The Seven Year Slip(66)



Se?aló con la cabeza hacia la acera, e inclinó un poco el cuerpo, antes de empezar a caminar en esa dirección, y debió de ser la forma en que la ciudad de Nueva York se sentía por la noche —el resplandor de la posibilidad, encogiéndose de hombros del calor del día a la noche brillante y reluciente—, pero lo seguí.

Capítulo 26

El Arco de Washington Square

Mi tía solía decirme que las noches de verano en la ciudad estaban hechas para ser imposibles. Eran tan breves como las necesitabas, pero nunca lo bastante largas, cuando las carreteras se extendían en la oscuridad, los rascacielos trepaban hasta las estrellas y, cuando inclinabas la cabeza hacia atrás, el cielo parecía infinito.

—Entonces… —Empecé, porque el silencio entre nosotros se estaba volviendo un poco incómodo—, ?planeaste qué decir después de invitarme a cenar?

Me dedicó una sonrisa tímida.

—La verdad es que no. Soy bastante malo planificando.

—Ah.

Caminamos otra manzana en silencio.

Entonces, hizo la peor pregunta posible: —?Cómo está tu tía?

La pregunta fue como un pu?etazo en el estómago. Me metí las manos en los bolsillos para que no me temblaran y me armé de valor para responder.

—Ella falleció. Hace unos seis meses.

—Oh. —Se frotó la nuca, avergonzado—。 No lo sabía.

—No esperaba que lo supieras. —Nos detuvimos en el siguiente cruce y miramos a ambos lados antes de cruzar, pero no venían coches en ninguna dirección—。 Han pasado siete a?os.

—Y parece que no has envejecido ni un día.

Me apoyé sobre los talones y empecé a caminar hacia atrás delante de él.

—?Quieres que te cuente mi rutina de cuidado de la piel? —Porque dudaba que creyera la verdad—。 Podría dártela con todo lujo de detalles.

—?Estás diciendo que parezco viejo?

—Distinguido es un giro mucho mejor.

Se quedó con la boca abierta y se llevó una mano al pecho con un grito ahogado.

—?Ay! Y yo que pensaba que queríamos empezar con buen pie.

—Lo hacemos —le recordé, incapaz de contener una sonrisa. Volví a girar sobre mis talones y esperé a que me alcanzara—。 Estoy bromeando, por cierto.

Apretó las manos contra su cara, como si pudiera suavizar las patas de gallo alrededor de sus ojos.

—Siento que necesito ponerme botox ahora…

—?Estaba bromeando! —Me reí.

—Quizá cirugía plástica.

—Oh, por favor, ?y arruinar tu nariz perfecta?

—?También me estoy quedando calvo? Tal vez pueda conseguir una cara nueva…

Lo tomé del brazo para detenerlo.

—Me gusta tu cara —le dije con buen humor y, antes de que pudiera contenerme, levanté la mano y le acaricié la mejilla, recorriendo con el pulgar las líneas de la risa que rodeaban su boca. Un rubor le subió por la garganta hasta las mejillas, pero en lugar de apartarse, cerró los ojos y se apoyó en la palma de mi mano.

Mi corazón tartamudeó con fuerza. La piel de su mejilla era áspera, con una fina barba incipiente, y cuando lo miré —lo miré de verdad—, había tantas cosas iguales en aquel hombre que realmente no conocía, que casi parecía que ya lo conocía. Pero a pesar de todo lo que era igual, había peque?as diferencias. Llevaba las cejas arregladas y el pelo bien recortado. Le pasé el pulgar por la nariz, notando la protuberancia torcida.

—?Cuándo te rompiste la nariz? —pregunté, bajando finalmente la mano.

Sus labios esbozaron una sonrisa.

—No es una historia tan genial como estás pensando.

—?Así que no te la rompiste en una pelea de bar? —pregunté, fingiendo asombro.

—La boda de mi hermana hace un a?o —respondió—。 Ella lanzó el ramo. Yo estaba demasiado cerca de la gente que intentaba atraparlo.

—?Y te golpeó uno de ellos?

Sacudió la cabeza.

—Por el ramo. Tenía un peque?o broche de plata. Me dio justo en la nariz.

Me reí. No pude evitarlo.

—?Estás de broma! ?Al menos atrapaste las flores?

Se burló.

—?Por quién me tomas? Claro que las atrapé. Mi hermana y todas sus amigas estaban lívidas. —Empezamos a caminar de nuevo, y Washington Square Park estaba justo delante. Había un camión de comida en el otro extremo, pero aún no podía distinguir su nombre.

—Así que, técnicamente —me di cuenta—, se supone que te casas después.

—Por eso estaban lívidas, sí. No he sido mucho de compromisos.

—Tu Instagram me lo dice.

Volvió a jadear.

—?Es un honor que me hayas investigado!

Me se?alé a mí misma.

—Publicista. Es mi trabajo.

—Claro, claro —zanjó, y luego se encogió de hombros. Del tipo que yo recordaba y que seguía enfureciéndome de la misma manera—。 Quizá aún no había encontrado a quien buscaba.

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