estaba allí. El paquete que me había enviado mi tía había desaparecido.

Capítulo 25

Lo mejor de la exposición

El resto del fin de semana y la semana siguiente pasaron como un borrón. El apartamento se sentía vacío sin Iwan en él. Cada vez que abría la puerta, esperaba volver a encontrarlo, pero siempre me recibía el presente, y empecé a preguntarme si me llevaría de vuelta.

Los días pasaban sin mucha algarabía; Drew y Fiona preparándose para sus permisos parentales a medida que se acercaba el bebé, organizándolo todo, hasta que de repente me encontré sentada en un Uber que se detuvo en la acera frente al Olive Branch. El cartel de la puerta decía que estaba cerrado por la noche por un acontecimiento especial, ?y ese acontecimiento especial? La clase de cocina. Editores y sus equipos de todas las editoriales debían estar aquí. Faux y Harper, algunos de Random Penguins y —según los rumores— el nuevo editor de Falcon, el mismísimo Benji Andor. A través de las ventanas abiertas, pude ver a algunas personas que ya se mezclaban en el comedor vacío.

—Este es el plan: yo cocino y tú cortas —especificó Drew, probablemente porque no confiaba en mis habilidades culinarias. Lo cual era justo. Yo tampoco confiaba en ellas—。 Y si nos encontramos con Parker, lo atamos y lo metemos en el ba?o.

Fiona asomó la cabeza por el asiento del copiloto del todoterreno.

—?Acaben con ellos, se?oritas! —Nos hizo se?as con el dedo mientras el Uber se alejaba de nuevo, rumbo al Lower East Side para dejarla en casa.

Drew y yo esperamos a que el todoterreno doblara la esquina antes de que ella se alisara la parte delantera de su camisa abotonada.

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