The Seven Year Slip(65)



—?Soy mejor editor que cocinero! —Fue su defensa.

Y Drew respondió:

—Para ser justos, todos lo somos.

Fuera esperaba una mujer rubia, que se abalanzó sobre Benji Andor cuando éste salió. ?l se inclinó y la besó en la mejilla, le entregó sus terribles raviolis y se marcharon hacia la estación del metro. Parker refunfu?ó mientras él y su equipo tomaban un taxi. El Uber de Drew llegó primero.

—Puedo esperar al tuyo —me dijo, pero le hice un gesto para que se fuera.

—No, debería estar aquí en cualquier momento.

—De acuerdo. —Me abrazó y me besó en la mejilla—。 Gracias por estar en mi equipo. No sé qué haría sin ti, Clementine.

—Todavía patearías traseros. Toma, puedes llevarte el mío para Fiona —a?adí, entregándole mi comida, después de que ella subiera al Uber.

—Fiona te amará para siempre.

—Lo sé.

El coche se alejó y pronto me quedé sola en la puerta del Olive Branch. Mi Uber estaba dando vueltas por la manzana equivocada por segunda vez, y empecé a tener la sensación de que el conductor estaba a punto de cancelar el viaje y marcarme como no presente. Probablemente debería tomar el tren a casa y ahorrarme el dinero. Además, era una noche preciosa. La luna era redonda y grande, perfectamente encuadrada entre los edificios como la protagonista de su propia película, reflejándose en las ventanas, despidiendo una luz plateada en cascada hacia el cálido naranja de las farolas. Durante unas horas, había estado tan concentrada en cocinar que no había pensado en la jubilación de Rhonda ni en el desastre pendiente que era Strauss & Adder Publishers si no conseguíamos a James. No, concentrada no era exactamente la palabra adecuada. No me dolía la mandíbula de tanto apretarla, sino las mejillas de tanto sonreír. Hacía mucho tiempo que no me divertía tanto. Sobre todo en lo que respecta a mi trabajo.

Incluso antes de este asunto de James Ashton, no podía recordar la última vez que realmente me divertí en el trabajo. Solía hacerlo —sé que lo hacía, no me habría quedado en Strauss & Adder de no ser así—, incluso cuando trabajaba hasta la extenuación. Había algo estimulante en dominar el trabajo, en estar rodeada de gente a la que le gustaban las mismas cosas, pero en los últimos a?os… no estaba segura. El trabajo nunca cambió, pero creo que lo que me gustaba de él sí. Mi trabajo era como perseguir la luna, y ahora era como planear cómo dársela a otras personas.

Pero así es como se supone que debe sentirse un trabajo que amas, ?verdad? ?Cuando llevas allí un tiempo?

Mientras estaba de pie, pensativa, observando cómo mi Uber daba otra vuelta equivocada, alguien se acercó a mi lado por la acera.

Eché un vistazo. Era James, que había cerrado por la noche, balanceando las llaves en el primer dedo. Tenía un aspecto tan impecable como unas horas antes y resistí el impulso de restregarle los dedos por el pelo para hacerlo un poco menos perfecto. Desde luego, me sentía hecha un desastre a su lado.

—Creo que hemos empezado con mal pie —dijo a modo de saludo.

—?Hemos? —repetí, volviéndome hacia él—。 No me arrastres a tus malas decisiones.

Soltó una carcajada y se metió las manos en los bolsillos de los vaqueros oscuros. Le quedaban terriblemente bien, abrazando cada curva. Después de todo, no era la primera vez aquella noche que pensaba que tenía un buen trasero. No es que se lo dijera a un posible autor. Ni lo diría en voz alta. De hecho, probablemente no debería haberlo pensado en primer lugar.

—Bien, bien —dijo, con voz ligera y cálida—。 Empecé con mal pie.

—Mejor. —En la aplicación, mi conductor seguía dando vueltas y vueltas. Brad no iba a venir a recogerme, ?verdad?

—Sabes —dijo, y dio un suspiro frustrado, arrugando la nariz—, esta parte era mucho más fácil en mi cabeza.

Sorprendida, volví a mirarlo.

—?De qué estás hablando?

Entonces se volvió hacia mí y deseé que no estuviera tan guapo como a la luz de la farola, con el brillo de los naranjas y marrones de su pelo casta?o y algunas vetas plateadas en el pico de viuda, pero lo estaba y no me atreví a apartar la mirada. Entonces me di cuenta de lo extra?o que era verlo en el mundo y no en un peque?o y estrecho apartamento del Upper East Side. Estaba aquí, de verdad. En mi tiempo.

Se me hizo un nudo en el estómago que no podría describir exactamente.

—?Tienes hambre? —preguntó.

Incliné la cabeza.

Drew había estado picoteando toda la tarde, pero yo había estado tan nerviosa que no había podido comer nada. Probablemente era una mala idea cruzar cualquier tipo de límite profesional, pero esto era solo comida. No era una proposición de matrimonio ni nada parecido. Además, era un misterio para mí, no podía resistirme. Y, de hecho, me moría de hambre. Pero tal vez no por lo que pensaba…

Cancelé mi Uber y pregunté:

—?Qué tienes en mente?

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