The Seven Year Slip(82)



—?No tienes un restaurante que atender?

—Normalmente… —respondió dubitativo—。 Estoy preparando una preinauguración de mi nuevo restaurante. Isa y Miguel me ayudarán más tarde con algunos retoques de última hora. ?Qué haces aquí?

—He traído a mis amigas para que prueben la comida de tus amigos.

—Amigas… —Su nariz se arrugó mientras pensaba y luego se sentó derecho—。 ?Están aquí?

—?Sí?

Drew llamó desde la parte delantera del camión.

—?Todo bien, Clementine?

Le contesté:

—?Bien! ?La nevera está fría! —Y le hice un gesto con la mano para que abriera la nevera en la que estaba sentado y sacara las aguas—。 ?Por qué actúas tan raro? —le murmuré.

Miguel llamó:

—Iwan debería estar ahí detrás. Que vaya por ellas.

James y yo nos miramos a los ojos.

—?Gracias! —respondí, mientras James murmuraba en voz baja y metía las manos en el agua helada y sacaba tres botellas. Me las dio.

—No estoy actuando extra?o —respondió, y entonces me di cuenta de lo que estaba fuera de…

—Oh Dios mío, tienes resaca, ?ni siquiera bebimos tanto anoche! —le contesté. Bueno, él no bebió mucho. Su yo de hace siete a?os se emborrachó como una cuba.

—Tú tampoco tienes muy buen aspecto —replicó irónico. Los dos estábamos un poco verdes, la verdad. Miró detrás de mí, debatiéndose entre saludar a mis amigas o no—。 Lo siento, no creo que esté en forma para conocerlas ahora.

—Ya has conocido a Drew, es solo su esposa a la que no has conocido.

—Ah, la editora… sí, creo que sería mejor que no me viera con resaca —razonó con un movimiento de cabeza—。 ?Estaría bien?

Fue adorable lo que preguntó.

—Tienes una tarjeta para salir libre de la cárcel.

—Me lo llevo —respondió sombríamente—。 Me aseguraré de compensar… —Las palabras se le atascaron en la garganta. Entonces, sin previo aviso, extendió la mano hacia mí, apartándome el pelo, y sus pálidos ojos se volvieron oscuros y tormentosos. Apretó los labios y no entendí por qué hasta que…

—Parece que tú también has pasado una buena noche —bromeó.

Y entonces me di cuenta.

—Dios mío —jadeé, apartándome rápidamente, y me tiré del pelo para taparme el moratón que tenía allí. Bueno, el chupetón. Me había esforzado por cubrirlo con corrector esta ma?ana, pero debió de desaparecer a lo largo del día.

—?Tuviste otra cita después de cenar anoche? —me incitó—。 ?Fue caliente?

Lo miré en silencio. No lo entendió por un momento, pero entonces sus ojos se abrieron de par en par y se llevó los dedos a la boca.

Y todo lo que dijo al recordar fue…

—Oh.

Me aclaré la garganta.

—Lo fue, de hecho.

—?Fue qué? —Sus ojos estaban un poco aturdidos.

Le contesté:

—Caliente.

Entonces gimió y se pasó las manos por el pelo.

—No puedes hacer eso, Lemon.

—Tú preguntaste.

Sonaba absolutamente destruido mientras respondía:

—Lo sé. Me vuelve loco. —Su rostro se contrajo—。 Para mí fue hace siete a?os, y para ti fue anoche.

—Técnicamente esta ma?ana también —corregí.

Hizo un ruido de dolor en su garganta.

—Por supuesto, ?cómo podría olvidarlo?

—No estoy segura, la verdad. Fue muy buen sexo. —Incliné un poco la cabeza, estudiando a este hombre de pie a la sombra del camión de comida de su amigo, con resaca por (lo que sospechaba) la misma razón que yo: el uno por el otro. Aunque estaba segura de que yo me lo había pasado mejor anoche que él.

Se frotó la cara con las manos.

—Si esto era para vengarte de mí por rechazarte anoche…

—Oh, no te preocupes, no lo hiciste.

—Sabes lo que quiero decir —gru?ó. Sí, pensaba que anoche había vuelto al piso y me había acostado con su yo del pasado para poner celoso a su yo del presente.

Puse los ojos en blanco.

—Pues te equivocas. El apartamento hace lo que quiere cuando quiere… no es mi culpa que no quieras nada conmigo ahora.

Se acercó un paso más, lo suficiente como para que pudiera besarlo, si me atreviera.

—?Nada contigo? —susurró, incrédulo—。 Recuerdo tu sabor, Lemon, el sonido de tu respiración mientras te abrazaba. —Sentí que la piel se me calentaba incluso mientras me apretaba una botella de agua contra un lado del cuello y apartaba la mirada—。 Recuerdo cómo contabas los tatuajes de mi piel, la forma de tu boca, cómo se sentía tu cuerpo cuando te corrías por mí —murmuró, deslizando las yemas de sus dedos por mis mejillas furiosamente rojas—。 Y todavía me encanta cómo te ruborizas. Me vuelve loco.

Ashley Poston's Books